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Cuidar a un adulto mayor. La invisibilidad de un trabajo emocional

Columna de opinión por Josefa Palacios
Sábado 8 de septiembre 2018 11:10 hrs.


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Cuando era una niña, solía visitar a mi abuelo Sergio. Él era viudo, padre de cinco hijos, tres mujeres y dos hombres. Mi papá, es el menor.  Mi abuelo vivía con una de mis tías, la menor de las mujeres, la última en irse de la casa de sus papás. Ella estaba casada, tenía un hijo y no trabajaba fuera de la casa. Vivía en Santiago como mi abuelo. Tenía una buena situación económica. En esos años, nunca nadie cuestionó que fuera ella la cuidadora principal de mi abuelo, parecía obvio porque él tenía que vivir con una hija mujer, la menor, la de Santiago y aquella con buena situación económica.

Visitando a mi abuelo en la casa de mi tía, me volví muy cercana a ella. Tomé consciencia de las complejidades de su vida cotidiana como la responsable del cuidado de mi abuelo. Fui testigo del cariño y las sonrisas que formaban parte de la relación de cuidado, y también del esfuerzo, la soledad o incomprensión que a veces vivía. Me di cuenta de que cuidar a un adulto mayor pasa desapercibido para quienes no cuidan, siendo que es un trabajo complejo, que puede ser muy lindo pero muy duro a la vez.  El libro Cuidar a un adulto mayor. La invisibilidad de un trabajo emocional, a través de los relatos de 42 personas que cuidan, nos muestra también esta dualidad y nos ayuda a comprender que cada cuidador o cuidadora de un pariente adulto mayor no es el único o la única en sentir alegrías, rabias, cansancio, amor, enojo, etc.

El cuidado es un trabajo. Un trabajo duro que no recibe compensación económica y pocas veces una valoración social. Pero no es un trabajo cualquiera porque es eminentemente un trabajo emocional. Cuidar puede ser emocionalmente gratificante para algunas personas a pesar de la carga de trabajo. Silvia, quien cuida a su madre con dependencia severa, en una situación de precariedad económica, sola y sin el apoyo de nadie, nos cuenta:

“Para mí, todos los días son iguales, sin vacaciones, sin fiestas, nada. Me levanto a las 5 de la mañana para cambiarle los pañales a mi mamá. A veces me quedo despierta desde de las cinco. Me ducho, pongo la tetera y después de cambiarla le doy el desayuno. Luego hago las cosas de la casa y en seguida cocino. Cada vez que puedo, solo si mi mamá está durmiendo y si he terminado con todo lo demás, me recuesto en algún lado y me duermo, alrededor de las 5 de la tarde, pero no es que pueda hacerlo todos los días. De vez en cuando, salgo de la casa por las tardes, solo para comprar pan, luego vuelvo corriendo. Por la noche estoy tan cansada que pongo mi cabeza en la almohada y me olvido de todo. Esa es mi vida. Mi madre es lo primero; ella está por encima de todo”.

Este libro nos ayuda a entender lo que significa cuidar, que es más que un conjunto de tareas. Es un trabajo emocional anclado en relaciones sociales y en la historia personal de quienes cuidan.  El relato de Victoria, hija única y cuidadora de su madre,  representa bien la importancia de este punto. Ella dice:

No puedo aceptar mi situación, no puedo aceptar las obligaciones, nunca me han gustado las obligaciones, excepto cuando trabajaba. Tener que levantarse temprano para atenderla, tener horarios para todo: sus remedios, sus comidas… Es difícil, y sé que debería estar agradecida porque, en comparación con otras personas, mi situación es buena. Lo que pasa es que tengo temas del pasado, rabias, recuerdos, está claro que ella no era una madre perfecta, tal vez yo tampoco, pero con mi hijo tengo una buena relación, él se preocupa por mí y yo me preocupo por él, entonces es una historia diferente, hemos tenido una relación muy diferente en comparación con la que yo tuve con mi mamá.

Como Victoria y Silvia hay muchas. Y algunos. Hay quienes encuentran una tremenda gratificación en el cuidado de sus padres o madres a pesar de las adversidades, como en el caso de Silvia. Hay quienes quisieran que la situación fuera diferente.  Hay también quienes sienten ambas cosas a la vez. Para todas esas personas que cuidan, tanto para las que sienten una gratificación como para quienes quisieran que todo fuera diferente, cuidar a un adulto mayor es un trabajo con drásticas implicancias emocionales, económicas y sociales.

