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El año nuevo y crucial para Evo Morales

Columna de opinión por Patricio López
Miércoles 26 de diciembre 2018 12:16 hrs.


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La percepción sobre los hechos internacionales suele estar tan determinada por el interés de los dueños de las grandes agencias y cadenas mediáticas, que se vuelve especialmente valioso poder apreciar ciertas situaciones con los propios ojos. Tuvimos en los últimos días la ocasión de recorrer La Paz, en Bolivia, de leer los análisis locales del oficialismo y la oposición y de conversar con personas con distintos roles y sensibilidades en la sociedad de ese país, justo antes de que empiece un año 2019 que será crucial políticamente debido a las elecciones que se realizarán el próximo mes de octubre. También lo será para la región, pues a ellas se suman la elección en El Salvador en febrero, y las de Argentina y Uruguay, en octubre también.

Lo primero que es preciso mencionar es que Bolivia es hoy pujante y que según los parámetros vigentes, es decir, aquellos que miden el éxito según los indicadores macroeconómicos, se muestra como un país que viene dando saltos durante cinco años consecutivos hacia un nuevo estadio. El crecimiento para este año está proyectado en un 4,7 por ciento, muy por encima de Chile y a la cabeza de América Latina. Ya la Cepal proyecta un crecimiento de 4,6% para el año que viene, con lo que, de alcanzarse estas previsiones, el PIB será cinco veces más alto que en 2005, un año antes de la llegada de Evo Morales a la Presidencia y de la posterior nacionalización de los hidrocarburos, asunto que por lo general no se menciona pero que ha sido clave de la expansión de la economía boliviana. Entre las consecuencias de esta realidad hay al menos una que incumbe a Chile, pues según el análisis que hace pocos días hizo el vicepresidente boliviano Álvaro García Linera, una de las razones del fracaso de la expectativa de su país por el acceso al mar con soberanía ha sido la distancia entre el poderío económico de ambos países. A este ritmo, afirmó, en diez años la economía boliviana podría ser equivalente a la chilena y, ya que nuestro país no está obligado a negociar según el último fallo de la Corte Internacional de La Haya, sí podría estar impelido ante la nueva envergadura macroeconómica del vecino.

Lo segundo es que efectivamente Evo Morales ha experimentado por primera vez un desgaste en el rotundo liderazgo que ha tenido desde el año 2006. Su derrota en el plebiscito para permitir su reelección, la decisión de jugar su capital político en el diferendo con Chile en La Haya y su voluntad de todos modos de ser candidato, validada por la institucionalidad, han debilitado su posición. Pero aquello, a diferencia de lo que dicen algunos medios y agencias, está muy lejos de transformarlo en un candidato derrotado. Sin ninguna duda, Evo Morales sigue siendo el líder más importante de la política de su país y el candidato con más posibilidades de ganar las elecciones, a lo cual contribuye entre otros factores la debilidad de la oposición y su lastre de pertenecer a una élite que gobernó por dos siglos sin haber hecho nunca políticas públicas robustas en favor de los sectores más desposeídos. Eso sí, en este caso se produce una vez más una incapacidad, en este caso del Movimiento al Socialismo, MAS, de separar su suerte de la del caudillo, lo cual si bien no es lo mejor para los ideales democráticos según los cuales la importancia ha de radicar en la fuerza del colectivo y no en el líder imprescindible, de todos modos debe ser ponderado en la realidad política concreta de Bolivia y en las características de la historia de América Latina.

En tercer lugar, ha habido un propósito de alcances más relevantes que los antes mencionados, y que tiene que ver con transformar a Bolivia en país descolonizado. Esto implica revertir un sentido común de cinco siglos en que las personas de tez más blanca tenían, por ese solo hecho, los lugares preminentes, subordinando a los pueblos originarios. El Movimiento al Socialismo ha reconocido que ésta no es una tarea para un gobierno, sino que de largo plazo, pero ha habido avances sustantivos en el propio testimonio de Evo Morales como dirigente aymara cocalero devenido en jefe de Estado, en la presencia de otros integrantes de los pueblos originarios en los más altos cargos, en el reconocimiento del país de sí mismo como un Estado plurinacional y en el creciente aumento de personas que se declaran aymaras, quechuas o de los otros pueblos.

En cierta medida, los gobiernos de Evo Morales han transformado a Bolivia en otro país en 12 años, con lo que ahora falta saber si ese país nuevo lo sigue apoyando. Faltan todavía diez meses para saberlo, pero el viento todavía sopla a favor del actual mandatario.

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El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.