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Homicidio de Mónica Briones: primer caso documentado de un crimen de odio en Chile

El caso de Mónica Briones Puccio fue investigado por la fundadora de la Agrupación Lésbica Rompiendo el Silencio, la periodista Érika Montecinos. Ella es la autora de esta crónica que narra la trágica historia de lo que se transformó en el primer caso documentado en Chile de un crimen de una mujer lesbiana motivado por su orientación sexual, ocurrido el 9 de julio de 1984 en Santiago de Chile.

Diario Uchile

  Martes 9 de julio 2019 8:15 hrs. 
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Su historia se remonta a la década de los años 70 y 80, en círculos artísticos y alternativos que se reunían tratando de resistir la dictadura militar. Mónica estudió a fines de los 60 en el Escuela de Arte de la Universidad de Chile y fue alumna de Nemesio Antúnez, entre otros. Ganó una “maratón” de pintura en el Cerro Santa Lucía, que consistía en pintar más de 72 horas seguidas. Vendía y regalaba sus cuadros, esculturas y muñecas de trapo en el Parque Forestal. Desde su adolescencia, Mónica asumió su orientación sexual lésbica abiertamente, con muchos obstáculos, ya que en aquella época era considerada una enfermedad y por ignorancia de su familia, pasó varias épocas en psiquiátricos y medicada, creyendo que se podía curar de su “inclinación”. No obstante, ella se reveló ante ello y comenzó a vivir su vida libremente, sin importar lo que dijeran u opinaran los demás, aunque muchas veces, por su familia, tuvo que ocultar o vivir una doble vida para protegerla. Ella era hija de un artesano de lámparas y una modista. Le sobrevive su hermana menor, Cristina.

En la década de los 80, en plenas protestas contra la dictadura, Mónica seguía pintando y trabajando en sus esculturas. Expuso en aquella época en el Parque Metropolitano y algunas galerías, lamentablemente sin éxito, ya que muchas personas la tildaban de “loca” o “excéntrica” debido a que asumía su lesbianismo de manera pública, lo que comenzó a traerle enemigos, persecuciones y amenazas de muerte. Mónica no participaba en ningún movimiento político, pero su círculo estaba compuesto por personas vinculadas a ellos, como la primera colectiva lesbofeminista en Chile, Ayuquelén, que en esa época ya se reunían en secreto desde 1983. En ese círculo conoció al escritor Pedro Lemebel, quien incluso años más tarde, le dedicó una crónica.

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El día 8 de julio de 1984, cuando arreciaban uno de los peores temporales de invierno en aquella época, ella junto a amigos y amigas salió a celebrar su cumpleaños número 34. Cuando regresaba a su casa a eso de las 6am del 9 de julio, esperaba micro en la intersección de las esquinas Irene Morales con Merced, al frente de la Fuente Alemana en el Parque Forestal. Era acompañada por una amiga. Ahí fue atacada sorpresivamente por un hombre “de pelo muy corto, estilo militar y bototos”, quien la golpeó en la cabeza hasta hacerla caer al suelo, según consta en los expedientes radicados en el Archivo Judicial. El tipo no identificado le gritó “Así te quería pillar, lesbiana de mierda!”.

Ella murió desangrada en el pavimento producto de un traumatismo encéfalo craneal, mientras su amiga en shock por lo que no pudo evitar (intentó detener la golpiza, pero fue arrojada lejos de una patada en el estómago), salió corriendo del lugar. Al inicio se hizo pasar por un accidente de tránsito, pero su familia recibió llamadas telefónicas que les indicaban que había sido asesinada por encargo y sus amigos cercanos indicaban que ella había denunciado que la seguían hace mucho tiempo. Pese a que se investigó su caso, este cerró el año 1993 sin encontrar culpables.

