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La Psicología Comunitaria y su aporte al escenario social de Chile

Columna de opinión por Germán Rozas
Lunes 27 de agosto 2018 10:42 hrs.


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Hace poco tiempo atrás vivimos una oleada feminista en distintos espacios universitarios, que dieron lugar a una tensa reflexión entre mujeres y hombres sobre su relación mutua vinculada al tema del poder. Podríamos decir que este es el conflicto más relevante del siglo XXI.

Es probable, pero,  no es el único conflicto importante, al menos hay dos más: Uno de ellos tiene que ver con las demandas indígenas y otro con la fuerte migración hacia el país del cual nuestro territorio está siendo actualmente objeto. También hace un tiempo atrás, Daniel Zamudio, un joven homosexual fue agredido y muerto en un parque por jóvenes de edad similar contrarios a esa expresión sexual, sería un tercer problema hoy presente.

Sin duda hay otros conflictos vigentes hoy en día,  no obstante, los ya mencionados son muy diferentes a otros que estuvieron presentes en nuestra sociedad en el pasado y que tuvieron una altísima relevancia, como fueron los problemas laborales vinculados a  la falta de  trabajo  o dicho de otra forma a los bajos salarios  y, por otro lado, el flagelo de  la pobreza.

Estos son y han sido traumas sociales que en el marco de diferentes disciplinas, nuestra sociedad  ha buscado solucionar, incluida la psicología social comunitaria,  rama de la ciencia que tendrá la ocasión de celebrar por primera vez en Chile la Séptima Conferencia Internacional  de Psicología Comunitaria a desarrollarse los primeros días de octubre en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile.

Desde esta disciplina entonces, algunas explicaciones sobre los conflictos mencionados.

Por un lado entre las actuales dificultades ya indicadas, y las de antaño, hay varias distinciones.  Una de ellas es que los desastres en el ámbito laboral fueron visualizados desde  las diferencias de clase y además focalizados en el campo de lo económico.  Donde  la variedad de sujetos sociales presentes en nuestra sociedad, fueron incluidos e  invisibilizados bajo un núcleo principal  centrado en la disputa entre los trabajadores y los empresarios por el control de las  ganancias. Todo ello se expresó en huelgas y marchas, contra  medidas represivas o políticas sociales disuasivas, como una forma de no disminuir los privilegios a la elite dueña de la empresa, y su enfoque liberal o neoliberal.

El elemento transversal de este conflicto entre trabajadores y empresarios era que unos y otros estaban de acuerdo, en cierto modo, sobre el futuro de la sociedad y la búsqueda de un país moderno, desarrollado, con alta calidad de vida, uso de la tecnología, inserto satisfactoriamente en la economía internacional.

Ese conflicto de antaño,  ya no es el mismo tipo que los  actuales  del siglo XXI, donde no interesa particularmente  resolver la cuestión económica sino atacar  una lucha social, que se expresa más bien en el ámbito relacional.  Campo que tiene dos derivadas: Una es el tema de la identidad y otra es el área de otras visiones del desarrollo, que colinda estrechamente con diversas cosmovisiones culturales de vida. Veamos algunos de los problemas ya mencionados.

El feminismo, principalmente no es una lucha por una ganancia económica sino sobre la injusta y desigual distribución del poder a favor de los hombres, en detrimento de las mujeres. Problema que afecta a las mujeres de clase baja, de clase alta, a mujeres  militantes de partidos de izquierda, a mujeres de grupos indígenas, campesinos, etc. Es un conflicto que tiene una expresión completamente transversal en todos los rincones de nuestra sociedad. Es un problema relacional.

Las reivindicaciones de personas con otras orientaciones sexuales, homosexuales o lesbianas, transexuales, entre otros, apunta a un complejo  ámbito  que es reconocimiento de una identidad sexual distinta.  Mucho más allá de las establecidas y promocionadas por las sociedades modernas, que básicamente circulan en la defensa del matrimonio entre un hombre y una mujer.

Y, finalmente  el movimiento indígena nos viene a plantear que su reivindicación principal, fuera de las demandas por tierras,  es el reconocimiento de la sociedad mayor de su existencia como una nación. Que no  implica, construir un país aparte ni algún tipo de separatismo, sino la comprensión  por parte de todos los sectores de la sociedad de lo pluricultural y por tanto de lo plurinacional, es decir un país con varios naciones como ocurre en Bélgica,  India, Sudáfrica, Canadá, Suiza, entre otros.

Todas estas demandas contemporáneas y recientes tiene un aspecto en común, la diversidad.  Son reivindicaciones que exigen a nuestra sociedad un cambio, una evolución, un gran  transformación que llora a gritos que ocurra, pues la población ya no quiere más, no le interesa más ser catalogada, definida, nominada, encasilla bajo una sola  identidad, bajo una cosmovisión que no es la que los constituye.  Como dirían algunos autores, las sociedades monoculturales ya no tienen cabida, hoy día es el momento de la pluralidad, de los diferentes.

Entonces, cual es la tarea de la Psicología Social Comunitaria, precisamente trabajar con  diferentes grupos y desarrollar un acercamiento.  Pero, esta pretensión de mejora en las relaciones, no es simplemente ponerlos de acuerdo sobre una meta común, sino algo muchísimo más complejo que es entrar en el flujo de la conformación de las identidades. Esto por cuanto no es que un grupo exista per se, sino que su consolidación depende del otro, del vínculo, de la comparación,  en definitiva de la construcción mutua.

La terminología más cercana al respecto es el diálogo, el debate colectivo, la intersubjetividad, la interculturalidad e incluso el trabajo con  otras dimensiones como es el diálogo de saberes.

Estos temas  y otros, son lo que estarán en la mesa de análisis de la Séptima Conferencia Internacional de Psicología Social Comunitaria, el cual esperamos convoque a la sociedad toda a una reflexión sobre la diversidad, pero no sólo eso, sino invite a mejorar lo relacional en la explosión de sujetos sociales que  ya no quieren más modernidad sino un cambio de civilización.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.