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¿Por qué la geografía es sagrada en la cosmovisión mapuche?

Columna de opinión por Yolanda Acevedo
Jueves 25 de abril 2019 8:21 hrs.


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“El mapuche concibe que todos los animales, plantas, ríos, montes y el ser humano poseen un espíritu: aquel que les da vida y aliento. No se puede ocupar lo que es del Wenu Mapu Chau sin antes haber pedido permiso o haber orado. Una mamá mapuche le enseña a su hijo que Chau Ngenechen se le debe agradecer y ofrecer los primeros frutos del año en recompensa de lo que ha dado”. Armando Melineo, lonko de Puerto Saveedra, en el libro “Introducción a la religiosidad mapuche” de Rolf Foerster.

Uno de los puntos más relevantes en su manera de ver, es que los seres humanos de la tierra conciben el mundo natural como una réplica del sobrenatural. Mircea Eliade en su libro “Lo Sagrado y lo Profano” lo expresa así: “Para el hombre religioso, lo sobrenatural está indisolublemente ligado a lo natural, puesto que la naturaleza expresa siempre algo que la trasciende”, asevera Beatriz Painiqueo Tragnolao, Mapuche, dirigenta de la comunidad Folilche Aflaiai (Gente de raíz eterna) y Asesora Intercultural del Servicio de Salud Metropolitano Oriente.

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Hijos del sol y la Luna 1998 de Eduardo Rapimán

Beatriz Painiqueo Tragnolao es Mapuche. Proviene de la Comunidad de Dimullko, Comuna de Lumano, IX región. Fue la primera consejera mujer de la Conadi y actualmente es dirigenta-asesora Intercultural de la comunidad Mapuche Folilche Aflaiai (Gente de raíz eterna). Esta agrupación tiene una rhuka en Peñalolén, específicamente en Avenida Coralillo 1295. Allí preservan sus costumbres, preparan sus comidas y mantienen sus tradiciones, en una rhuka hecha de rhngi: colihue y fatrho: totora y eucaliptus. Por la puerta principal entra el primer rayo de sol del día y por la segunda puerta, que da a la huerta, se despide el último.

Nosotros tenemos nuestra propia historia: medicina, vestuario, arquitectura, deporte, joyería, valores de nuestra identidad heredados de nuestros ancestros. Y así también está lo espiritual y cósmico, que es un estilo de vida. Se entiende poco porque está de por medio nuestro idioma (mapudungun), y también, tenemos un vínculo importante con la naturaleza. Está relacionado con el Wallmapu, que es el entorno del universo donde todo es circular desde el fogón, la rhuka, el kultrúng.

Nuestros abuelos solamente se dedicaron a observar y tratar de entender la naturaleza e imitarla, cuidarla y convivir con ella. Nosotros respetamos lo que existe en la naturaleza misma porque somos parte de ella, no superiores. Para nosotros la tierra es nuestro principal sustento y al morir, nos devolvemos al vientre de la Ñuke mapu, la madre tierra.

El universo nos presenta distintas energías: positivas, negativas, masculinas o femeninas y estas deben estar en equilibrio. Al entrar en desequilibrio estamos mal. Nuestra espiritualidad la vivimos con el entorno, en conexión con la naturaleza. Para nosotros el sol, la luna, el mar, el viento, la lluvia, son elementos que siempre deben estar en equilibrio para que nosotros tengamos buena salud y estemos bien.

El Mapuche habla de Ngnemapun. Ngne es como el gobernante del mundo, la naturaleza, la energía y mapun es el todo, el movimiento de toda la energía. Ngnemapun para nosotros es masculino y femenino, el gobernador de todas las energías, aquello que rige el mundo, lo que nos permite subsistir. No tenemos varios dioses, nosotros hablamos de energías universales. Esto sucede con las plantas, los animales, en ellos está presente lo femenino y masculino, lo opuesto complementario. De otra manera no podría ser, ya que la naturaleza nos presenta esta diversidad. Y nosotros realizamos nuestras ceremonias allí, en contacto directo con los elementos, animales, plantas, el sol, nuestras comidas. Nos amanecemos compartiendo en una noche, agradecemos a la tierra, pedimos por el bienestar de todo para que podamos seguir subsistiendo.