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El año 2006, la periodista y activista Érika Montecinos, comienza a investigar su caso, motivada por la fuerte leyenda que había en el movimiento LGTB chileno por la figura de Mónica. Gracias a esta investigación y a que pudo determinar mediante archivos y entrevistas a sus familiares y amigos, que fue asesinada el 9 de julio, se conmemora en el país, el Día de la Visibilidad Lésbica desde el año 2015.

Símbolo de la lucha por ser una misma

El caso de Mónica, asesinada por ser lesbiana, si bien es el primero documentado, no ha sido el único lamentablemente. Han sido cientos de casos que han quedado en la más absoluta impunidad y desidia de la justicia, ya que muchas veces el componente de la orientación sexual o expresión de género, parece obviarse. Sin embargo, desde hace una década, los casos de violencia y agresiones contra mujeres de la diversidad sexual, se han visibilizado mucho más y se puede, incluso, realizar un catastro de ellos por fecha y localidad. Muchas de estas agresiones, no terminan en asesinatos, pero sí son agresiones que incluyen acoso callejero, bullyng escolar y laboral, y golpizas o violaciones correctivas (denominadas así ya que son el intento de “reparar” la orientación sexual de una mujer mediante la violación) que las han dejado al borde de la muerte o con graves secuelas.

Estas agresiones muchas veces no son solo por el hecho de ser mujeres y lesbianas, sino además por manifestar libremente su expresión de género o su libertad de ser ellas mismas, expresando también sus afectos en público o también, por la censura e invisibilidad machista a su existencia. El caso de la joven Nicole Saavedra, asesinada el 26 de junio de 2016, representa fehacientemente esto: ella, una joven de 23 años con una expresión de género masculina, fue acosada en su localidad de Quillota. A mediados de junio de 2016, fue secuestrada, estuvo desaparecida una semana, y luego fue hallada en un sitio eriazo, amarrada y con claros signos de haber sido torturada y violada. En febrero de 2019, Carolina Torres se convirtió en sobreviviente de una golpiza porque caminaba de la mano con su novia en la comuna de Pudahuel.

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Y así innumerables casos que muestran la necesidad de crear conciencia sobre la libertad única e imperiosa de toda mujer por ejercer su derecho y autonomía como ella estime conveniente sin temor a ser agredida o perseguida.

Este monumento, a partir del caso de Mónica, representará una oportunidad para recordarnos a todas aquellas mujeres que deseen de alguna manera u otra vivir su autonomía y libertad de ser quiénes son sin miedo a ser asesinadas o agredidas por ello.

Una artista del Parque Forestal

Además, Mónica representa a las y los artistas de aquella época denominada “underground”, que quisieron vivir su vida libremente a pesar de toda la adversidad. Las esculturas de Mónica, no solo están en posesión de sus familiares, sino que cada día aparece muchas personas indicando que la conocieron y que conservan esculturas que la propia Mónica les regaló.

Además, se le han dedicado infinitas obras: la crónica “Amazonas” de Pedro Lemebel; la obra de teatro “Paloma Silenciada” del colectivo CERES; el programa de investigación policial de TVN, Enigma, emitido el año 2010 y basado en la investigación de Montecinos; y una película, llamada “Enigma” del director Ignacio Jurisic, inspirada también en la investigación.

Gracias a los documentos recabados, se pudo obtener además las primeras y únicas fotografías de esta artista, incluso un recorte de prensa del diario la Tercera de 1982, donde la entrevistaron por una exposición que realizó en aquella época en el Parque Metropolitano. El crimen de Mónica fue el punta pie inicial para que la colectiva lesbofeminista Ayuquelén, se volviera a rearticular.

