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Violencia contra la mujer: un problema estructural, jamás aislado

“Violencia estructural y feminismo” es el título de un libro publicado por la Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres que analiza la violencia como un problema presente en diversos ámbitos. El escenario laboral, en particular, según aseguró la investigadora Antonia Orellana, está plagado de programas estatales que solo relacionan al empoderamiento con el trabajo remunerado como una meta.

Eduardo Andrade

  Domingo 28 de abril 2019 10:14 hrs. 
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“La violencia hacia la mujer nunca es una experiencia personal”. De esto está convencida Elena Águila, editora de la más reciente publicación de la Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres y cuyo objetivo es entender a la violencia contra la mujer como un problema estructural, jamás aislado.

Una visión que recoge el libro titulado “Violencia estructural y feminismo: apuntes para una discusión”  el que analiza esa armonía que existe entre el capitalismo y el patriarcado. Para develar tal afirmación, el material impreso recoge estudios sobre extractivismo, medios de comunicación, trabajo, entre otros.

“Ser feminista y hacer una crítica al patriarcado debe ser también una crítica del neoliberalismo. Se nos dice que abordemos los temas de género, pero esos temas están presentes en la economía extractivista. No podemos separar una agenda de género de una preocupación por los temas del modelo económico”, explicó la editora.

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Elena Águila, editora del libro, al costado derecho de la imagen. Fotografía: Amanda Aravena L.

Uno de esos temas, principalmente, tiene que ver con el trabajo y las formas de violencia que se registran allí. En ese sentido, la periodista e investigadora Antonia Orellana, coautora del libro, fue enfática destacando que los planes o programas estatales enfocados hacia la mujer se equivocan en su concepción del empoderamiento y lo relacionan directamente con un puesto de trabajo remunerado.

Además, según declaró a este medio, dichos programas se sustentan en prejuicios hacia la mujer, siendo uno de ellos la solidaridad y la formación de redes. Esto, para la investigadora, no resulta del todo factible cuando hay otras variables sociales o económicas de por medio. Es decir, se trata de métodos que no necesariamente funcionan en la realidad chilena.

“No se puede volver a un lugar que no existe” titula la investigación de Orellana, una metáfora que tiene que ver con los vacíos de los programas estatales enfocados en generar trabajo femenino.

“No hay seguridad laboral de las mujeres y tiene que ver con la transformación del mercado en los últimos veinte años, con la automatización y la tercerización como tendencias. Hoy en día, estos programas de empoderamiento, nos están preparando para buscar puestos de trabajo que ya no se están creando”, criticó Orellana.

Próximos a conmemorar un nuevo primero de mayo, la investigadora también creyó necesario recordar cuánto se ha avanzado en cuando a sindicalización femenina en el país.

Del 14 por ciento actual que representa a la sindicalización general en Chile, aseguró Orellana, solo el 10 por ciento negocia colectivamente. ¿Y dónde quedan las mujeres? El nivel de sindicalización femenina que negocia colectivamente no alcanzaría ni al 5 por ciento.

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Fotografía: Amanda Aravena L.

El motivo de esto, según se consigna en el texto, está ligado a que los sectores donde se emplean las mujeres tienen a su vez bajos niveles de contratación, lo que obviamente dificulta la formación de sindicatos.

“Al sindicato de trabajadoras particulares les costó años conseguir reconocimiento. Por otro lado, los sindicatos que negocian colectivamente son los de las industrias más masculinizadas. Incluso hay planes en algunas mineras de incluir mujeres porque no se sindicalizan en esos sectores. Es una estrategia antisindical”, recalcó Orellana.

Todo este complejo escenario en el ámbito laboral femenino exige la necesidad de replantear lo que Orellana define como “autonomía económica”, basado hoy en la capacidad de bancarización. Llevar una vida sostenible en aspectos básicos como la salud, el trabajo o la educación, no es compatible con lo planteado por el sistema liberal, según Orellana.

Entonces, nuevamente la tesis general del libro queda comprobada, y así como el patriarcado es el enemigo natural del feminismo, el capitalismo se va dejando ver como el problema de fondo.

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