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Crítica al manifiesto por la ciencia

Columna de opinión por Cristhoper Jaña
Lunes 29 de octubre 2018 16:13 hrs.


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El autor es Licenciado en Ciencias de la Ing. Electrónica y militante del movimiento SOL.

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Hace unos meses que se publica en el Diario Oficial, la creación del Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación, contexto que invita a construir el espacio donde tanto investigadores y desarrolladores puedan desenvolverse pensando en el futuro de Chile.

El mundo político siempre ha estado más cercano a las humanidades. Sin embargo, ha habido atisbos de esto en áreas de la ciencia, siendo el Manifiesto por la Ciencia uno de ellos. Dado el contexto en el cual se ha desarrollado el CONICYT, ha moldeado estructuras que no son convenientes de implementar para la creación de un ministerio. La precariedad laboral, la falta de liderazgo político y la casi nula existencia de luchas, hacen del área de las ciencias un sector maleable y de fácil ruptura. Este libro, si bien es un avance, no desarrolla de manera moderna y social, muchas de las necesidades propias de una sociedad, no hay un desarrollo integrador ni tampoco hay un discurso político elaborado que permita visualizar la sociedad chilena desde los ojos de la ciencia. Es por ello que, para evitar replicar modelos que no funcionaron o tomar modelos existentes y creer mejorarlos, es necesario criticar y comenzar a desarrollar una visión actualizada de la política en ciencia, en particular, de este libro.

No cruzo el primer capítulo cuando se manifiesta que “la motivación del científico es resolver un problema que sea de su interés e intentar resolverlo”. Esto deja inmediatamente de lado toda posible construcción social, algo que explicita la precariedad social de esta área.

Sin embargo, con la creación del Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación, se involucra la acción estatal e interacciones interministeriales –ya sea teniendo un rol colaborador o de dirección–, permitiendo generar una variedad de problemas a resolver mucho mayor, lo que obliga al Estado a disponer de científicos que sean capaces de atender estos problemas y/o abrirse a la oportunidad de desarrollar nuevas investigaciones que permitan dar con la resolución de estos problemas a futuro.

Consideremos lo siguiente: Antropología. Por definición, debería ser uno de los motores importantes de la sociedad en ámbitos de la investigación científica. El estudio de una población o grupo humano, puede llevar a resultados que pueden estar indirectamente relacionados con cualquier área. En este caso podríamos pensar que existe una correlación entre algún comportamiento de la población y el desarrollo de alguna enfermedad y/o alguna condición que los excluye de padecer una enfermedad. Esto permite desarrollar investigación en áreas biológicas asociadas a los estudios de esta condición. ¿Qué sucede cuando se llega a una solución? Esta se debe implementar. ¿Cómo? Ese es un dilema importante, si no se tiene la tecnología para desarrollar la solución, es necesario potenciar y crear áreas que permitan lograr este objetivo, por lo que es necesario invertir en el desarrollo de esta tecnología para implementar un descubrimiento científico sobre una población que tiene un problema descubierto a partir de estudios sociales.

Es por esto último que es necesario desarrollar mayor discusión en áreas transversales y orientar la creación del Ministerio. La transferencia tecnológica debe ser algo natural producto de la sinergia en todas las áreas de la ciencia[1]. Debe ser prioridad del ministerio proveer y promover el desarrollo de estas áreas.

Sin embargo –no puedo quitarle valor a este texto–, en los siguientes capítulos, se presenta el relato y contexto en el cual se ha ido desarrollando la ciencia desde la creación del CONICYT en 1967 y como se hace evidente la precarización en niveles impensados, desde algo tan simple como la difusión, la orientación política, económica y social, los presupuestos y un sinfín de otras que muestran el nulo intento por querer generar desarrollos en ciencias y las diversas áreas del conocimiento involucrado.

Uno de los problemas más graves es la orientación política, económica y social. Desde la creación del CONICYT, se refleja la ignorancia con la cual la política intenta implementar y/u orientar la investigación y el desarrollo. Se inicia con algo tan simple como “copiemos lo que viene de afuera”, para que con Allende, orientarse exclusivamente a la sociedad para luego (con el golpe militar en 1973 más la transición a la democracia en 1990) llegar a políticas completamente enfocadas en el extractivismo, que limitan el capital humano nacional en grandes proporciones. Ejemplos claros de esto podemos ver regularmente en empresas que trabajan alrededor de CODELCO, en donde los fracasos de varias investigaciones (que si bien tienen un excelente desarrollo metodológico en su área específica) terminen siendo desastrosas.

Finalmente se presentan varias ideas que permiten la futura orientación de la ciencia y que – tal como el autor del manifiesto menciona– desde mi visión personal, dada la experiencia y constante búsqueda de las problemáticas de los entornos en los cuales me desarrollé, me atrevo a comenzar a enumerarlas y criticarlas:

Restaurar la visión de la ciencia como un derecho.

