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Los antecedentes detrás de la salida de Farriol del Bellas Artes

Hace años se acumulaban antecedentes de distinto tipo contra el director del Museo. Algunos de ellos se hacen públicos recién ahora, cuando el director (s) del Servicio Nacional del Patrimonio Cultural, Javier Díaz, le solicitó la renuncia. Pero, ¿por qué ahora? Esta es una de las preguntas en la crisis del principal museo del país.

Abril Becerra

  Domingo 22 de julio 2018 15:07 hrs. 
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Para algunos la solicitud de renuncia de Roberto Farriol, director del Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA), era algo que tarde o temprano iba a ocurrir. Esto, ya que desde 2013 a la fecha, se habían acumulado antecedentes respecto de malas prácticas perpetuadas al interior de la entidad patrimonial.    

Sin embargo, la petición se materializó recién el 11 de julio, cuando el director (s) del Servicio Nacional del Patrimonio Cultural, Javier Díaz, decidió tomar cartas en el asunto: “De acuerdo a la Ley 19.882, que establece lo que son los altos directivos públicos, le he solicitado la renuncia no voluntaria al director del Museo Nacional de Bellas Artes por un motivo de pérdida de confianza”, explicó entonces Díaz.  

“Acá se ha evidenciado una falta de estímulo al trabajo en equipo y también falta de capacidad para manejar conflictos que han aflorado al interior del museo. Este hecho es tremendamente relevante, porque él, como director del museo, en su calidad de alto directivo público, de segundo nivel jerárquico, tiene que manejar los conflictos al interior del museo”, añadió la autoridad.  

Las declaraciones de Díaz tenían sus orígenes en los resultados de la encuesta Istas 21 que fue aplicada en el Museo en 2015 por el Instituto de Seguridad Laboral (ISL). Entonces, el estudio arrojó cifras preocupantes respecto de ítems como “exigencias psicológicas” y “duplicidad de funciones”.

encuestas

Resultados de encuesta.

Pero más allá de estos resultados, las palabras de Díaz también guardaban relación con una serie de conflictos que se habían generado bajo el mando de Farriol, quien llegó al cargo en 2012.

De diferencias y malas decisiones

Las primeras críticas hacia el estilo de liderazgo de Farriol surgieron en 2013 cuando se decidió no renovar el contrato de la curadora Soledad Novoa, quien llegó a la institución gracias al llamado a concurso público realizado por el entonces director Milan Ivelic, a fines de 2010.   

Entonces, la Asociación Argentina de Críticos de Arte, encabezada en ese momento por María José Herrera, emitió un comunicado en el que se cuestionó la salida de Novoa: “Lamentablemente el actual director de dicha institución, Roberto Farriol, ha resuelto no renovar el contrato de Novoa Donoso(…). Esta decisión, aunque responde al marco legal, nos llena de preocupación dada cierta arbitrariedad que creemos poder reconocer (…) nos interesa preguntarnos el porqué de su -a todas luces- arbitraria salida, la que sin duda será más una pérdida para la institución que una posible ventaja”, señalaron.  

(Revisa aquí carta en apoyo a Soledad Novoa)

Pero con la salida de Novoa, dos curadoras llegaron a la institución: Gloria Cortés y Macarena Goldenberg, quienes fueron anunciadas como las profesionales que llegarían a “chasconear” la propuesta del Museo.  

Sin embargo, en marzo de 2015, Goldenberg decidió abandonar la entidad. Las razones fueron expuestas en una extensa carta dirigida a Farriol, en la que  además se abordaba más de un aspecto: “(…) no he tenido el espacio real para cumplir mis funciones, actuando solo como productora y contraparte de gestiones externas. (…) nunca antes había tenido tan poca opción de participar en la toma de decisiones, o asesorar en los temas en los cuales tengo experiencia y corresponden a mi perfil profesional”, decía el escrito.

A su vez, advertía que las decisiones eran tomadas “a puerta cerrada”, lo que generaba “descoordinación, desconcierto, confusiones y roces en y entre el equipo”.

“Decides personalmente qué obras ingresan al museo, sin apoyarte ni asesorarte sobre criterios y prioridades en las curadoras y  encargada de colecciones, o en sus efectos un comité de altas, como lo exige protocolo Dibam del 2008. Tampoco se considera de forma responsable la capacidad de los depósitos de obras del museo, y lo perjudicial que puede resultar esto para la colección y la reputación de la institución. Ejemplo de ello es la compra de 32 obras de Israel Roa, número desproporcionado frente a otros artistas de la colección, transformándose en el segundo artista mejor representado en ella”, manifestaba.  

(Revisa aquí carta de Macarena Goldenberg)   

Otro caso fue el de Marianne Wacquez, quien pidió su traslado desde el Museo Nacional de Bellas Artes al Museo de Artes Decorativas producto de las hostilidades que comenzaron a surgir al interior de la institución tras la llegada de Farriol. 