La principal expresión máxima de fe es el Ngillatún, es la rogativa. En esta ceremonia se reactualiza la cosmovisión y a su vez, se refuerza la cohesión social. Se realiza una vez al año, dependiendo de la zona, hubo lugares donde lo hacían dos veces al año. Implica una gran preparación, significa un encuentro. Se sacrifica un animal, se realiza comida especial, debe haber agua, mudai, para que haya mucha abundancia. Esto generalmente es un día y una noche, según como lo acuerde el Lofche, la comunidad. La gente se traslada de sus hogares hacia el lugar ceremonial. Aquí en Santiago es difícil porque no tenemos el espacio adecuado sagrado.

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El rehue es una escala que representa los siete poderes que rigen la vida del ser Mapuche, Re es Pureza, Hue significa Lugar o Nuevo, es decir, Lugar donde nace un Hombre Nuevo, una vez que este logra comunicarse con lo Divino de arriba, la antigua pareja celestial. Esta escalera está hecha de canelo o laurel, mide unos 3 a 4 metros, se ubica en la tierrra en posición semi vertical apuntando al este, donde cada día nace el sol; la luminosidad.

El primer peldaño significa Nguillatun; nuestra religión que concibe un Padre Dios, el cual los mapuches agradecen toda la naturaleza que nos dio para vivir plenamente, amar o cuidar su ambiente pero en la actualidad para sobrevivir debe sacrificar su sentir influido por la cultura occidental tiene que explotarlo con fines utilitarios. En el Nguillatun toda la gran familia mapuche se reúne alrededor del Rehue, con todas sus cosas cotidianas.

El segundo escalón ascendente corresponde a la Sabiduría mapuche (kimeltún), encarnado en el maiz, que se llama gua, alimento primero del pueblo mapuche. A los niños que aún no caminan les llaman guagas; como el maiz, los niños son transportados por su madre en el cupulhue siempre envuelto y de pie, con la opción de mirar todo a su alrededor; eso es sabiduría. Otro ejemplo de sabiduría es el inicio del año nuevo para el mapuche que se celebra cuando llega el invierno. Dando gran importancia a las lluvias y la nieve; porque son estos los encargados de revitalizar la tierra, el mapuche vive los ciclos de la tierra. Todo es armonía del mapuche con la tierra, con todo lo que Dios ha creado. Para el hombre nada envejece, todo llega a su debido tiempo.

El tercer peldaño ascendente del rehue es ad, la tradición. Todo pueblo tiene sus propias costumbres y las del mapuche son, por ejemplo, el nguillatún, machitún, palín y todos sus juegos que aún no han desaparecido.

Kudau o trabajo es el cuarto peldaño. El mapuche realiza su trabajo con plena conciencia de la tierra, sin agotarla, rotando cultivos dejándola descansar cuando es necesario. No existe el idela del capitalismo, la tierra es la madre para nosotros.

El quinto peldaño es Ñog, la justicia, que es encargada al ser más antiguo de la comunidad lleno de sabiduría y criterio, para buscar la armonía entre los peñis y resolver sus problemas.

Neifun es la libertad que constituye el sexto escalón y un valor tan natural para nosotros, porque antiguamente no existían los cercos en los campos, las rukas no tenían puertas, los rios corrían libremente; al igual que el hombre y los animales. El hombre mapuche no acostumbra a vivir cronológicamente como se hace ahora, vivía plenamente los ciclos de la naturaleza.

En la cúspide del rehue está lo primordial, el che. El hombre que tiene los valores principales para vivir plenamente, ser rehue, una persona pura como lo fue al principio, todo fue limpio y transparente, el aire, el agua y la tierra, el hombre aspiraba aquel profundo del cielo, donde está la familia celestial. El hombre lograba llegar al séptimo escalón. Era entonces un mapuche digno de pisar la madre tierra.

 

La autora es Ms en Desarrollo Regional PUC y  MS en Planificación Urbana París 8

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.