En octubre 2015, el entonces ex ministro de la Cultura fue el orador principal en la ceremonia de constitución de una Multigremial de militares jubilados. Ante una organización que reivindica el golpe de 1973, niega los crímenes de la dictadura y brega por la liberación de los represores condenados, Roberto Ampuero caracterizó la izquierda chilena como una amenaza para el país. Se trata de una sorprendente reedición de la doctrina de seguridad nacional, ante una concurrencia que la practicó intensamente.
La constitución de la Multigremial el 28 y 29 de octubre 2015 aparece como una respuesta a un veredicto de la Corte Suprema, publicado una semana antes, que procesa a 16 miembros de la Armada por las torturas infligidas a los marinos constitucionalistas en 1973. Dos centenares de asociaciones de uniformados jubilados convocan esta asamblea en Valparaíso en signo de apoyo a los procesados.
Una breve visita al sitio web de la Multigremial permite constatar que se trata de una asociación de ardientes defensores del golpe de Estado, (exhiben un ‘documental’ que considera el 11 de septiembre la fecha fundacional del Chile del siglo XXI) y que su primer objetivo explícito es hacer un “esfuerzo comprometido y sin claudicaciones” para ayudar a los militares “perseguidos por la justicia” y “reparar la injusticia que con ellos se comete y poner término a tan encarnizada y desigual persecución”. Entre sus miembros hay procesados por torturas como Cristián Labbé o Luis Kohler Herrera. Este último siguió una “formación” antiguerrillas en Estados Unidos y luego comandó el primer equipo de torturadores que operó en Chile en 1973, contra los marinos antigolpistas. Y siguió torturando después del golpe de Estado.
Después de desearles mucho éxito y unidad “en esta importante reunión fundacional”, Roberto Ampuero anuncia su conferencia Hegemonía del jacobinismo en la Nueva Mayoría (en YouTube). Hay dos formas –explica– de revoluciones de izquierda. Las que tomaron el poder a través de las armas como Lenin o Fidel Castro. Pero con Chávez las cosas han cambiado; la “revolución 2.0” busca la hegemonía cultural de la izquierda; es gradual y aprovecha la democracia parlamentaria.
Luego llama a sus “queridas amigas y amigos” a ser particularmente vigilantes ante esta segunda forma. Ya que, “nuestro sistema de alerta temprano ante el surgimiento de regímenes autoritarios o dictatoriales de izquierda suele activarse ante el primero”. Pero es más difícil reaccionar ante la amenaza del socialismo del siglo XXI. (Dice “nuestro”, es decir el “sistema de alerta” de los ex militares asistentes y el de él).
Esta nueva amenaza –prosigue– también existe en Chile: la “izquierda jacobina” en la Nueva Mayoría. La componen las corrientes que participan en el Foro de Sao Paulo: la Izquierda Cristiana, el Movimiento Amplio Social, el MIR, el PC, el PH, el PS, el Partido Socialismo Allendista y Revolución Democrática. Estas se identifican con Cuba, Corea del Norte, Venezuela, y sienten nostalgia del ex campo socialista.
Enseguida identifica los motivos: inoculan la división social; son antineoliberales y anticapitalistas; propugnan la construcción del socialismo y de la patria grande América Latina; se oponen a la Alianza del Pacífico; definen el derecho de Bolivia a una salida soberana al Pacífico; apoyan incondicionalmente los procesos de Cuba, Venezuela, Ecuador y Argentina; rescatan a Allende y desean refundar el país.
Su conclusión es que desea un país de diálogo y consensos ya que “sólo de esta forma podremos enfrentar con solidez y estabilidad los desafíos refundacionales que, a mi juicio, nos asechan.” E insiste: “muchos de los grandes riesgos que hoy amenazan al país no están hoy a la vista de todos los ciudadanos”. “Mucho éxito, muchas gracias”.
Primero, sorprende lo “no dicho” durante la conferencia. Ante una asamblea de ex militares activos bajo dictadura, opta por silenciar el terror dictatorial planificado del cual él mismo debió escapar y consiguió ponerse a salvo gracias a la solidaridad de Cuba. Tampoco menciona los escasos y tardíos procesos jurídicos contra los represores.
Resulta también discutible su teoría de liminar la acción política al diálogo y al consenso. Existe, en efecto, una relación estrecha entre el modelo económico y las instituciones impuestas por la dictadura, y los crímenes masivos que aterrorizaron a la población. Se torturó y mató para que no hubiera oposición a las AFP, ISAPRES, Plan Laboral, privatizaciones, y a las instituciones con los consolidan como las leyes orgánicas y la constitución de 1980. Pretender que esto sólo puede ser modificado por “consenso” significa que las reformas son posibles únicamente cuando la derecha, o una parte significativa de ella, da su asentimiento. En este caso, limitar las reformas al “consenso” es una forma de prolongar el modelo impuesto. La solución democrática es devolver la soberanía al pueblo: que los chilenos puedan reflexionar, debatir y decidir de sus opciones económicas y de sus instituciones, a través del sufragio.
Los vicios que Ampuero critica a la izquierda (socialismo, patria grande, rencuentro entre Bolivia y el mar, reivindicar Allende, y deseos de refundar el país) son posturas políticas perfectamente legítimas. Merecen respeto y deben ser parte del debate democrático.
Paradójicamente, el actual Canciller no proporciona argumentos que las impugnen. Su opción es presentar a la izquierda como una amenaza, lo que es una forma apenas encubierta de criminalizar opiniones. Al conferenciar sobre el “riesgo” que representa la izquierda a una asamblea de militares pinochetistas –algunos de ellos ex represores– Ampuero les proporciona un marco teórico que resucita las teorías que incitaron el exterminio del “enemigo interno”, justificando, indirectamente, los crímenes perpetrados contra “riesgos” equivalentes en el pasado. Y puede también dar razones a otros “salvapatrias” ansiosos de actuar hoy día contra estos desafíos que “nos asechan”.
Es simplemente inaceptable que se califique a la izquierda como un “riesgo que amenaza al país” y se llame a enfrentarla a militares que, no hace mucho, se dedicaban a “extirparla” a nombre de la doctrina de le seguridad nacional. Es más que un error; es una falta mayor reveladora de las posiciones extremas.