Recientemente, también fue conocida la situación de la curadora Gloria Cortés, quien según un informe emitido por el Instituto de Seguridad Laboral, enfrentaría una enfermedad cuyo origen sería laboral. Por lo mismo, el documento ordenó “implementar las medidas necesarias para cesar la exposición del agente causante de la enfermedad profesional”. Este proceso, a la fecha, aún se encuentra paralizado.     

Sin embargo, también hubo otros episodios. En este sentido, la curadora Inés Ortega Márquez señala que durante la gestión de Farriol se tomaron decisiones que implicaron, por ejemplo, el cese de exposiciones internacionales.

“Voy a hacer referencia aquí a la exposición MIRÓ, la experiencia de mirar, una gran muestra preparada por el Museo Reina Sofía (Madrid) a partir de las piezas de su colección… Una ocasión única de ver obra de los dos últimos decenios, años 60-80, de uno de los más destacados surrealistas. Su presentación en Latinoamérica fue trabajada conjuntamente por los curadores del Mali (Lima), Bellas Artes de Buenos Aires y MNBA Santiago de Chile. Entonces, los costes para Chile ascendían a 250 millones de pesos. Pero, a dos meses de la fecha inaugural, el director la bajó. No podía financiarla. Lo curioso es que la muestra había sido aceptada, pero el director no tuvo la capacidad de gestionar la financiación necesaria. De modo inesperado, los otros dos países tuvieron que repartirse los costes de traer la muestra de Europa. La imágen de nuestro Museo de Bellas Artes y de Chile quedó pésimo”, relata.    

Asimismo,la profesional recuerda un caso que para el Museo, significó un gran revuelo mediático: la suspensión de la primera exposición en Chile del pintor y escultor italiano Amedeo Modigliani (1884-1920).

“Casi a punto de llegar la muestra a Chile, fue descubierto que contenía obras falsas y que el curador y presidente de dicha fundación había sido encarcelado. Se dio aquí, seguramente, una circunstancia de desidia por parte del director de nuestra institución MNBA; una muestra fue aceptada sin ser verificada la autenticidad de las piezas y la entidad del curador, cuando era conocido que otros museos habían rechazado dicha exposición. Incluso en Chile, ya que primeramente había sido ofrecida al CCPLM, que la rechazó”, agrega.   

¿Por qué ahora?

Una vez conocida la renuncia, Farriol respondió que la petición era “legítima” y que el proceso debía tomarlo con “calma”. Asimismo, señaló: “Ahora bien, ¿por qué ahora? ¿Por qué por estas causas? Ese es otro tema, y la historia y el tiempo me darán la razón”.   

La pregunta no deja de llamar la atención, más aún si se considera que los cuestionamientos existen desde 2013, pero para quienes han sido testigos del proceso, esto no puede sino explicarse porque durante sus años a la cabeza del Bellas Artes fue respaldado por Ángel Cabeza, antiguo director de la Dibam y ex director del Servicio Nacional del Patrimonio Cultural, que además debió dejar su cargo luego de una serie de acusaciones.

En esta línea, distintos funcionarios del Museo advierten que Cabeza siempre estuvo al tanto de los problemas del MNBA. 

Esto también queda de manifiesto con la carta que en su momento escribió Macarena Goldenberg. Este texto, no sólo fue enviado a Farriol, sino que también a Ángel Cabeza y a Bernardo Jorquera, su ex jefe de gabinete y actual dirigente de Anfudibam, organización que, de paso, ha asumido la vocería de quienes apoyan al director de la entidad.

Desde esta perspectiva, uno de los funcionarios del Museo advierte: “Javier Díaz, cuando asumió el puesto que dejó Cabeza, se hizo cargo de lo que estaba pasando. Él ejecutó algo que se estaba cuestionando desde hace mucho tiempo”.  

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En la imagen: Javier Díaz, director (s) Servicio Nacional de Patrimonio Cultural.

Presente y futuro de la institución

Una vez solicitada la renuncia, deben esperarse cerca de doce días hábiles para que el Registro Civil evalúe la petición. Este plazo se cumple a fin de mes. No obstante, el ambiente al interior de la entidad patrimonial se ha ido tensionando con el pasar de los días. Esto, ya que los funcionarios se han dividido en dos grupos: quienes apoyan la gestión de Farriol y quienes han cuestionado su permanencia.

Pero frente a este escenario fragmentado, más de uno ha señalado que ésta es una oportunidad para abrir un debate respecto del rol del Museo; cómo poder vincularse con las comunidades, de qué forma llegar a regiones y en qué medida acoger colecciones internacionales, podrían ser algunas de las preguntas futuras comentan.

Lo importante, advierten, es lograr aunar una mirada que hoy se encuentra divida.     

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