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Asesinato de periodistas y del periodismo

Más de mil 200 profesionales de la prensa han sido ultimados en todo el mundo; en 2018 van 86. Mientras, Trump y Bolsonaro arremeten contra los medios.

Hugo Guzmán

  Martes 13 de noviembre 2018 8:56 hrs. 
violencia periodistas

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Desde 1993 fueron asesinados mil 293 periodistas en distintos puntos del planeta. En lo que va de 2018, fueron ejecutados 86 profesionales de la prensa en el mundo. Son los datos de la UNESCO (Oficina de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y Cultura), que tuvo que tomar la decisión de crear un Observatorio de Periodistas Asesinados, signo del drama que se vive con quienes ejercen el periodismo en distintas latitudes.

En ese marco, a las agresiones, censuras y amenazas del Presidente de Estados Unidos, Donald Trump, a la prensa estadounidense, se agrega ahora el aviso del futuro mandatario brasileño, Jair Bolsonaro, de que quitará avisaje estatal a los medios de comunicación de Brasil que lo critiquen o reporte sobre sus planes ultraderechistas.

Se asiste así a una realidad tan cruda como desafiante: el asesinato de periodistas y del periodismo.

Audrey Azoulay, directora general de la UNESCO, informó que “un periodista o un miembro del personal de los medios de comunicación es asesinado cada cuatro días”.

También, agregó un dato decidor: “En el 89 por ciento de los casos los autores quedan impunes. Estas muertes constituyen una trágica demostración de los riesgos a los que se enfrentan muchos periodistas en el cumplimiento del deber”.

Parece contrastante dadas las realidades diferenciadas. Los datos de la UNESCO señalan a México y Afganistán como las naciones con registro de más profesionales de la prensa ultimados. El país latinoamericano con 13 y el país asiático con 11 el año pasado. En 2016 fueron asesinados 13 periodistas en cada uno de esos lugares.

De acuerdo al organismo de Naciones Unidas, en las últimas décadas se produjo ejecución de miembros de la prensa en más de 60 países de todos los continentes.

Datos sensibles indican que el 55 por ciento de muertes de periodistas por acción criminal, se produjo en países donde no hay conflictos armados o guerras civiles, lo que refuerza las tesis y denuncias de que reporteros y otros trabajadores de los medios, son ejecutados por grupos de narcotraficantes, el crimen organizado, bandas paramilitares, grupos que responden a grupos políticos e incluso por sicarios contratados por empresas o privados. Ello tiene que ver con que los asesinatos tienen que ver con casos de corrupción, delincuencia, narco y situaciones políticas.

Según el reporte de UNESCO,  “en 2017 fueron asesinadas 11 periodistas -un 34% de los asesinatos-, la cifra más alta en el último decenio”.

La Comisión Investigadora de Atentados a Periodistas (CIAP) de la Federación Latinoamericana de Periodistas (FELAP), reportó que entre 2006 y 2017, fueron ejecutados 400 periodistas en América Latina y El Caribe.

Los datos de ese organismo dan cuenta de que en ese periodo, cayeron víctima de la violencia, 146 miembros de la prensa en México, 58 en Honduras, 47 en Brasil, 38 en Colombia y 30 en Guatemala.

De tal manera de que la aseveración de que el periodismo se encuentra entre las “profesiones más peligrosas del mundo”, toma asidero y se convierte en una realidad que los organismos internacionales, de derechos humanos y periodísticos plantean enfrentar, partiendo de la base del respeto a la labor de los medios de comunicación y al derecho a informar.

Contra la prensa “deshonesta” e “indigna”

En ese contexto, se producen situaciones como las que protagoniza el mandatario estadounidense, Donald Trump, que durante su campaña presidencial y luego en su gestión al frente de la Casa Blanca, se dedicó y se dedica a agredir y confrontar a la prensa y los periodistas.

Tanto, que durante su disputa por el sillón presidencial, aseguró que más que enfrentar a su adversaria del Partido Demócrata, Hillary Clinton, “estoy compitiendo contra la prensa deshonesta”.

Esta semana protagonizó un nuevo episodio de pugna con profesionales de los medios, que grafica una postura agresiva y de censura.

