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El teatro “dialéctico” de Aliocha de la Sotta

La compañía La Mala Clase dio a conocer, recientemente, una publicación donde analizó sus diez años de trayectoria. En ese contexto, su directora, Aliocha de la Sotta, se refirió al trabajo que se ha desarrollado al interior de esta agrupación que, desde 2009, se ha encargado de llevar teatro de calidad a los adolescentes de todo el país bajo una particular metodología.

Abril Becerra

  Sábado 16 de marzo 2019 15:09 hrs. 
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Durante los últimos diez años, la compañía teatral La Mala Clase, dirigida por Aliocha de la Sotta, ha llevado a los escenarios obras en las que el punto de interés ha estado en los jóvenes.

Reflejo de ello han sido piezas como La mala clase (2009), donde un grupo de estudiantes se declaraba “dispuesto a todo” para aprobar su último examen y con ello, graduarse; La chancha (2012), en la que el tema de fondo fue el suicidio; y El Dylan, donde se abordó la transexualidad en la adolescencia.

Para revisar estos años de trayectoria la compañía junto a la investigadora Gloria María Martínez y la gestora cultural María José Durán impulsaron una investigación que se tradujo en el libro Teatro la Mala clase. Una década de diálogos.

En él se constata cómo el grupo de actores propuso, a través de una metodología participativa, un trabajo teatral de calidad y vinculado con los temas que les interesan a las nuevas generaciones.

Portada libro mala clase“Tuvimos que invitar a todos los integrantes de la compañía a entrar con nosotros en este proceso, porque necesitábamos de sus opiniones, sus memorias y sus comentarios”, explica la directora Aliocha de la Sotta sobre la publicación.

“En total, fueron 38 personas las que participaron, contando actores, actrices, productoras, diseñadores, músicos, escenógrafos y vestuaristas. Fue súper intenso, porque al mismo tiempo hicimos un rastreo de todo lo que se había escrito sobre las obras en los medios, desde la crítica especializada a las entrevistas. Hicimos como un rastreo total en archivos y videos”, añade.

El resultado, sin embargo, fue llamativo: al descubierto quedó una metodología donde todos cuentan a la hora de tomar decisiones.

¿De dónde surge esta necesidad de revisar el trabajo creativo de la compañía?

Era necesario saber cómo es que se hace lo que se hace. Así nos dimos cuenta de que no hay publicaciones respecto de los procesos creativos en las compañías de teatro independiente en Chile. Hay algunos materiales de archivos de alguna compañía, pero no hay material respecto de qué sucede en los ensayos, cómo se ensaya, qué es lo que hacen los actores, cómo trabaja un diseñador y este libro viene a reflejar eso, entrega ese insumo al teatro chileno.

Claro, porque uno tiende a analizar la obra en sí…

Por supuesto, de hecho, parte de nuestra fundamentación y nuestro deseo era que uno recibe los comentarios cuando las obras están estrenadas y todos los análisis hablan del tema que se tocó. Al menos esa era nuestra experiencia. Entonces, nuestra inquietud era si las obras, de alguna medida, eran su metodología. Ahí te das cuenta que los ensayos teatrales deben ser muy diversos entre sí … A nosotros ya nos dieron ganas de investigar a todas las compañías, ver qué es lo que hace la gente.

Ahora, La Mala Clase trabaja de una forma muy particular. ¿Cómo llegan a plantear esta metodología de mucha investigación y trabajo colaborativo?

Creo que el hecho de que investiguemos todos juntos, desde los productores hasta los actores y diseñadores, tiene que ver con que hay temas que son muy contingentes que se abordan y, en ese contexto, es delicado llegar y lanzarte con ideas sin que eso esté totalmente comprendido, analizado, por cada uno de nosotros.

En la obra La mala clase, por ejemplo, ustedes no tenían el texto cuando comenzaron a trabajar en la obra. ¿Qué posibilidades les da a ustedes esta forma de ensayo?