En este aspecto, no diverjo para nada. Es fundamental que la ciencia sea vista como un derecho y que quienes estén o estemos involucrados en ella tengamos toda la libertad para desarrollarnos como seres humanos.

Democratizar la ciencia.

La ciencia no necesita ser democratizada, solo se debe desarrollar. Es el Estado quien debe aunar todas las problemáticas de la ciudadanía, para así operar resolviendo los problemas de esta. Las consultas democráticas sólo terminan orientando la investigación a elementos acotados, lo que limita la investigación en áreas específicas, generando posibles problemas para con nuevas áreas y/o desarrollos de largo plazo (que requieran décadas).

Promover una cultura que valorice la ciencia

La ciencia, o mejor dicho, las áreas de la ciencia, deben valorizarse en sí mismas e intervenir en las diferentes áreas. No basta con pedir “el o la experta en el horario prime” o empujar más programas científicos. La orientación debe ser mayor, se debe involucrar en la definición de la malla curricular estatal, de la misma manera que la filosofía se encuentra involucrada. El rechazo de esta incorporación al currículum escolar demuestra la falta de conocimiento, interés y enfoque político de la ciencia como tal, lo que implica que deben ser los investigadores y docentes quienes se deben encargar de que la ciencia sea parte de la filosofía, por definición de esta última.

Sin embargo, este punto lleva a la vista la necesidad de que tanto el Ministerio de Cultura como el Ministerio de Ciencia se valoren y empoderen del desarrollo intelectual del país.

Liderar la innovación que requiere el país

¿Cuál es la innovación que requiere el país? Este punto es importante, pues es la manera en la cual el conocimiento es aplicado, esto ya no es tarea solo de un científico o investigador, esto ya es parte de las escuelas de ingeniería, son estas quienes deben encargarse de empujar los avances en las diversas ciencias hacia la aplicación práctica en el país o el mundo.

No puede ser que por cada descubrimiento científico, sean empresas extranjeras, financiadas por CORFO las que lleven a la práctica este tipo de resultados. La innovación se debe desarrollar desde cero. Actualmente, las escuelas de ingeniería son la columna vertebral del extractivismo y cualquier otra empresa que quiera salir de esa zona no dura más de dos años. Las entidades como CORFO o la SOFOFA solo deben quedarse en el área económica, no en el de innovación.

Demandar una nueva política de desarrollo científico que desarrolle nuestras propuestas.

Es nuestro deber desarrollar estas propuestas, discutir y crear nuevas. La política actual no está preocupada de los cambios, somos todas y todos nosotros quienes tenemos que hacer que la política cambie y se oriente hacia la ciencia y el conocimiento.

Luchar por un nuevo trato para nuestros científicos, especialmente los que se encuentran en etapa de formación.

La actual sociedad científica –y cito así para explicitar la divergencia con el resto de las ciencias– nace de la meritocracia, competitividad y desarrollo generado a partir de una defensa en el modelos social/económico de la ciencia en Chile durante los últimos 50 años, por lo que es necesario deconstruir el actual discurso e incorporar las nuevas generaciones con mayor flexibilidad y empatía. No podemos cegarnos en la idea de que la ciencia es elitista. La construcción de esta debe nacer de la libertad y es esta libertad la que debemos continuar, siendo nosotras y nosotros quienes hacemos este cambio. Insistiendo y fortaleciendo el punto anterior.

Es ahora nuestra tarea la de desarrollar un Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación. No podemos esperar a que alguien haga algo y luego critiquemos desde la vereda de enfrente sin tomar acción. Han pasado 50 años en los cuales hemos sido ocultados del resto de la sociedad. Ya no basta con decir qué cambiar, debemos cambiarlo. Debemos hacer las cosas como se deben, no adaptar los actuales elementos para generar una transición a lo que en algún futuro queremos, debemos hacerlo ahora.

Somos gente que no ha tenido la incidencia suficiente para cambiar este país, pues la política tradicional nos hizo mal, demasiado mal. Pensé en terminar con la frase “Arriba los corazones!” pero ya no estamos para sacar sonrisas con estas críticas, actuemos, todos y todas juntas. Hagamos la sociedad que queremos desde nuestra vereda.

Hemos visto de manera explícita cómo se han aprovechado de las comunidades, tal como en Quintero. Hemos visto cómo han recortado 32 mil millones de pesos hacia Investigación y Desarrollo, impulsando la precarización científica.

Tenemos que ser capaces de evitar la degradación de la fuerza intelectual del actual Chile.

Hagamos de este ministerio, nuestro ministerio. Como científicos e investigadores, seamos parte de esta evolución y desarrollemos la ciencia y tecnología del futuro.

 

[1] Entendiéndose como áreas de la ciencia a todas aquellas áreas involucradas en el planteamiento y la resolución de problemas.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.