El cardenal, de 77 años, fue declarado culpable por agresión sexual y atentado al pudor contra dos monaguillos de 12 y 13 años. El cura cometió las agresiones en la sacristía de la catedral de Melbourne, en los años 90, aunque él sigue negándolo.
Su culpabilidad se estableció el 11 de diciembre pero no ha trascendido hasta este martes, tras levantarse una prohibición de divulgar la información, en teoría para proteger al jurado de un segundo juicio a Pell.
Una de las víctimas del que fue el mayor responsable de la Iglesia Católica en Australia, falleció en 2014, la otra, que prefiere mantener el anonimato, dijo a través de un comunicado que durante todos estos años se ha sentido “avergonzado, solo, depresivo” y que le llevó “mucho tiempo comprender el impacto que tuvo en su vida estas agresiones”.
Pell comenzó como párroco rural. Fue subiendo de rango en la jerarquía católica en Australia como arzobispo de Melbourne y también de Sídney.
Una trayectoria públicamente impecable hasta que todo salió a la luz
Su caída en desgracia comenzó con las primeras denuncias por haber encubierto abusos sexuales cometidos por curas en el estado de Victoria, donde él ejercía.
A raíz de esas denuncias, una comisión nacional de investigación concluyó que en Australia entre 1950 y 2010 el 7% de los curas habían sido acusados de pederastia, pero que nunca hubo ningún tipo de pesquisa. En total, se registraron 4.444 presuntos casos. En algunas diócesis, más del 15% de los sacerdotes eran sospechosos de haber cometido abusos.
Pell admitió haber cometido errores pero los achacó a que le habían mentido. Finalmente llegaron las acusaciones que acorralaron directamente a Pell y su condena. Ahora comienza una nueva audiencia para dictar la sentencia contra el prelado. A las puertas del tribunal, fue increpado este martes al grito de “monstruo” y “púdrase en el infierno”.