El viaje de Carlos Isamitt al mundo mapuche

Un nuevo libro saca a la luz 30 cantos que el Premio Nacional de Música recogió en el sur de Chile y que permanecieron inéditos por casi 80 años. “Hemos construido una historia musical bastante miope”, dice el investigador Freddy Chávez, quien desarrolla un proyecto que también contempla discos y otras publicaciones.

Un nuevo libro saca a la luz 30 cantos que el Premio Nacional de Música recogió en el sur de Chile y que permanecieron inéditos por casi 80 años. “Hemos construido una historia musical bastante miope”, dice el investigador Freddy Chávez, quien desarrolla un proyecto que también contempla discos y otras publicaciones.

No fue nada de fácil. Comisionados por la Universidad de Chile, Carlos Isamitt y Pedro Humberto Allende viajaron con el objetivo de internarse en comunidades mapuches, presenciar sus ceremonias privadas y registrar algunas de ellas. Su contacto era Antonio Coñoepán, un hombre que había ayudado a Allende en una investigación anterior, pero esta vez no funcionó. La desconfianza hacia los “huincas” era demasiada.

Luego de un mes, Allende volvió a Santiago decepcionado y dejó en el sur a Isamitt, que insistió. Partió haciendo algunas pinturas de las actividades cotidianas de la zona, aprendió algo del idioma y, lentamente, logró ganarse la confianza de algunos mapuches.

Un día lo invitaron a pasar a una ruca. Allí había una machi, un anciano, un par de niños y unas cuantas personas más. A tropezones con el mapudungún, Isamitt habló de algunas personas que había conocido durante su estadía y de su interés por los cantos mapuches. Además, sacó de una caja un objeto que nadie había visto ahí hasta ese momento: un violín. Y con él en sus brazos, reprodujo unos toques de trutruca que había aprendido.

Fue una jugada crucial, recordó él mismo más tarde: “Al concluir había florecido en ellos una alegría franca, reían los hombres, parodiaban admirablemente algunos motivos de los toques trutruca, los niños miraban todo con los ojos agrandados, mientras las mujeres mantenían una extraña sonrisa. Una de ellas me dijo: ‘¡Ka pichin!’ (otro poquito). Toqué de nuevo algunos de los trozos y en la conciencia de que había ganado la confianza, antes de retirarme, dije a la machi: ‘Ahora, ¿cuándo va a cantarme algunas de sus canciones?’”.

Esa historia está en 30 cantos araucanos de Carlos Isamitt Alarcón, un libro que acaba de presentar el investigador Freddy Chávez y que compila canciones recogidas entre 1931 y 1937, en zonas de La Araucanía como Quepe, Toltén, Queule y el Budi. Junto con pinturas y manuscritos, además de traducciones al castellano, el volumen reúne las partituras de 30 canciones que cumplían funciones diversas: para hacer dormir a los niños, al moler el trigo, antes del juego de la chueca o simplemente para expresar amor o dolor.

“Este libro era un anhelo de Carlos Isamitt”, asegura Freddy Chávez, académico del Departamento de Música de la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación (UMCE), quien ha pasado los últimos seis años trabajando en torno al enorme archivo del autor del Friso araucano (1931).

Nacido en 1885 en Rengo, Isamitt es conocido como investigador y compositor, una labor por la que se adjudicó el Premio Nacional de Música en 1965. Su legado, sin embargo, es mucho más amplio: fue profesor normalista, pintor y Director General de Educación Artística, cargo desde el que impulsó la creación de la Escuela de Artes Aplicadas.

“Su motor es la pedagogía. Desde ahí hace el encuentro con la plástica, con la investigación musical y con la composición”, sintetiza Chávez, quien ya había publicado dos discos con obras de Isamitt, para cuartetos de cuerdas y dúos de violín y piano. Ahora prepara otro álbum, con piezas solo para piano, y un segundo libro con artículos académicos.

El caso de los 30 cantos araucanos es singular: estaban virtualmente listos para ser publicados, porque Carlos Isamitt ganó con ellos un concurso realizado en 1941 para celebrar los 400 años de la fundación de Santiago. Su edición, sin embargo, nunca prosperó. “Esos 30 los compiló y presentó a ese concurso, pero ya hemos contabilizado alrededor de 150 más”, asegura Chávez. “La literatura plantea que él convivió con los mapuches entre 1931 y 1937, pero él siempre siguió ligado a las comunidades. En los años 50, además, tiene una inédita relación con las comunidades huilliches, en Coihuín de Compu, cerca de Quellón, donde se va a vivir por unas temporadas”.

Según el musicólogo, lo que lo distingue es el fuerte vínculo que establecía con las personas: “Más que lo musical o pictórico, siempre está rondando los aspectos sociales. Hay una defensa del indígena, del criollo, del campesino. Le daba lo mismo estar en una caleta de pescadores o en una plaza, decía que tenía que estar ahí para aprender. Es un rasgo que está absolutamente fuera de contexto para su época”.

¿Cómo caracterizaría su acercamiento a las comunidades mapuches?

Él hace una convivencia y esa es una ética que va contra el canon establecido en esa época. Entra a la comunidad y se involucra con lo social. No es un recopilador que toma el material y se va, sino que hace una defensa de la comunidad. Por ejemplo, hay muchas cartas en que los mapuches le piden apoyo en la recuperación de sus tierras y hay cartas de él a las autoridades por ese tema. Es decir, no solo va a buscar la música, sino que es una relación estética y ética.

Figuras como Margot Loyola y Violeta Parra hicieron recopilación, pero él viajó mucho antes. ¿Se puede decir que se adelanta a su época?

Es muy difícil comparar porque son ámbitos muy diferentes, pero estuvo muchos años antes que Violeta Parra y Margot Loyola, que se han erigido como las grandes investigadoras de lo popular, de lo folclórico y la tradición oral. Habría que regular esa conceptualización con respecto a él. No es que tengan menor valor esos trabajos, pero siempre hay algo antes.

Sus hijos me han contado que Margot Loyola iba permanentemente a la casa de Carlos Isamitt. Junto a Carlos Lavín, él la fue a buscar para grabar un disco con su hermana (Estela), en 1942. También fue él quien la impulsó a estudiar canto con Blanca Hauser y era como el maestro de ceremonia en sus programas. Hacía como la explicación “teórica” de lo que cantaba Margot Loyola.

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¿Carlos Isamitt es un personaje aún desconocido?

Es tan desconocido como casi toda nuestra historia musical, en general no sabemos mucho de nuestros compositores, instrumentistas y directores. No sabemos mucho de Carlos Lavín, de Alfonso Leng, de Pedro Humberto Allende. Hemos construido una historia musical bastante miope, falta de insumos. Si bien hay intentos que todos valoramos, estamos al debe en la construcción del personaje, ir al compositor y conocerlo. Siempre estamos en el gran relato, pero cuando te metes en el microrrelato ves que la historia cambia y que las motivaciones que pudo tener Carlos Isamitt para ir a las comunidades mapuches, por ejemplo están más allá de tomar un material y convertirlo en una composición musical.

Además, tenemos como un desborde por estudiar la música popular de ahora. Eso es interesante, pero tenemos una deuda histórica, muy potente, con todos estos personajes que -bien o mal- construyeron los pilares de la institucionalidad musical y artística en Chile.

Conociendo a Isamitt

El libro 30 cantos araucanos de Carlos Isamitt Alarcón está disponible directamente a través de Freddy Chávez, en el correo freddychavezc@gmail.com y en este enlace.





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