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El ejército de Chile de 1879 y el de 1973

Columna de opinión por Roberto Ávila
Jueves 20 de septiembre 2018 7:27 hrs.


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En las fiestas patrias es habitual ver a tropas del ejército marchar a los sones del hermoso himno “Adiós al Séptimo de Línea”. Esto tiene una significación muy profunda. Hay una auto percepción del mundo militar que los señala como únicos depositarios del patriotismo en desmedro del mundo civil. De otra parte el pasado glorioso y victorioso de la guerra del Pacífico es reivindicado como un patrimonio propio y exclusivo de las fuerzas armadas.

Las fuerzas armadas actuales tienen continuidad histórica y doctrinaria con las de 1973, en tanto aún conservan en sus cuarteles retratos y monumentos de sujetos como el genocida  de Manuel Contreras o el Almirante Merino,  se esforzaron por liberar a Pinochet en Londres y nunca han querido colaborar con la verdad en los procesos judiciales por crímenes de Lesa humanidad.

Creo que, en estas circunstancias, el ejército de Chile de nuestros tiempos carece de legitimidad histórica para reclamar para sí y de manera exclusiva y excluyente las glorias del ejército chileno de 1879. Fundo esta tesis en los siguientes hechos y circunstancias:

1.- El ejército chileno de línea (profesional) tenía alrededor de 3.000 miembros al inicio del conflicto. Durante la guerra del Pacífico reconocieron filas alrededor de 70 mil soldados. La composición de la fuerza fue básicamente cubierta por civiles. 
 
Desde un punto de vista social los soldados chilenos salieron “de las chozas y los palacios” como dijo Vicuña Mackenna. La oligarquía defendía sus capitales y los mineros sus fuentes de trabajo acudiendo masivamente a presentarse como voluntarios. Los obreros mineros incorporaron el corvo al armamento regular del ejército.

En la guerra los civiles también tuvieron una acción determinante en la conducción. Destacan primero como ministro de defensa en campaña don Rafael Sotomayor, que dotó al ejército expedicionario de una formidable y meticulosa logística labor que continuó don José Francisco Vergara y que en la armada desempeño don Eusebio Lillo. Los adversarios no tuvieron esa logística y lo pagaron muy caro como en la desastrosa retirada de Camarones del general Hilarión Daza.

La victoria del 79 fue del pueblo de Chile en su conjunto no es una victoria de las fuerzas armadas por sí mismas.

2.- El trato a los prisioneros fue diametralmente distinto y nos habla de dos éticas en las antípodas. Luego de la sangrienta batalla de Tacna (Alto de la Alianza) en que el ejército aliado fue despedazado y nuestro ejército tuvo más de 2.000 bajas, los servicios sanitarios al mando del dr Ramón Allende Padín (abuelo de Salvador Allende) atendieron a los heridos de los tres ejércitos por igual. El herido comandante del ejército Boliviano Eliodoro Camacho le debió la vida a esta noble actitud. Cuando se capturo el Huáscar los oficiales chilenos del blindado Cochrane cedieron sus cabinas a los oficiales peruanos heridos.

En 1973 el ejército chileno, montó campos de concentración en los que se torturó, asesinó, violó  y vejó a sus propios compatriotas.

3.- Actuando como fuerza de ocupación y teniendo presente que el ejército de Chile actué como tal en Chile es por sí mismo un abuso y una felonía, los comportamientos fueron diametralmente distintos.

El general Baquedano, para evitar abusos con la población civil,  no permitió que el ejército con el fragor del combate en el cuerpo entrara en Tacna y luego en Lima y se envió primero a lo más selecto de la caballería para mantener el orden. Cuando en el balneario de Miraflores, durante la batalla por Lima, donde se atrincheraron fuerzas peruanas se cometieron abusos y excesos,  estos fueron reprimidos con firmeza y al día siguiente más de 100 soldados chilenos fueron fusilados por ello. Así actúa un ejército con sentido del honor.

Todos sabemos cómo actuó el ejército chileno en 1973 en nuestras propias ciudades y como el Estadio Nacional fue una fábrica de abusos y crímenes con población civil.

4.- El uso de la fuerza del ejército chileno durante la ocupación de Lima fue ponderado y racional. Se le pidió primero a los Tribunales peruanos volver a sus labores y ante su negativa se dictaron leyes para el ejercicio jurisdiccional. El ejército chileno actuó a cara descubierta y con procedimientos justos. Esto lo reconocen aún los historiadores peruanos a quienes y como es obvio don Patricio Lynch, gobernador durante la ocupación, no les resulta persona muy grata.

El ejército de 1973 creo la DINA y luego la CNI que actuando en la oscuridad propia de los delincuentes, mentían a los tribunales, se burlaban de los familiares y asesinaban chilenos y chilenas.

5.- El ejército de Chile actuó como una fuerza libertaria a partir de la expedición Lynch  en el norte peruano. Miles de ciudadanos chinos que estaban esclavizados en las haciendas de Trujillo fueron liberados y voluntariamente se unieron a  nuestro ejército al mando de su líder Quintín Quintana y participando en las batallas de Chorrillos y Miraflores.

En 1973 se asesinaron a muchos extranjeros avecindados en Chile, ciudadanos Uruguayos fueron asesinados en Puente Alto haciéndoles comer vidrio molido. Una ciudadana argentina embarazada de 7 meses fue acribillada en las cercanías del túnel Lo Prado. Una ciudadana mexicana y un ciudadano argentino desarmados fueron acribillados luego de arrebatarles su bebé.

6.- La fraternidad entre los componentes del ejército de 1879 fue amplia, generosa y total fueron compatriotas y hermanos. Todos los testimonios de los combatientes relatan el buen trato a la tropa y como no se hacía ningún tipo de distingo social. Esto contrastaba vivamente con las prácticas del ejército aliado.

El ejército de Chile de 1973 asesinó a muchos de sus propias filas como los generales Prats, Lutz, Bonilla, el coronel Huber, el capitán Heyder y el conscripto Nash, entre otros. La Fuerza a Aérea (FACH) se cebó en abusos y torturas con su propio personal acusando a Bachelet y otros de traición a la Patria, Consejo de Guerra que ha sido anulado por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y por la Corte Suprema. Decenas de marinos fueron torturados y vejados aún antes del golpe.

7.- La actitud de la oficialidad ante la adversidad es muy distinta. Sabemos del heroísmo del capitán y abogado Prat cuando todo estaba perdido, sus oficiales volvieron a intentar el abordaje. Cuando una compañía chilena queda rodeada en La Concepción no se rinde y ´parte hacia la gloria con una carga final a la bayoneta.

Pinochet en Londres lloraba pidiendo lo sacaran de allí. Luego dijo que “Contreras se arrancaba con los tarros”. Su escolta en el cajón del Maipo sólo atinó a  buscar su propio escondite dejando al escoltado que huyera por sus propios medios. No hay un solo oficial de alta graduación que haya asumido su responsabilidad en los procesos judiciales por crímenes de Lesa Humanidad y de esta manera liberar a cabos y subtenientes de la época. Cada cual se salva sólo.

8.- El ejército de 1879 respondió a la necesidad de velar por los intereses de la nación toda afectada por el desconocimiento de Bolivia del Tratado de 1874 y la maquinación agresiva del tratado militar con Perú de 1873, al que se trató de arrastrar a Argentina para agredirnos en patota.

El ejército de 1973 actuó como mandatario de la política exterior norteamericana.

Son dos ejércitos distintos, con éticas distintas y con propósitos distintos.

 

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.