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Carlos Altamirano y su triunfo sobre la oligarquía chilena

Columna de opinión por Roberto Ávila
Lunes 20 de mayo 2019 16:14 hrs.


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Yo lo conocí  personalmente en la segunda mitad del primer decenio del siglo XXI, en muchas ocasiones concurrí hasta su casa en La Reina en compañía de mi amigo y compañero de andanzas políticas,  Marco Cárdenas. Por aquel tiempo yo era parte del Comité Central del Partido Socialista de Chile, y él se encontraba retirado de la política activa pero tenía una muy fundada y documentada opinión sobre lo que se vivía y sobre la pasividad del socialismo chileno ante la profundización del modelo neoliberal.

Su inteligencia era excepcional, dueño de una lógica discursiva demoledora, tenía un conocimiento personal y directo de todos los grandes líderes de la izquierda mundial del siglo XX. Sus capacidades intelectuales eran enormes, solo comparables con Fidel Castro, otro muchacho del siglo XX.

Junto con Salvador Allende concitó los mayores odios  de la oligarquía chilena, que no lo decía,  pero los consideraba traidores, pues ninguno venía del seno de la clase obrera.

Su abuelo, Juan Antonio Orrego,  había sido gerente general y fundador del Banco Chile; su bisabuelo, Francisco Puelma Castillo, fue, junto a José Santos Ossa, descubridor de las salitreras del norte cuya incautación por parte de Bolivia desató la Guerra del Pacífico. El abuelo del presidente  Allende, doctor  Ramón Allende Padín, fue jefe de los servicios sanitarios del ejército chileno en la Guerra del Pacífico  y es el único chileno del que los historiadores peruanos y bolivianos hablan bien  por su actitud humanitaria con todos los heridos sin hacer distinciones. El padre de Ramón fue jefe de la escolta de O’ Higgins y sus dos hermanos sirvieron en Los Húsares de la Muerte de Manuel Rodríguez.

El odio oligárquico contra Carlos Altamirano se expresó muchas veces. En 1967 el gobierno de Eduardo Frei lo desaforó como senador  y lo encarceló por un artículo publicado en la revista Punto Final que trataba sobre la llamada “Revolución en libertad”, que prometió revolución sin sangre, pero que tuvo sangre sin revolución (Fidel Castro).

Durante la Unidad Popular todos los medios de prensa opositores, que eran mayoritarios y que recibían dinero de la Central de Inteligencia Americana (CIA), lo pusieron como blanco directo de las peores injurias. Su mujer que tenía una tienda de ropa en Providencia, recibió un bombazo de indudable origen. A pesar de todo, fue reelegido senador por Santiago en las elecciones de marzo de 1973. Su consigna de campaña fue “Decisión Revolucionaria”.

El Partido Socialista, ante el inminente golpe de Estado que apenas se ocultaba en los altos mandos militares, fijó su posición en  un acto público en el Estadio Chile,  donde se denunció las torturas sobre los marinos constitucionalistas, ilegalmente encarcelados. Su discurso 2 días antes del 11 de septiembre , fue presentado como la causa del Golpe y eso sólo lo pudieron hacer suyo los ingenuos en grado máximo, y los interesados. Los informes senatoriales de Estados Unidos, conocidos como Church y Hinchey, nos muestran la intervención golpista en Chile por lo menos desde 1964 y su apoyo, ora  a la derecha (que en la declaración de principios del Partido Nacional daba por desahuciada la democracia y proponía una dictadura militar), ora a los golpistas francos, ora los desestabilizadores camuflados como la Democracia Cristiana.

Un día, el compañero Altamirano nos mostró una página del diario El Mercurio de pocos días después del Golpe, en que se ofrecían 300 mil escudos por ubicar a  dirigentes de la izquierda chilena. Eran unos treinta, y entre los que él figuraba de manera destacada. Esa edición vergonzosa de El Mercurio, la había enmarcado.

Pensé cuán terrible debe ser el ser buscado con esa saña y odiosidad, con propósitos homicidas, sin lugar a dudas. Sin embargo, la cacería desatada en su contra no logró sus objetivos y él apareció el 1 de Mayo de 1974 en esos gigantescos actos que se realizan en La Habana. Para los que iniciábamos el largo camino de la resistencia, esa fue nuestra primera victoria.

Altamirano fue diputado por Valdivia entre los años 1961 y 65,  con anterioridad había sido por 20 años profesor de Economía en la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile,  donde había recibido su título de abogado en la misma época de Clodomiro Almeyda y Patricio Aylwin.

Yo soy de una generación que conoce al Allende carne de monumento. El de los 400 calles, ciudades, barcos, facultades y pueblos que llevan su nombre en el mundo.  Un día, nos contó una anécdota que nos hizo reír y que nos humanizó al compañero presidente. Nos ofreció vodka o whisky.  Nos dijo que cualquiera de los dos era bueno. Allí supimos que el presidente Allende tomaba whisky, que en esos años era muy poco conocido en Chile, los compañeros que sabían de esto  pedían esta saludable atención:  Allende cuando ofrecía whisky,  decía que tenía uno inglés y otro argentino, todos optaban por el primero sin saber que los contenidos habían cambiado previamente de botella a botella.

La Dirección de Inteligencia de Pinochet le montó varios atentados homicidas en el extranjero, en uno de ellos está involucrada la Chany, secretaria de Manuel Contreras, actualmente en proceso de extradición desde Australia a Chile por crímenes de Lesa Humanidad.

Fue el único parlamentario de aquellos tiempos al que le negaron una modesta pensión. 

Carlos Altamirano fue el líder del socialismo chileno cuando este alcanzó su más alto nivel de conciencia revolucionaria y su mayor entidad organizativa. Más de 80 mil chilenos militaban regularmente en sus filas y, con sus cuotas al día, dieron origen al actual patrimonio del Partido Socialista.

Fue elegido Secretario General en el Congreso de la Serena de 1971, del cual no se dijo , por estricto acuerdo, que por unanimidad se rindió homenaje a los jóvenes socialistas chilenos caídos en la guerrilla de Teoponte que pretendió reiniciar lo comenzado por el Che Guevara en Bolivia.

El partido que dirigió Carlos Altamirano, que tuvo enormes responsabilidades en el aparato del Estado y cientos de grandes empresas, no tuvo un solo acto de corrupción. Eran otros tiempos, otros hombres, mejores los viejos.

Ha muerto Carlos Altamirano, ha muerto a los 96 años y por el paso del tiempo. Esto es en sí mismo una gran victoria sobre la oligarquía chilena.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.