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La despenalización social del aborto

Esta dinámica ha producido una despenalización social del aborto, que quizás es tan crucial como la ley. Mujeres de generaciones mayores han contado a sus hijas y nietas que ellas también lo hicieron; mujeres y hombres han abierto sus oídos a escuchar los argumentos y luego a entender mejor.

Patricio López

  Jueves 9 de agosto 2018 14:21 hrs. 
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Hay ocasiones en que una derrota puede ser en realidad una victoria. A juzgar por las reacciones en la madrugada argentina, luego del rechazo del Senado al proyecto de despenalización del aborto, bien podría aplicarse esta frase. La movilización multitudinaria de las mujeres de ese país y el apoyo de las mujeres de otros lugares del mundo, como Chile, ya provocaron un cambio cultural, aunque por de pronto no sea posible cambiar la ley.

Según las encuestas y según lo que se vio ayer en las calles de Buenos Aires, las voluntades que apoyaban la transformación legal eran mayoritarias. El Congreso argentino, órgano de la democracia representativa, no fue representativo esta vez, en una situación que cuando se vuelve frecuente puede dar lugar a crisis del sistema político. Pero lo que ocurrió, más allá del resultado, es muy importante: se pudo dar un debate abierto sobre el aborto, se pudieron conocer las posiciones, se pudo poner encima de la mesa un tema que siempre ha existido, pero que antes estaba relegado al secreto inconfesable de las mujeres.

Esta dinámica ha producido una despenalización social del aborto, que quizás es tan crucial como la ley. Mujeres de generaciones mayores han contado a sus hijas y nietas que ellas también lo hicieron; mujeres y hombres han abierto sus oídos a escuchar los argumentos y luego a entender mejor. Y esta transformación no ocurre solo en Argentina: hace algunos meses, la Mesa Acción por el Aborto en Chile lanzó una campaña que se propuso enfrentar el imaginario negativo que se construye en torno al aborto y que califica a las mujeres como asesinas, propósito en el que se han involucrado organizaciones feministas, de derechos humanos, académicas y políticas.

La iniciativa, entonces, ha buscado sacar el debate sobre el aborto del dilema moral y que éste sea reconocido como un derecho de las mujeres a la autonomía sobre sus cuerpos.

Con este cambio en el sentido común, se modifica también el eje de la discusión que antes quedaba remitida solo a una confrontación entre posiciones conservadoras y liberales. La evidencia de que las sociedades son complejas y plurales impide que se legitimen colectivamente políticas sanitarias sobre la base de sistemas morales respetables, pero que no se pueden imponer desde el Estado a quien no los comparte. Se reabre, además, el debate sobre cuál es el mínimo sobre el cual logramos ponernos de acuerdo, que sin duda será distinto después de este proceso de despenalización social del aborto.

Para quienes con toda legitimidad están en contra, debería no ser ajeno el dato estadístico de que la prohibición no elimina su práctica. Por el contrario, castiga y pone en peligro a las mujeres que no tienen recursos y que no pueden internarse en clínicas donde el aborto, aunque clandestinamente, se realiza en condiciones seguras.

Por ello, y con justa razón, las mujeres afirman que existe una deuda de justicia del Estado con ellas. La Ley no ha cambiado, ni en Chile ni en Argentina, pero se transformaron los sentidos comunes y ése es el principio del cambio irreversible.

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