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Venezuela: Ya no se trata de la opinión sobre un gobierno

Montserrat Rollano

  Jueves 24 de enero 2019 17:20 hrs. 
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La situación de Venezuela, que por estas horas acapara portadas de todos los países del mundo, no deja indiferente a nadie. Existen posturas que van desde una defensa acérrima a la gestión de Nicolás Maduro, hasta quienes plantean que el Gobierno ha incurrido en prácticas que se alejan de los estándares democráticos.

Todas visiones legítimas y que representan percepciones, vivencias y miradas ideológicas distintas. Sin embargo, y a diferencia de como lo muestra gran parte del espectro mediático a nivel mundial, el tema de Venezuela no se puede analizar desde una perspectiva binaria.

Lo primero que hay que recordar es que más de seis millones de venezolanos votaron por la continuidad de Maduro, y como contraparte, Juan Guaidó se autoproclamó Presidente encargado de Venezuela, luego de que lo “mandatara” un cabildo en una plaza pública, ni siquiera la Asamblea Nacional.

Es cierto que parte de quienes son contrarios del gobierno de Maduro decidieron marginarse del proceso eleccionario argumentando que no existían las garantías suficientes, pero también es cierto que otra parte de la desarticulada oposición sí decidió participar, alcanzando más del 30% de los votos (entre Henri Falcón y Javier Bertolucci).

También es un hecho que, hasta la fecha, no ha existido ninguna acusación formal ni concreta de fraude a raíz de los últimos comicios. Por tanto, hablar de su ilegalidad es, al menos, insolvente.

Otra situación que a la luz de los hechos resulta evidente es el rol protagónico de Estados Unidos en esta operación y que, con la reconfiguración del mapa político en la región, ha encontrado importantes aliados.

Por esta razón, plantearse la interrogante de cuán preponderante ha sido el papel de la primera potencia mundial en la situación económica, humanitaria y el éxodo de más de tres millones de venezolanos es un imperativo intelectual y ético, sobre todo para quienes se desempeñan como comunicadores.

Si bien es sabido que en nuestro país el sistema de medios opera bajo una lógica de extrema concentración económica y monopolio ideológico, no está de más recordar que los periodistas han de estar al servicio de la verdad, los principios democráticos y los derechos humanos.

Es por esto que desinformar o mostrar la realidad de manera parcial, como ha ocurrido durante años en relación a Venezuela, no sólo es poco riguroso, sino que también poco responsable, puesto que aquí no se trata de hacer un mero análisis aséptico o de quedar bien con el pensamiento hegemónico, sino que del destino de un país y de la posible agudización de una crisis que podría generar cientos o miles de muertos.

Nadie niega la existencia de una crisis política. La inflación, la escasez de alimentos básicos o medicamentos son elementos reales que tienen en una situación crítica a miles de ciudadanos de ese país, muchos de ellos sin vinculación a ninguna fuerza política, pero que han constatado cómo su calidad de vida se ha visto mermada durante los últimos años.

Sin embargo, ésa no es la única cara de la moneda. La “guerra económica” o el “desabastecimiento programado” como lo acusa el oficialismo, son elementos que pocas veces son considerados en los análisis o informaciones de prensa.

Se ha instalado la idea de que la crisis responde a un único factor, y, por tanto, la solución se reduce a sacar del poder a quienes actualmente lo administran, obviando, además, que no sólo las Fuerzas Armadas, sino que una parte considerable del pueblo venezolano les debe lealtad.

De esta forma, la idea de un quiebre institucional o derechamente un golpe de Estado está siendo precipitada. Como decía Noam Chomsky en sus Diez Estrategias de Manipulación Mediática: “Para hacer que se acepte una medida inaceptable, basta aplicarla gradualmente, a cuentagotas, por años consecutivos”.

Es así como hoy no es raro leer o escuchar en la televisión hablar del “régimen de Nicolás Maduro”, “el gobierno de facto” o “el Presidente Interino” en relación a Juan Guaidó. Expresiones que no sólo son inexactas, sino que responden a intereses económicos y políticos que durante dos décadas han intentado por todos los frentes derrocar al chavismo, dentro y fuera del orden democrático, ese mismo que ha ganado la mayoría de las elecciones desde 1998 a la fecha.

 

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