Hace más de quince años, pasé algunos meses en Madrid. Todavía recuerdo mi sorpresa al ver el número de adultos mayores que veía cada día, en las calles, los parques, en buses, cines, iglesias. Era una sociedad envejecida. Volví a Chile motivada por saber qué pasaba con el envejecimiento de la población. En Chile no se hablaba casi del tema, siendo que la población estaba envejeciendo rápido. De hecho, mucho más rápido de lo que se había demorado en envejecer la población europea, pero con un nivel de desarrollo bastante menor. Y si en ese momento el envejecimiento no era un tema, mucho menos lo era el cuidado de los adultos mayores. Con este libro entendemos las implicancias sociales, de género y desigualdades económicas, que trae un régimen de cuidado que depende casi exclusivamente de la familia, y para ser más precisa, de las mujeres dentro de las familias. Las mujeres que cuidan a un pariente anciano no reciben un sueldo, no ahorran para sus pensiones, y seguramente serán cuidadas ellas mismas por una hija en el futuro, reproduciendo así la dramática pobreza y la desigualdad social y de género.

Hace siete años hice una práctica en la OCDE, la organización para la cooperación y el desarrollo económico, el club de las buenas prácticas. Ahí trabajé en un proyecto sobre cómo los países organizan el cuidado de personas mayores. Chile, a pesar de ser parte de la OCDE, no participó en ese proyecto. ¿Por qué no, pregunté? No había mostrado interés, me respondieron.  Constaté en ese momento cómo, a pesar del envejecimiento de la población, el cuidado de las personas mayores no era un tema prioritario en nuestro país. Al ver cómo se organizaba el cuidado en países como Francia, España o Japón, vi también que no tenía que ser necesariamente la familia la casi única y exclusiva responsable del cuidado. Hay países donde se apoya una distribución más equitativa del cuidado de adultos mayores entre la sociedad. Países en donde las políticas apoyan a la familia en el cuidado y a veces también proponen opciones de buena calidad cuando la familia no puede cuidar. Entonces, ya no era necesariamente obvio que mi tía tenía que ser la cuidadora de mi abuelo sin el apoyo de nadie más. No es necesariamente obvio que las mujeres dentro de una familia son por naturaleza las únicas responsables del cuidado. En este libro vemos cómo se vive esa falta de apoyo público y privado en el cuidado y por qué es urgente apoyar a las familias en este trabajo, que debería ser responsabilidad de todos.

En ese momento, en el 2013, comencé la investigación que culmina con este libro. Quería estudiar opciones de políticas públicas para el cuidado de los adultos mayores. Pero rápidamente, por la falta de investigaciones y conocimientos sobre los cuidados de adultos mayores,  me di cuenta de que había un paso anterior a esa pregunta de investigación, había que entender primero cómo se vivía el cuidado de los adultos mayores, puertas adentro. Solo esclareciendo esas situaciones se podrían encontrar soluciones de apoyo. Entonces quise entender el cuidado. Quería  sacarlo a la luz. Quería dar a conocer la vida cotidiana de aquellos que asumen la responsabilidad del cuidado. Quería revelar este mundo invisible. Quería, sobretodo, mostrarlo para iniciar una discusión. Quería mostrarlo también para que quienes cuidan a un adulto mayor vean que no están solos en su trabajo ni en muchas de las emociones que sienten al respecto.

El libro es una invitación para comprender un tema que cruza o que cruzará la vida de todos los que estamos aquí. Muchos de nosotros tenemos o tendremos padres o suegros que necesitarán cuidado. Muchos de nosotros llegaremos a un punto en que necesitaremos que alguien nos cuide. Es una invitación a descubrir y a reflexionar sobre las complejidades y emociones que están implicadas en las experiencias de un tema que debería ser responsabilidad de todos, sin embargo, hasta ahora recae casi exclusivamente en un grupo sin voz.

 

 

*** Discurso de presentación del libro Cuidar a un adulto mayor. La invisibilidad de un trabajo emocional de Ediciones Radio Universidad de Chile. Escrito por su autora Josefa Palacios para el lanzamiento del texto el pasado 4 de septiembre.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.