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Lollapalooza: un recorrido entre las masas

Más de 120 artistas se presentaron durante la novena edición del evento, que cada día convocó a unas 80 mil personas. De Caetano Veloso a Kendrick Lamar, de Paloma Mami a Arctic Monkeys: un tránsito de tres días por el Parque O’Higgins.

Rodrigo Alarcón L.

  Lunes 1 de abril 2019 11:57 hrs. 
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Una de las mejores postales del primer día de Lollapalooza está en las antípodas de lo que habitualmente entrega el evento. El pasado viernes, sobre sillas de madera y ante una audiencia devota pero apacible, Caetano Veloso y sus tres hijos -Moreno, Tom y Zeca- acariciaron guitarras acústicas, un bajo eléctrico, un piano Rhodes y percusiones que iban desde un pandero hasta un simple par de lijas. Guitarrearon y cantaron con delicadeza, bromearon y hasta se animaron con algunos pasos de baile, en uno de los escenarios más pequeños y escondidos en el Parque O’Higgins. Partieron con esa joya sesentera que es “Baby” y terminaron con la más contemporánea y festiva “How beautiful could a being be”, alternando el protagonismo. “Esta es una celebración de la reproducción”, dijo Caetano, en medio de su clase magistral, carente de grandilocuencia y parafernalia. “Quizás no está de moda, pero es mi alegría”.

A esa altura la noche ya había caído, luego de una tarde de gracia juvenil. Antes de las cinco, por ejemplo, uno de los escenarios secundarios recibía a Clairo con el sol de frente y todavía quemando, mientras las filas crecían en ese parque temático de la publicidad que son los stands de los patrocinadores. Un par de horas más tarde, la británica Jorja Smith ponía a prueba su prestancia vocal con un R&B cálido y sensual. Entre otros momentos, el viernes fue también la jornada de Lenny Kravitz (y sus problemas de sonido), del retorno de Álvaro Henríquez liderando a Los Tres ante un público multitudinario y del arranque caliente de Drefquila, pero sobre todo, fue la noche de Kendrick Lamar.

Caetano Veloso junto a sus hijos: Moreno, Zeca y Tom. Foto: Claudia Valenzuela / Lollapalooza Chile.

Caetano Veloso junto a sus hijos: Moreno, Zeca y Tom. Foto: Claudia Valenzuela / Lollapalooza Chile.

Jorja Smith cantó por primera vez en Chile. Foto: Francisco Medina / Lollapalooza Chile.

Jorja Smith cantó por primera vez en Chile. Foto: Francisco Medina / Lollapalooza Chile.

Kendrick Lamar cerró el primer día de Lollapalooza. Foto: Ramiro González / Lollapalooza Chile.

Kendrick Lamar cerró el primer día de Lollapalooza. Foto: Ramiro González / Lollapalooza Chile.

El rapero estadounidense cerró uno de los escenarios centrales con 75 minutos demoledores. “Pulitzer Kenny”, decían las pantallas en el arranque, haciendo eco del premio que recibió el año pasado, y luego lanzaban atractivas proyecciones que además servían para delimitar segmentos del show. Acompañado por un cuarteto, Kendrick Lamar demostró que puede ser una ametralladora de versos. Sus canciones pueden hablar de racismo y violencia. A ratos son extrañas, ricas en quiebres y arranques desconcertantes, pero también acogen estrofas y coros aptos para ser memorizados. “Humble”, de hecho, fue coreada antes del cierre con “All the stars” y los fuegos de artificio. Música para las masas, pero afilada.

Palomazo

El segundo día de Lollapalooza quedará en los registros por un concierto de apenas 20 minutos. Paloma Mami tiene solo tres canciones publicadas y una cuarta inédita, así que tenía ese lapso de tiempo en uno de los escenarios más pequeños, el mismo de Caetano Veloso. Según la productora Lotus, 12 mil personas quisieron verla interpretar ese breve repertorio, lo que sobrepasó todos los límites, con evidente riesgo. Hubo polvo por todos lados, ahogos, molestias y hasta desmayos. Con una carrera que suma apenas unos cuantos meses, su convocatoria fue literalmente desbordante.

El sábado fue el día en que llegaron las nubes y bajó la temperatura, con la diversidad como norma. Twenty One Pilots convocó a una muchedumbre en el cierre, después que Post Malone sostuviera 90 minutos de concierto absolutamente solo. Pistas grabadas y no pocos artificios en escena bastaron al músico estadounidense para atraer a una asistencia mayoritariamente juvenil. Interpol, Years & Years, Portugal. The Man y Ziggy Marley se habían alternado los escenarios mayores durante la tarde. Américo, Tomasa del Real, Gianluca y Pillanes, entre otros, habían animado espacios secundarios.

Paloma Mami, el fenómeno. Foto: Matias Delacroix / Lollapalooza Chile.