Al discutir durante una conferencia de prensa pos elecciones legislativas con el reportero de la cadena televisiva CNN asignado a la Casa Blanca, Jim Acosta, porque no le agradaron las preguntas e interpelaciones del periodista. Y le espetó: “CNN debería avergonzarse de que trabajes para ellos. Eres una persona terriblemente grosera. No deberías estar trabajando para CNN”. En ese momento, una funcionaria -que al parecer es una estudiante en práctica en la Casa Blanca- intentó quitarle el micrófono a Acosta, con el que se hacen las preguntas al Presidente y él la evadió. Ante eso, la vocera presidencial, Sarah Sanders, dijo que “jamás toleraremos que un reportero ponga sus manos sobre una mujer joven que solo intentaba hacer su trabajo como becaria de la Casa Blanca”, acto que fue desmentido por Jim Acosta y otros reporteros que estaban en el lugar. El episodio no terminó allí: Trump decidió que al periodista de la CNN se le quitara la credencial de acreditación ante la Casa Blanca.

Durante meses, el mandatario estadounidense atacó a la prensa acusándola de entregar “noticias falsas”, de no informar correctamente, de ponerse del lado contrario a sus políticas y convertirse en “el enemigo del pueblo estadounidense”. Eso acompañado de vetar presencia de medios y reporteros en la Casa Blanca y giras presidenciales, agredir verbalmente a periodistas, afirmar que la prensa “inventa” fuentes e historias y mienten.

Todo llegó a un punto en que alrededor de 100 periódicos de Estados Unidos se unieron en editorializar sobre los peligros que trae para el derecho a la información y para el país, los ataques de Trump, sin obviar que la actitud del Presidente atentaría contra la Primera Enmienda de la Constitución, que garantiza la libertad de expresión.

El Presidente de Estados Unidos ha sido especialmente sensible y ha adoptado posiciones duras que rayan en el llamado a la censura y coartar la labor periodística, ante entrevistas, preguntas, reportajes e investigaciones de The New York Times, CNN, The Washington Post, Boston Global, NBC, entre otros medios.

Y en ese camino se apareció Jair Bolsonaro, el ultraderechista presidente electo de Brasil, que en los últimos meses lanzó cuestionamientos, amenazas y regaños a medios de prensa de su país, generando temores e inquietud ante la posibilidad de que los medios se vean afectados en su labor, incluyendo a los periodistas.

Varias agrupaciones de periodistas hicieron ver su rechazo a actitudes de Bolsonaro y respaldaron a medios agredidos. A tanto llegó el tema, que la empresarial Sociedad Interamericana de la Prensa (SIP), expresó la “preocupación” por los dichos del futuro mandatario. María Elvira Domínguez, dirigenta de esa entidad, indicó que “nos preocupa que el presidente electo no trace una diferencia entre Estado y Gobierno, al manifestar que usaría la administración pública para castigar a los medios que le resulten incómodos”.

La Asociación Brasileña de Periodismo de Investigación se mostró contraria a la idea del personero ultraderechista de quitar avisaje estatal a los medios que él estime “indignos”.

Y la Asociación de Corresponsales Extranjero emitió una declaración denunciando la existencia de una gran cantidad de reporteros “acosados física y moralmente durante sus coberturas en Brasil”. Varios periodistas de prensa internacional que editorialmente cuestiona a Bolsonaro y sus posturas, o informan ampliamente de sus posturas homofóbicas, misóginas, racistas y pro dictaduras, hablan de hostigamientos e intentos de censura del círculo del próximo presidente.

Particularmente, Jair Bolsonaro se lanzó contra el diario Folha de Sao Paulo; “Ese diario se acabó. En lo que de mí dependa, la prensa que se comporte de forma indigna no tendrá recursos del Gobierno Federal”, disparó el mandatario electo. “Acostúmbrese” le replicaron desde el periódico, estableciendo un compromiso de seguir informando y criticando.

Marcelo Rech, presidente de la Asociación Nacional de Diarios, Marcelo Rech, sostuvo que “eventuales diferencias con el noticiero de medios de comunicación no pueden confundirse con inaceptables represalias contra diarios por medio de uso de dinero de publicidad oficial”.

Tanto en el caso de Trump como de Bolsonaro, no se trata solo de periódicos o prensa progresista o de izquierda, sino de empresas periodísticas y gremios privados de la prensa, los que están inquietos de que se pretenda matar la acción del periodismo. Lo que se suma a las cifras de profesionales asesinados.

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