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Nury González: “La memoria es lo que constituye una obra”

Arte, memoria y archivo. Poéticas del objeto es el nombre del capítulo en el que la destacada intelectual argentina, Leonor Arfuch, aborda la obra de la artista, académica y directora del Museo de Arte Popular Americano (MAPA), Nury González. "La memoria es como un hilo conductor en mi trabajo, una constante. Y está vinculado a lo identitario, por supuesto, en el sentido de que la obra de un artista responde al momento político, histórico y cultural en el que esa obra es creada", señaló González en la siguiente entrevista a propósito del escrito de Arfuch.

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  Miércoles 1 de agosto 2018 10:51 hrs. 
Nury-González-Sala-Puntángeles

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El pasado 10 de julio se presentó en Santiago La vida narrada. Memoria, subjetividad y política, libro en el que la profesora e investigadora de la Universidad de Buenos Aires, Leonor Arfuch, reflexiona desde distintas perspectivas en torno a los conceptos que dan nombre a la publicación. En ese contexto es que dedica uno de los capítulos a analizar “la investidura afectiva de los objetos, tal como se da en algunas prácticas del arte y en relación con distintas memorias, a partir de los trabajos de dos artistas visuales contemporáneas, Nury González, de Chile, Marga Steinwasser, de Argentina”, escribe en el prólogo.

“Para mí fue una sorpresa”, afirmó Nury González, artista, académica y directora del Museo de Arte Popular Americano Tomás Lago (MAPA), al preguntarle si sabía de ello. “Leonor me mandó una copia del libro, como sorpresa. Y fue emocionante porque ella no es crítica de arte, y que una intelectual latinoamericana hable de tu trabajo, es impresionante”, añadió.

Leonor Arfuch conoció a Nury González en 2009, luego de visitar las obras que se exponían en MAC Quinta Normal, en el marco de la Trienal de Chile. Ahí tuvo la oportunidad de ver Sueño velado, instalación de Nury González que la dejó “literalmente absorta en el umbral mismo de la sala”, escribe en su libro. Al día siguiente tuvieron la oportunidad de conocerse y de empezar a construir “un vínculo desde el trabajo de cada una”, cuenta Nury González.

“El cruce me parece inquietante porque hay alguien que ha estado reflexionando sobre la memoria política, que es lo que uno también ha cargado en el imaginario durante todo su trabajo como artista. Entonces, que de repente venga alguien desde otra praxis y pueda reconocer en tu trabajo esa misma sensibilidad es impresionante, porque finalmente es la obra, de alguna manera, la que trasciende más allá de lo uno ha estado pensando”, señaló la directora del MAPA.

¿Qué rol juega en su propuesta el tema de la memoria y de la memoria política propiamente tal?

Siempre he dicho que un país sin memoria no puede existir. Creo que la memoria constituye la identidad de un país y uno siempre está cruzado por eso y no puede olvidar, porque si uno olvidara, el horror siempre volvería, aunque el horror siempre vuelve. Entonces, la memoria es como un hilo conductor en mi trabajo, una constante. Y está vinculado a lo identitario, por supuesto, en el sentido de que la obra de un artista responde al momento político, histórico y cultural en el que esa obra es creada. La memoria, creo, es lo que constituye una obra, lo que constituye un pensamiento y una propuesta también.

Y en ese contexto, ¿qué pasa con la propia historia, con la pequeña historia?

No es que la biografía de uno sea algo interesante para los otros, pero la biografía, en el fondo, es una estructura que permite construir obra y la pequeña historia es lo que constituye la gran historia, finalmente. Entonces, los países, los continentes, los pueblos, se construyen a partir de esas microhistorias que en muchos casos se cruzan, y eso es lo que constituye la identidad y la cultura de un país, creo yo. Son pequeñas historias, pequeños dramas, pequeñas alegrías que finalmente se van cruzando y muchos se pueden reconocer en eso. De hecho, yo siempre he pensando que uno está continuamente como mirando hacia atrás, y en mi caso, cuando uno es hija de una mujer que llegó a los 18 años a Chile, más todavía porque hay una historia para atrás que es puro relato. Te contaban de la Guerra Civil española y de la II Guerra Mundial en el sur de Francia, una historia de traslados, exilios, migraciones que para mí son parte fundamental de la construcción de mi imaginario, porque es a partir de esos relatos que uno va construyendo su propio camino, su propia historia.

¿Y qué es lo que usted recuerda y trae al presente a través del gesto artístico?

Soy de una generación en la que te enseñaban a bordar y a tejer como parte fundamental de tu educación por ser mujer, modos de enseñanza que tenían que ver con el espacio íntimo del hogar. Lo que pasa es que uno traslada ese saber al campo del arte y a mí ese es el gesto que me parece interesante. Uno tenía que zurcir todo paño rajado porque era un espacio que estaba marcado por la economía de guerra, entonces, nada se bota, todo se guarda, todo se remienda. Y te empiezas a dar cuenta que las cosas, los materiales, los objetos, los libros, los papeles, todos guardan en si mismos una memoria. De hecho, hay materialidades que, en algunos casos, la tecnología ha ido dejando de lado y de pronto se transforman en materiales únicos que tienen un aura especial.

De hecho, el capítulo en el que Leonor Arfuch habla de su trabajo se llama Arte, memoria y archivo. Poéticas del objeto.

Los objetos son obsesivamente fundamentales para mí. Creo que todos los objetos cotidianos están cargados de memoria, porque han tenido un uso y muchas veces están vinculados a recuerdos, a escenas que fraguan el imaginario. También creo que hay prácticas que han ido desapareciendo y que hacen que hoy en día ciertos objetos se vuelvan preciados y, en ese sentido, todo lo cotidiano y que de alguna manera le fue a uno enseñado como parte de esta educación de los años ’60 y ’70, donde uno tenía que saber bordar, tejer y coser, es algo muy cercano a ciertas prácticas del arte. Por eso para mí fue tan fácil hacer ese desplazamiento, insuflarle a todos estos oficios el aura que lleva el campo del arte. Para mí, los objetos cotidianos están cargados de memoria y dan cuenta también de una historia. Hay cosas, de hecho, que uno tiene vinculadas a ciertos momentos muy marcadores de la historia del país. Es que los objetos van correspondiendo a ciertos momentos de la historia cotidiana y van quedando en el abandono y el olvido, y de pronto se transforman en objetos preciados, cuando quizás muchas veces no tienen un mayor valor en cuanto objeto mismo, pero se cargan de valor por ese recuerdo con la cual uno los envuelve.

Fuente: Isis Díaz López / Periodista Facultad de Artes.
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