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Ricardo García: alguna calle llevará tu nombre

Columna de opinión por Vólker Gutiérrez
Miércoles 10 de julio 2019 17:48 hrs.


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El público de la Quinta Vergara, dispuesto alrededor del Palacio y no del anfiteatro que se levantó después, se enfrenta expectante al comienzo de una aventura desconocida. No están las luces ni el sonido ni todo el color que caracteriza en nuestros tiempos al evento más popular que se desarrolla ahí cada verano. Pero la ansiedad de los espectadores y los organizadores es altísima. Es febrero de 1960 y estamos viendo una película en blanco y negro. Por fin, poco después de la hora señalada, aparece sobre el escenario el locutor y da pie al inicio de una leyenda: el Festival de la Canción de Viña del Mar.

Así imagino en parte la primera edición del ya famoso certamen musical. Al igual que otras iniciativas de aquella época, como el Mundial de Fútbol de 1962, el festival de Viña tuvo mucho de ñeque, de esfuerzos múltiples que se concatenaron para dar vida a sueños y aspiraciones de personas que sabían que había un mundo por hacer con escasos recursos, casi a pata pelá. Entre esos hacedores, figuró el visionario Juan Osvaldo Larrea García, ya entonces más conocido como Ricardo García.

Ricardo García el aprendiz

Juan Osvaldo había llegado muy pequeño desde el sur a Santiago, de la mano de su madre. Acá asistió al colegio y, entre otras virtudes, destacó en certámenes literarios y comenzó sus coqueteos con la actividad radial. Llegado el momento de iniciar sus estudios superiores, optó primero por las Bellas Artes para luego matricularse en la carrera de Castellano, en el antiguo Instituto Pedagógico.

En paralelo a sus clases universitarias entró a trabajar en la radio Minería. Comenzaba la década de 1950… y también la llamada Guerra Fría, que al joven Larrea le cayó encima cuando lo despidieron de la emisora por asistir a un encuentro por la Paz en Rumania, detrás de la Cortina de Hierro. Eso no lo amilanó ni tampoco le generó rencor. Es más, no dudó en volver a la Minería cuando fue llamado otra vez ahí. Certera decisión, pues al poco tiempo Raúl Matas, el locutor del programa más famoso de la época, Discomanía, lo invitó a sumarse al espacio y Larrea ya no paró más, aunque ahora era conocido con su artístico nombre de Ricardo García.

Ricardo García el ídolo de la radio

A mediados del siglo pasado la televisión en Chile era todavía un experimento y el canal de información más masivo seguía siendo la radio. En ese medio, con harta programación en vivo, casi tan populares como los propios artistas eran los locutores, conocidos también como disjockeys. Ellos no limitaban su labor a anunciar las canciones que se emitirían, sino que también hacían continuidad y comentaban discos. Mucho se discutió entonces la labor de estos personajes, a los que se les enrostraba el poder de determinar en gran medida los gustos de las audiencias. Sin embargo García no concordaba con ello porque eso menospreciaba el papel del público. Además, él se autodefinía como un realizador de programas, lo que calza perfecto con su estirpe de gestor, tal cual es recordado por buena parte de quienes valoran su amplia obra cultural.

Ricardo García tomó la posta de conductor en Discomanía cuando Raúl Matas partió al extranjero, a fines de los años cincuenta, transformándose en el personaje radial más popular del país. Pero él era más que un anunciador de canciones. Creó el personaje Pocas Pecas, que luego fue llevado al dibujo; fundó revistas y levantó tienda de venta de discos; ofició de actor en compañías teatrales y de cantor en coros. En tanto periodista autodidacto cubrió importantes sucesos nacionales e internacionales, como el asesinato del presidente Kennedy, siempre acompañado de su grabadora con la que quería registrar “el sonido de la historia”.