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A continuación adjuntamos la crónica de Pedro Lemebel:

Las Amazonas de la Colectiva Lésbica Feminista Ayuquelén

Y fue tan sorpresivo ver en esos años de dictadura el rayado lésbico moroso del grupo Ayuquelén. Casi impensable imaginarlas bravas, feministas y combativas dando la pelea, en ese tiempo de concentraciones en el Parque O’Higgins, donde sus graffitis tenían el leve desenfado de la militancia sexual que dibujaba corazones partidos de mujer a mujer. Era raro pensarlas pioneras de un movimiento libertario de minorías sexuales, a la Su y a la Lily, dos jóvenes puntudas que habían Iniciado este peregrinar de macorinas, a partir del asesinato de Mónica Briones, la bella Mónica, como recordaba la Su entre cervezas y fotografías de mujeres y la voz incansable de Chavela Vargas que timbraba de boleros el testimonio horroroso de aquel asesinato.

La Mónica era una artista, sobreviviente del hippismo, el Parque Forestal y de tantos cafés utópicos que humeaban las tardes de la Unctad, en la lejana Unidad Popular. Y a pesar del golpe, del toque de queda y la milica represión, todavía le quedaban ganas para soñar noches en ese Santiago amordazado por el toque de queda. Aún le quedaba pasión, esa fecha del setenta y algo para brindar por la esperanza en el Bar Jaque Mate de la Plaza Italia. Y la Mónica hablaba tan fuerte, no tenía pelos en la lengua para manifestar su rabia frente al machismo, la repre, y todas las fobias que alambraban de púas su prohibido alamebelmor. La Mónica era así, voluptuosa, desenfrenada, cuando escuchó risas de machos en otra mesa, burlas de macho al ver mujeres bebiendo en la noche sólo para hombres. Y no se pudo contener, y algo les dijo, y los dos tipos se pararon desafiantes, y la Mónica desde su pequeña estatura no se quedó chica, y vino un puñetazo y otro, y a patadas la sacaron a la calle, a la vereda, donde la siguieron golpeando, donde le partieron el cráneo y la sangre de la pequeña Mónica les manchó los puños, y ese color aumentó la brutalidad de la golpiza. Y ellos no se cansaban de golpearla, como en éxtasis le rebotaban su cabeza en el cemento. Y cuando se fueron, caminando tranquilos por la oscuridad macabra de la dictadura, la Mónica quedó hecha un guiñapo estampado en el suelo. Y cuando llegó la policía, nadie había visto nada, nadie se atrevía a dar informaciones sobre esos monstruos, seguramente CNI, que se desplazaban libremente en el Santiago de las botas.

Este horrendo crimen sigue impune hasta el momento, y solamente sus amigas lesbianas lo reflotan políticamente como bandera de lucha. Así, la Colectiva Lésbica Feminista Ayuquelén, por muchos años llevó el estandarte menstrual de Mónica Briones como punto de partida por la justicia de sus demandas. Especialmente la Su, y también la Lily, mis viejas amigas militantes, extraviadas hoy en el calendario de los acontecimientos. De aquel grupo, sólo quedó el nombre araucano tizado en la memoria de un muro. Sólo quedó el recuerdo valeroso de aquellas amazonas, que intentaron dignificar su mundo raro en la intolerancia de este país.

Tal vez esta agrupación, doblemente segregada por ser mujeres y además lesbianas, no sólo recibió la agresión del patriarcado, también fueron expulsadas del feminismo de la Casa de la mujer La Morada, en aquellos años, cuando no convenía mezclar las cosas, y que se confundiera feminismo con lesbianismo. Ahora casi no importa, ya que las dos causas están igualmente estigmatizadas.

El amor sexuado entre mujeres es más reprimido en estos sistemas donde a veces lo gay hace de florero en la fiesta eufórica neoliberal, pero en fin, de aquellas amazonas de la Colectiva Ayuquelén casi no tengo noticias, solamente alguna viajera lesbiana me dice que divisó la cabellera flotante de la Su “yirando” sin prisa en algún mercado de Tailandia, o posando con una copa en la mano junto a la sirena de Copenhague; por ahí, por allá, irá libre la hermosa Su, donde su corazón divagante anide lésbico en el ala de otra mujer.

 

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