Diario y Radio Universidad Chile

Año XVI, 19 de abril de 2024


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Recuento histórico de la Iglesia Católica

Columna de opinión por Efraín Zenteno Vásquez
Jueves 19 de julio 2018 17:28 hrs.


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Esta Iglesia desde que se adhirió oficialmente al Poder de Constantinopla, con Constantino a la cabeza, padeció de arrogancia menospreciando a todos los que no fueran católicos, y en vez de hacer uso de la persuasión pacífica, humilde, mansa y noble, como Jesucristo hiciera, para hacer nuevos adherentes, persiguió a los paganos con una violencia implacable hasta exterminarlos. Y esa abyecta violencia fue su verdadera historia a través de las centurias. A pesar que se autodefinía como “cristiana”, su comportamiento fue abyectamente violento, sobre todo cuando levantó como institución oficial del papado una organización para la persecución, la tortura, el crimen y el asesinato descarado y deleznable, que se caracterizaba por ser de “lesa humanidad”; es decir, el oprobioso y solapado “Santo” Oficio o la mentada Inquisición. Origen también de la estulticia más absurda, que trajo severas consecuencias para los reinados y sus pueblos por sus deleznables hechos. Esta se dedicó a perseguir para destruir oprobiosa y desalmadamente primero a los judíos “conversos”, que lo fueron forzadamente, si no no sobrevivirían; luego a los moriscos, que ocupaban grandes territorios agrícolas de España y que vivieron en ésta durante 800 años; y, finalmente a los que llamaron el “enemigo interno”[Tal como hicieron las dictaduras en Latinoamérica, y sobre todo con “el Plan Cóndor, en los 70”], es decir a los protestantes o reformados, tanto en España como en Portugal y en las Américas. Mas, en Francia también el papado generó y sostuvo esta persecución despiadada [sin piedad] contra los hugonotes para su exterminio, a tal punto que desarrolló en toda Francia la matanza en masa en la noche, que duró tres días, de San Bartolomé.

Este comportamiento demuestra que los integrantes de esta iglesia, por sus distorsionados dogmas y principios del Evangelio de Cristo, no eran precisamente cristianos. Esta manifestación ominosamente violenta del catolicismo, permitió que Nietszche exclamara legítimamente a los cuatro vientos: “Dios ha muerto”, porque sólo permitió, a través de la historia, deformar y desprestigiar al verdadero cristianismo, que establece claramente los atributos de Cristo, que el hombre y la mujer deben seguir, previo arrepentimiento de los errores y pecados, y que no son otros que: ser manso (a), honesto (a), humilde, veraz, noble de corazón, valiente en la palabra, generoso (a), piadoso (a), no adúltero (a), ni fornicario (a), misericordioso (a), solidario (a), recto (a), justo (a), no codicioso (a). En verdad, a través de la historia hubo en la Iglesia Católica líderes papales que transgredieron todos los principios y mandamientos cristianos, como por ejemplo Luis XIV, que fue, a todas luces, un asesino. Así también tenemos al papa Alejandro VI, o Rodrigo de Borgia, quien fuera arrogante, soberbio, violento, inmoral, fornicario, mentiroso, nepotista, asesino, criminal, deshonesto, y que, por último, ¡compró la investidura y la condición de papa! que le permitió la abyecta curia romana. No era una persona digna, que se constituyera en un líder idóneo e inobjetable para cualquiera religión. Por todo esto, es que no podemos asombrarnos o extrañarnos ante la realidad crítica actual en que se encuentra esta iglesia con el cuantioso número de detestables y abyectos pedófilos que pululan, investidos de curas y sus consabidos encubridores, en los antros de la Iglesia Católica, no sólo en Chile, que es una vergüenza, sino que también en otros países como en Estado Unidos, especialmente en Boston, en donde corrió más de tres listado de tres columnas de ciudades donde los curas pedófilos hicieron de las suyas.

Lo que hemos heredado, como cultura, junto al aporte judío y greco-romano, de la Iglesia Católica son dos actitudes o tendencias: la violencia inmisericorde y deleznable, y la degradación oprobiosa valórica y moral. Por ello, todos aquellos que actuaron de ese modo niegan y abjuran, con su comportamiento depravado y deleznable, del Evangelio cristiano y del mismo Cristo. Nadie que tenga uso de razón puede reconocerse en ellos y en su iglesia. Porque, en definitiva, han negado históricamente el principio fundamental del Evangelio, que no es otro que el amor puro de Cristo. Luego, toda esta concreta actitud oprobiosa e inmoral que ha sostenido esta iglesia, produciendo la brutal y violenta degradación de muchos desvalidos niños y adolescentes, ha sido posible porque no tiene la autoridad espiritual del Consolador o Espíritu Santo, que Jesucristo prometió y el Padre Celestial donó a los apóstoles, como guía infalible de la existencia humana, para la gloria de Dios.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.