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Bolsonaro y el rol del centro político en tiempos del populismo

Columna de opinión por Carlos Pérez
Viernes 26 de octubre 2018 11:46 hrs.


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El paroxismo político en el que ha caído una parte de la derecha chilena, arrastrada por el ‘fenómeno Bolsonaro’ y el exdiputado José Antonio Kast, nos sitúa como país en tiempos de farándula y desvalorización de la obra democrática que hemos construido desde 1990 a la fecha, la que, por lo demás, es internacionalmente reconocida y valorada en todo el mundo.

Es, en términos concretos, la expresión de voluntad de dos polos minoritarios y extremos, uno de derecha dura que es ajena a Chile Vamos, y otro de una izquierda radicalizada del Partido Comunista, el Frente Amplio, sectores del Partido Socialista y otros actores menores, que coinciden en la necesidad de desconocer el rol del centro político.

Juntos, aunque estén en bandos contrarios, desahucian la mayoría política que representó la recordada Concertación de Partidos por la Democracia y que actualmente se ve reflejada por la actual coalición de Gobierno, desde donde la centroderecha democrática y el centro político regionalista cimentaron el triunfo electoral de Sebastián Piñera.

En este contexto, resulta necesario reconocer que transcurridos los primeros siete meses de gestión presidencial existe una cierta fracción de derecha dura que intenta instalar un clima de fuerte polarización, para así horquillar y obligar al electorado a elegir entre el líder de Acción Republicana (JAK) y la izquierda radicalizada. Ambos sectores, de marcada desafección con nuestro modelo democrático, se complementan a la perfección cuando se trata de extremar las legítimas diferencias que son propias de un sano pluralismo. Sin rodeos, se necesitan desesperadamente para justificar su propia existencia febril.

El problema es que al no existir -hasta ahora- una propuesta de centroizquierda democrática acorde al siglo XXI que se agrupe en torno a un programa y a una definición profunda de lo que pretende ofrecer al país, el polo izquierdista intenta hegemonizar este espacio -me temo que con cierta viabilidad- e imponer su sesgo de ‘neo vía chilena al socialismo’.

Para peor, la centroizquierda sucumbe ante un recambio generacional maximalista y de marcado tono regresivo.

Por lo tanto, ante este escenario real y concreto, la misión de Chile Vamos y el propio Gobierno consiste en renovar su compromiso democrático e insistir con decisión en la fórmula que logró unir a la centroderecha con el centro político en una mayoría política, social y electoral, y que ahora debe neutralizar todo intento polarizador desde la derecha extrema y sumar a sectores de la diáspora democratacristiana, además de Ciudadanos, el Partido Radical y el PPD. La tarea se avizora difícil, pero necesaria.

Para PRI Demócrata llegó el momento de frenar todo asomo de polarización. Es el tiempo de rechazar el intento de los dos extremos de poner al país entre la espada y la pared y someterlos a escoger entre la derecha dura y la izquierda.

Con dureza, la historia reciente nos ha enseñado que este camino nunca llevará a Chile al desarrollo, a la justicia y a la paz social. Cometer nuevamente este error sería garrafal, dado que involucra transitar al debilitamiento profundo de nuestra convivencia e institucionalidad.

En suma, Chile Vamos debe reafirmar sus convicciones democráticas, potenciar desde ya sus propios liderazgos presidenciales y rechazar la tentación populista.

El autor es publicista y actualmente ocupa el cargo de secretario general del PRI Demócrata.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.