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Año XVI, 29 de marzo de 2024


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Lustrabotas Luis Oliva ‘le saca brillo’ a la historia de su oficio patrimonial

Los lustrabotas del Paseo Ahumada son una postal típica de Santiago desde hace décadas. Sin embargo, a pesar que este circuito peatonal data de 1978, estos  limpiadores de calzados tienen una centenaria tradición en el centro capitalino. ‘Conexión Patrimonial’ de Radio U. de Chile conversó con el lustrabotas y dirigente sindical Luis Oliva, sobre la historia del oficio patrimonial y su experiencia laboral en el centro de la ciudad.

Jaime Lepe

  Lunes 30 de julio 2018 10:13 hrs. 
Luis Oliva_web

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Hace 31 años que Oliva se inició en esta labor patrimonial. Luego de conseguir un permiso a través del Patronato Local de Reos (PLR), un primo lo contactó con la municipalidad donde partió lustrando calzados en la calle Nueva York con un humilde cajoncito de madera, mientras observaba que sus colegas huían de inspectores municipales y policías.

“Jamás pensé que iba a ser lustrabotas” – dijo Oliva. Sus primeras incursiones laborales – sin previa experiencia – lo hizo cometer errores como en aquella ocasión donde ‘incendió’ el calzado de un cliente, “una vez estaba desmanchando un zapato, el zapato se desmancha con bencina blanca, y yo para cortar un hilito que tenía, le prendo un fósforo y se le prendió el zapato entero” – recordó.

En 1930, la Municipalidad de Santiago, en carta al Director de los Reformatorios de Menores, escribía que los niños lustrabotas desempeñan su trabajo en deplorables condiciones de higiene, ya que la mayoría era analfabeta y vivían sin hogares. Cada noche, amontonados, dormían en los puentes del Mapocho. Oliva recordó que: “unos que andaban con cajoncitos, en la Plaza de Armas (…) andaban por los asientos lustrando los zapatos”.

Los lustrabotas – hace más de 50 años – se iniciaron con humildes cajoncitos hechos a mano, luego pasaron a lustrines de lata que eran auspiciados por una empresa del rubro, para que recién en la década de los ’90 llegaran a los actuales sillones de acero.

La sindicalización de los lustrabotas llegaría casi junto con Jaime Ravinet a la alcaldía de Santiago. Para ordenar este oficio patrimonial el edil les otorgó alrededor de 120 patentes, de las cuales quedan cerca de 90 vigentes, ya que éstas no se pueden heredar y la caducidad se debe a la defunción del titular o por alguna ordenanza que castiga un mal funcionamiento laboral, agregó el dirigente sindical.

Si bien, el centro de Santiago ocupa a la mayoría de los lustrabotas – y sindicalizados- del país, también existen en otras comunas, pero en mucho menor cantidad. Luis Oliva cree que este oficio histórico no va a morir a pesar de los cambios en los tipos de calzados, materiales y caducidad de las patentes municipales, ya que es “una tradición nacional”.

Esta organización ha demostrado en diversas campañas solidarias, como la Teletón, que poseen un espíritu social innegable. Incluso en una de estas versiones lograron reunir cerca de 6 millones de pesos. “Quisimos hacernos participes de la Teletón, en conjunto con todos los compañeros del sindicato. También trabajamos para los niños del (hospital) Calvo Mackenna y los niños de Somalía” – agregó.

Al arte de lustrar bien el calzado – explicó Oliva – consiste en pasar una buena escobilla, de esas de crin de caballo, evitando aquellas esponjas que contienen silicona y que resquebrajan el cuero, al igual que los renovadores. Primero, se saca el polvo del zapato, luego se entinta con el color adecuado, posteriormente se unta la pasta, se vuelve a repasar la escobilla para aplicar finalmente el lustre con el paño de felpa.

Entre los clientes habituales, aclaró Oliva, las mujeres son más complicadas que los varones ya que “se ven los tacos, que se levantan los pies, que se ven las puntas del zapato, son pesadas”Los valores se cobran bajo un acuerdo colectivo ente los socios del sindicato, tanto para para lustradas de zapatos, botines y botas; desmanchados de gamuza y cueros.

Uno de los temas más delicados que aflige a estos trabajadores patrimoniales se relaciona con su sistema previsional y de salud, ya que sus ingresos informales no les permite cotizar, con el perjuicio evidente en su futura jubilación y las actuales enfermedades que se desprenden de trabajar a la intemperie, según narró Luis Oliva.

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