Paloma Mami, el fenómeno. Foto: Matias Delacroix / Lollapalooza Chile.

Kamasi Washington, en plena tarde del sábado. Foto: Ignacio Orrego / Lollapalooza Chile.

Kamasi Washington, en plena tarde del sábado. Foto: Ignacio Orrego / Lollapalooza Chile.

Una multitud suele copar el Movistar Arena. Foto: Alejandro Schott y Sebastián Ojeda (edit.) / Lollapalooza Chile.

Una multitud copa el Movistar Arena. Foto: Alejandro Schott y Sebastián Ojeda (edit.) / Lollapalooza Chile.

Mucho más temprano, a las dos y media de la tarde, el saxofonista estadounidense Kamasi Washington había conducido una genuina ceremonia con su saxofón. Acompañado durante una hora por un sexteto -dos baterías, contrabajo, teclados, voz y trombón- ofreció cinco composiciones que sería egoísta liquidar con la etiqueta de jazz. Basta ver y escuchar a Brandon Coleman, que desde sus teclados convirtió la explanada del Parque O’Higgins en una sabrosa fiesta funk, bajo la mirada atenta y sonriente de su líder. Claro, luego venía su turno: mientras el saxofón aullaba, comenzaron a caer las primeras gotas. Kamasi hizo llover.

Domingo encendido

Ya no es novedad, pero sigue siendo impactante. Desde hace varios años, el Movistar Arena es un mundo paralelo dentro de Lollapalooza, con una programación dominada por la música electrónica de baile y géneros cercanos. Atraen tanto público, que el ingreso pronto debe ser restringido. A las cuatro de la tarde del domingo, por ejemplo, Gepe cerraba su actuación en uno de los escenarios centrales y una fila enorme esperaba para ingresar al recinto, del que tampoco era fácil salir. Adentro, el cantante argentino Khea -de 18 años- comandaba a una multitud de jóvenes y adolescentes siempre dispuestos a gritar, saltar, sudar, bailar y enarbolar sus teléfonos móviles. En ese caso era trap, aunque a lo largo del fin de semana por ahí pasaron DJ como Steve Aoki y Tiësto. Sea quien sea, el resultado siempre es similar: una fiesta de alto voltaje, perfecta para replicarse en redes sociales.  

Con el sol otra vez iluminando, el domingo ofreció algunos de los espectáculos más atractivos. C. Tangana volvió a encender el escenario que el día anterior ocupó Paloma Mami, sin desborde de por medio. Siempre frenético, gritó, saltó y bailó, acompañado por pistas grabadas y un percusionista. Más tarde, en un escenario mayor, Rosalía comprobó que puede ofrecer un espectáculo de pop fascinante. Seguida con fervor, cantó las canciones del exitoso El mal querer (2018), compartió algunas inéditas, abordó sus colaboraciones -de J Balvin a James Blake- e hizo gala de su poderosa voz. Junto al productor El Guincho, un cuarteto de voces y un sexteto de bailarinas, dio cuenta también de sus habilidades en la danza. De la coquetería a la altivez, en una actuación sin puntos bajos.

Rosalía, baile y fervor. Foto: Francisco Medina / Lollapalooza Chile.

Rosalía, baile y fervor. Foto: Francisco Medina / Lollapalooza Chile.

St. Vincent volvió al mismo escenario de su debut, en 2015. Foto: Francisco Medina / Lollapalooza Chile.

St. Vincent volvió al mismo escenario de su debut, en 2015. Foto: Francisco Medina / Lollapalooza Chile.

Arctic Monkeys, rock para la despedida. Foto: Carlos Muller/ Lollapalooza Chile.

Arctic Monkeys, rock para la despedida. Foto: Carlos Muller/ Lollapalooza Chile.

Ya en el cierre, el británico Sam Smith convocó a la mayoría del público con su R&B edulcorado, mientras la estadounidense St. Vincent despachaba otro show de antología, como el de 2014, pero ahora con las composiciones de Masseduction (2017). Bases electrónicas y una multitud de guitarras -una para cada canción- le bastan a Annie Clark para volverse una mujer magnética, elegante, intimidante y frágil. A veces, todo eso en una misma canción. Una auténtica performance.

Para el final, Arctic Monkeys. En su tercera visita a Chile (y segunda a Lollapalooza), el cuarteto se mostró en plena forma, pese a cierta apatía y distancia con el público. Alex Turner lucía como un crooner decadente y seductor en las canciones de Tranquility Base Hotel & Casino, intercaladas con el repertorio más explosivo y acelerado que la banda cultivó en sus inicios. Arrancaron con “Do I wanna know?” y cerraron con “R U mine?”, mientras una bengala sacaba chispas en medio de la multitud. En un festival dominado por solistas y sonidos sintéticos, el cierre fue con guitarras eléctricas. A la vieja usanza.

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