Ya en 1960 Ricardo García es una institución en Chile y es ahí cuando las autoridades de Viña del Mar lo llamaron para dar forma y conducir un evento nuevo, que marcará el pulso futuro de la música popular en el país. Fue él junto a otros personajes de la época quienes propusieron la realización de un certamen para, principalmente, dar a conocer a los creadores e intérpretes nacionales, tanto de los géneros pop como folclórico. Y así es como condujo las primeras ocho ediciones del Festival de la Canción de Viña del Mar.

Ricardo García y la Nueva Canción Chilena

En diversas entrevistas que le hicieron y en sus propios espacios radiales, desde muy temprano Ricardo García se preocupó de resaltar y dar cabida a un nuevo movimiento cultural que emergía en el país, de la mano de Violeta Parra, junto a la cual el locutor desarrolló por un año un programa en la radio Chilena. Debido a que la llamada Nueva Canción Chilena no tenía la cobertura que García solicitaba, se dedicó a organizar un festival especial, bajo el alero de la reformada Universidad Católica que dirigía Fernando Castillo Velasco. En los tres encuentros que se alcanzaron a realizar, desfilaron por ahí Víctor Jara, Patricio Manns, Isabel y Ángel Parra, Quilapayún, Rolando Alarcón y varios otros próceres de la cultura nacional.

Pero Ricardo García fue un hombre versátil, siempre tajante en señalar que, independiente del género musical, gustaba de la música bien hecha. Preocupado también por los intereses del público juvenil, cuando la televisión en Chile daba sus primeros pasos, lo encontramos animando las primeras versiones de un programa que marcó a más de una generación: Música Libre.

Ricardo García y la resistencia cultural

Cuando el 11 de septiembre de 1973 en Chile se bombardeó La Moneda con el presidente constitucional en su interior, los fusiles silenciaron también a la cultura y sacaron de escena a buena parte de los más importantes creadores nacionales. Ricardo García, que estaba en el pináculo de su carrera, fue uno de los afectados. Pero nuevamente no se dio por vencido y se unió a la resistencia desde su ámbito natural. Al poco tiempo y con escasos recursos financieros decidió crear el sello Alerce, bajo cuyo alero, casi en susurro, de mano en mano, logró reunir y difundir a los nuevos representantes del arte musical. Primero fueron los nacionales, como el grupo Ortiga, y luego llegaron los latinoamericanos, dentro de los cuales el más destacado fue Silvio Rodríguez.

Igual que el árbol patagónico, el sello Alerce y Ricardo García crecieron y se mantuvieron firmes frente a la censura impuesta por el régimen militar. Y de la misma forma que una década antes, García organizó y condujo los primeros festivales masivos en dictadura, en el histórico teatro Caupolicán, ahora con nombres como Santiago del Nuevo Extremo, Capri, Eduardo Peralta o Schwenke y Nilo.

El retorno a la democracia en Chile se verificó en marzo de 1990. Muchos quisieron recuperar el tiempo extraviado y saldar antiguas cuentas, como Silvio Rodríguez, quien se reencontró con el público chileno en uno de los conciertos de mayor convocatoria realizados en el país, el día 31 de ese mismo mes y año en el Estadio Nacional. Cuando se publicó el disco que contenía el material de ese recital, en septiembre, el trovador caribeño, junto con recordar a Víctor Jara, dedicó estas sentidas palabras a Ricardo García: “La idea de grabar el concierto, y la gestión, se deben a Ricardo García, quien tuvo una larga trayectoria de afecto y compromiso con la canción chilena y latinoamericana. Podría decirse que este disco fue uno de sus últimos proyectos, quizás su último sueño, y me hace bien honrar su memoria dedicándoselo”.

Así fue, quizás su último sueño, porque Ricardo García falleció tempranamente en junio de 1990. El presente 2019 habría cumplido noventa años de edad y algunos también soñamos con ver, algún día, su nombre estampado en la señalética de una calle.

 

El autor es Periodista y Profesor, Fundador y Presidente Cultura Mapocho, Director Letra Capital Ediciones.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.