Creo que da la posibilidad de que el espectador no vea solamente una capa, que es la del texto dramático. Porque en la construcción hay muchas capas entrelazadas. En ese caso trabajamos físicamente, porque la obra tenía mucho que ver con las conductas humanas y adolescentes en la era del mercado. Entonces, es interesante lo que un cuerpo va a contar, independiente de lo que diga el texto. Esa es una de las cosas que nos dimos cuenta a través del proceso de investigación, es decir, que existe un relato paralelo que es el del cuerpo y también existe otro elemento que son los elementos escénicos. Ahí es donde opera el trabajo de todos los diseñadores y músicos. Hablábamos mucho de la obra como una trenza.

la mala clase foto1 (Nicolas Zarate, Paulina Giglio, Maria Paz Grandjean, Antonio Altamirano, Pablo Manzi)

Fotografía de obra La mala clase. En la imagen Nicolas Zarate, Paulina Giglio, Maria Paz Grandjean, Antonio Altamirano y Pablo Manzi.

En una parte del libro Luis Barrales dice que es muy marxista lo que ustedes están realizando…

A mí me da risa. Lo que pasa es que a él le llama la atención esto que todos nos sentemos en una mesa a estudiar y a decidir qué es lo que vamos a hacer. Cuando empezamos a hablar de tesis y antítesis, el Lucho dice: esto es como un control de cuadros, ¿qué es lo que están haciendo? Pero es lo mismo que pasa con el texto de Bosco, porque en el proceso ellos se llenan de mucho material y después deben escribir el texto.

¿En qué minuto piensan en los adolescentes como público objetivo?

Llevaba un tiempo trabajando en el Teatro Nacional, específicamente, en una franja que se llamaba como Teatro Joven. Ahí había montado un par de obras y me pasó que sentí que éste era un espacio ideal como para hacer teatro con contenido y profesional en todas sus letras. Tenía la sensación de que el teatro escolar era mal mirado por el gremio, era visto como un arte menor, así como vamos a hacer estas obras rapidito y se la mostramos a los colegios. Entonces, pensé en este espacio como ideal para poder generar amor por el teatro.

DSC00359¿Cómo defines el trabajo de La Mala Clase luego de esta revisión? ¿Se acerca más al teatro documental o al político? 

Ahora tomamos conciencia de una cosa: las creaciones de La Mala Clase han estado súper determinadas para el público al cual están dirigidas. Eso me ha gustado, porque no nos veía tan así. Sobre todo, porque nuestras obras se dan para un público general: vamos a festivales, viajamos, estamos en regiones. O sea, sí, hacemos funciones para estudiantes, pero también hacemos funciones en las noches. Ahora, no creo que sea testimonial, pero sí me parece que se vincula con la educación. No necesariamente en los temas de la obra, sino que, en su factura, pero no quiero decir educativo-moralizante, sino que, si la educación es política, entonces sí, es político, pero creo que lo que fue más revelador es que es un teatro para jóvenes.

Para ti como directora, ¿qué te interesa respecto de ciertos montajes? ¿Cómo finalmente vas definiendo si esta obra puede ser montada? ¿Cuáles son esas características? 

Cuando la leí El Dylan dije sí, esta obra hay que hacerla con La Mala Clase. ¿Qué es lo que había ahí que me hizo pensar en eso? Creo que tiene que ver con esa gran falta de educación que existe en estas historias tremendas. Quizás son ciertos hoyos sociales que hay, ciertas grietas en la sociedad que me interesan y pienso que quizás ahí hay algo que completar, como ponerle un poco de cemento. Y eso no puede sino ser con el teatro.

La publicación

El libro ya fue lanzado el pasado 13 de marzo en el Centro Cultural Gabriela Mistral. No obstante, también habrá otras dos presentaciones. La primera de ellas se realizará el próximo 20 de marzo en la Escuela de Teatro de la Universidad de Valparaíso a las 17:00 horas. Posteriormente, se dará a conocer el 26 de marzo en el Teatro Regional del Biobío a las 18:00 horas.

La publicación también podrá descargarse en este enlace.

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