En 2014 la realizadora Elvira Díaz se encontraba trabajando en el documental Víctor Jara N°2547. En él, la cineasta abordaba la historia de Héctor Herrera, funcionario del Registro Civil que en 1973 identificó el cadáver del músico.
A partir de esta experiencia, sin embargo, la cineasta comenzó a indagar en otro proyecto ligado al Cementerio General: el Patio 29.
Originalmente este sitio había sido el lugar de destino de los cadáveres de indigentes, pacientes psiquiátricos y personas que morían sin ser identificadas. Pero, con la llegada de la dictadura, el sector comenzó a transformarse en la sepultura de los ejecutados políticos del periodo.
Entonces, para Elvira Díaz este lugar generaba un sinnúmero de interrogantes como quiénes habían sido los encargados de enterrar los cadáveres de los perseguidos políticos y cuánto se había avanzado respecto de la identificación de cuerpos.
Así, surgió el documental El Patio que se estrenará en distintas salas del país el próximo jueves 2 de agosto y que aborda el testimonio de tres sepultureros del Patio 29.
“Después que hice la película Víctor Jara N°2547 comencé a interesarme por el Patio 29. Quería saber más de ese lugar. Creía que habían sido los militares los que habían enterrado a las víctimas, pero una vez que conversé con el director del cementerio, éste me comentó que no había sido así, que habían sido los mismo sepultureros del lugar quienes habían trabajado en el sitio”, comenta Elvira Díaz sobre el inicio del proyecto.
En esta búsqueda, Elvira conoció a Roberto “Lelo”, quien justamente participó en los entierros. Posteriormente, se sumaron nuevas voces, sin embargo, las conversaciones estuvieron cruzadas por amenazas.
“Al principio fue difícil. Había gente que no quería hablar. Pero poco a poco se dio la confianza. Aunque hubo un problema: justo el día en que llegué con el equipo al Cementerio General me dijeron que ya no querían ser filmados ahí, porque todos habían recibido intimidaciones. Al principio había cinco o seis sepultureros, entre ellos, una mujer, pero dos de ellos se fueron de la película. Tenían miedo. Pero poco a poco me dijeron: ‘basta con el temor. Ya tuvimos miedo durante 17 años’”, comenta la realizadora.
Para la documentalista, la existencia de estas amenazas no fue una sorpresa, ya que en su opinión, en Chile, aún no se supera el trauma que significó la dictadura.
“La gente muy seguido dice: ‘se acabó esta historia, déjanos tranquilos, se va a alimentar el odio’, pero nada que ver. Como francesa, creo que es normal. Nosotros tenemos la herencia de la Segunda Guerra Mundial. Se habla de este tema constantemente. Entonces, no tengo ningún problema en ver esto. Además, todavía hay mucha impunidad. Los asesinos están vivos, en la misma calle que las víctimas y ellos se cruzan. La historia no se ha terminado y hay que rescatar estos pedazos de memoria para avanzar. Hay que aceptar lo que pasó”, comenta.
Los testimonios
La película presenta el testimonio de tres personajes principales: el “Lelo”, el “Perejil y Rogelio. Sin embargo, es sólo a partir de la conversación entre ellos cuando van surgiendo los antecedentes respecto del lugar. No hay archivos de por medio ni imágenes de detenidos desaparecidos.
Cómo durante las noches de toque de queda debían quedarse en el cementerio para continuar trabajando, quienes no soportaron la cantidad de cadáveres que se amontonaron en la morgue y cómo algunos se arriesgaron para dar información a los familiares de las víctimas son algunas de las discusiones presentes en la cinta.
“En los años ’78 y ’79 se sacaron cientos de cuerpos del Patio 29, pero no solamente de ahí. Había cuerpos en otros patios también y estos parece que son hechos que nunca fueron investigados. Hay muchos secretos todavía que buscar. Pero los sepultureros no podían hacer mucho. Eran vigilados todo el día. Entonces, fue complicado. Muchos no lograron superar esta tarea que fue terrible; cayeron en el alcohol, la locura, la depresión, uno de ellos se encerró en su casa y no volvió a trabajar. Fue una pesadilla lo que vivieron”, agrega la realizadora.
Pero más allá de los alcances del Patio 29, la película también presenta un segundo eje: la presencia de la vida y la resiliencia de quienes aún buscan los cuerpos de sus familiares.
“Este cementerio está lleno de vida y eso me impresionó mucho. Hay muchos animales, flores, colores, la gente vienen a comer, a cantar. Hacen asados entre las tumbas y eso lo encontré muy bello, igual cómo los sepultureros se relacionan con la muerte. Por lo mismo en el documental intenté plasmar la vida, en otras palabras, hacer una película sobre la vida más que de la muerte. Es decir, esta no es una película militante, ni de venganza, ni para delatar. Para mí es algo más humanista que habla de la capacidad del hombre de estar en pie de nuevo y resistir”, comenta.
Elvira Díaz nació en Francia. Es hija de refugiados políticos. Vistió Chile por primera vez en 2001. Su primera película fue Y volveré, que aborda el regreso a Chile de su tío. El Patio, que ya fue exhibido en Francia, es su tercer proyecto.