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Comentario de Teatro:

Noche mapuche, una experiencia intensa

En una sociedad en que cada vez le hacemos más el quite a ciertas emociones, ser testigos de cómo ciertos grandes relatos histórico-sociales se vuelven dolores personales termina siendo muy conmovedor. Especialmente porque algunos de esos relatos no sólo están en los titulares de cada día, sino en las vidas cotidianas de muchas personas que en el “gran relato” quedan invisibilizadas y que acá son traídas a la luz.

Antonella Estévez

  Sábado 18 de agosto 2018 11:13 hrs. 
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Ver Noche Mapuche es una experiencia intensa. La obra del escritor, dramaturgo y director Marcelo Leonart es un golpe primero a las emociones y luego a la moral del espectador. Comparte con los anteriores montajes de la compañía La Pieza Oscura –como Liceo de Niñas o El Taller– ciertos rasgos que recuerdan a una montaña rusa. Son obras de cerca de dos horas de duración que pasan por los más diversos estados emotivos. Por momentos, los personajes bromean, se ríen, bailan y cantan para luego pasar a estados de profunda sensibilidad de lo humano, y reflexiones sobre lo social y lo político.

La obra transcurre espacialmente en el living de la casa de un matrimonio “bien”, quienes están compartiendo junto a un par de invitados, un momento de relajo, alcohol, risas y anécdotas, estas últimas irán cambiando el tono y moviéndose hacia revelaciones que cambiarán el estado de las cosas. El espacio físico de esta casa se ve inundado de recuerdos y discursos sobre el pasado, movilizando la acción por momentos hacia la memoria personal e histórica, por momentos hacia el mundo de los sueños. En estos trances los personajes, y el espectador, son confrontados con la manera en que el poder –racial y económico- se ha impuesto sobre las otredades, subyugándolas y volviéndolas marginales. Desde lo mapuche, hasta lo nativo americano pasando por la negritud, diversas expresiones de lo que el “hombre blanco” ha llamado “lo otro, lo débil, lo prescindible” se hacen presentes en estas anécdotas que se vuelven relatos, que devienen denuncias.

Parte del poderoso efecto que Noche mapuche tiene sobre el espectador tiene que ver con esta profunda y muy real ambivalencia en que lo sitúa. Los personajes ríen y luego sollozan, bailan y luego se violentan, y no lo hacen como una muestra de esquizofrenia sino como resultado del relato que juntos van construyendo, producto de las transformaciones que ellos mismos van experimentando. En ese sentido los cambios emocionales que se suceden arriba del escenario son extremadamente coherentes, poniendo a quienes están en las butacas en un lugar que al mismo tiempo de interés y de extrema incomodidad. En una sociedad en que cada vez le hacemos más el quite a ciertas emociones, ser testigos de cómo ciertos grandes relatos histórico-sociales se vuelven dolores personales termina siendo muy conmovedor. Especialmente porque algunos de esos relatos no sólo están en los titulares de cada día, sino en las vidas cotidianas de muchas personas que en el “gran relato” quedan invisibilizadas y que acá son traídas a la luz.

Sólo quedan unas pocas funciones de este remontaje de Noche mapuche en el teatro Camilo Henríquez. La posibilidad de ver en escena a Daniel Alcaíno, Pablo Schwarz, Nona Fernández, Roxana Naranjo, Felipe Zepeda y Macarena Fuentes, bajo la dirección de Marcelo Leonart es una experiencia que recomiendo para quienes están dispuestos a ser movilizados más allá de lo superficial. Es posible que para quien se haya expuesto a este montaje las noticias de cada día se vean un poco distintas y eso es un enorme mérito.

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