El contundente golpe asestado por el ejército yemení en alianza con el movimiento popular Ansarolá en la profundidad del territorio saudí, específicamente en la provincia de Najrán que junto a las de Asir y Jizán configuran el borde fronterizo entre Yemen y Arabia Saudí, viene a configurar un septiembre victorioso para las fuerzas hutíes que defienden su país de la invasión.
Más allá del esfuerzo de los medios transnacionales de desinformación y las altas autoridades estadounidenses y europeas que -sin mostrar pruebas- han acusado a Irán de ser el autor del ataque a la mayor refinería de petróleo del mundo, la monarquía saudí, sus aliados y el gobierno de Estados Unidos saben que la reciente operación denominada “Victoria de Dios” marca un punto de inflexión en el devenir de este conflicto, sobre todo en la perspectiva del fin de la agresión a partir de la derrota militar de Arabia Saudí y el ejército mercenario que ha contratado para llevarla a cabo.
Después de una brillante planificación militar en la que indudablemente el trabajo de inteligencia jugó un papel fundamental, dada la certeza de los golpes propinados, la operación concluyó con el aniquilamiento total de tres brigadas de infantería motorizada conformadas por 12 mil efectivos y la captura de parte importante de su armamento y equipos incluyendo vehículos de trasporte de tropas, logística y blindados. Así mismo, fueron detenidos miles de soldados, oficiales y altos mandos militares de origen saudí además de sudaneses y mercenarios de varios países.
Vale decir que la provincia de Najrán es habitada en su mayoría por la tribu Banu Yam que profesa la corriente chií del islam, la misma de los hutíes, de ahí la fuerte identificación religiosa entre ambos que supera una posible contradicción nacional que en este caso -como se sabe- tiene carácter artificial, pues fue creada por la fuerza por la familia Saúd al no haber podido derrotar y dominar a los Banu Yam a pesar de los grandes esfuerzos realizados al efecto, creando por el contrario una oposición contra la dinastía saudí que explica su acercamiento a los hutíes. En esta ocasión, eso se manifestó a través del aporte de información sobre lo que consideran el enemigo común y el apoyo a las fuerzas armadas yemeníes que incursionaron hasta 150 km. en la profundidad del territorio saudí.
No obstante las implicaciones directas que estas últimas dos acciones de los hutíes en Arabia Saudí han tenido para la monarquía, ellas se deben insertar en un análisis más amplio que explique por qué ahora y no antes fueron realizadas tales operaciones, toda vez que los analistas que se especializan en el estudio de la región afirman que el ejército yemení y el movimiento popular Ansarolá tenían estas capacidades desde mucho antes.
En realidad el plan estratégico de las fuerzas yemeníes se ha estructurado en dos fases, la primera ya cumplida se basó en el ataque a aeropuertos, bases militares y aéreas en el territorio saudí. Ahora, se ha pasado a una segunda fase caracterizada por operaciones de mayor envergadura encaminadas a golpear el corazón de la estructura económica, financiera y militar del reino.
En ese contexto (aunque verificado unos días antes), la monarquía destituyó al ministro de energía, nombrando en su lugar a Abdulaziz Bin Salmán Bin Abdulaziz al Saud miembro de la familia reinante (en este caso un hijo del rey) en esa responsabilidad por primera vez en la historia, con el evidente designio por parte de la casa real de tomar control directo de la industria energética del país. Sólo unos días antes, el ex ministro también había sido depuesto como presidente de la compañía estatal petrolera Aramco, en lo que se ha interpretado como un paso hacia la privatización de la empresa y su salida a la bolsa.
Así mismo, con este paso, la monarquía intenta tomar medidas para elevar nuevamente los precios del petróleo a fin de hacer más atractivo el proceso de privatización de Aramco que en un primer momento podría significar el ingreso inmediato de hasta 100 mil millones de dólares a las arcas reales, bastante agobiadas precisamente por el despilfarro que ha significado la invasión a Yemen. Queda por ver como se vinculará el nuevo ministro con el sucesor designado con quien tiene una relación distante y una diferencia de 25 años de edad. En este contexto, los ataques yemeníes a la infraestructura energética saudí puede hacer caer los precios de las acciones de la empresa, causándole un golpe inesperado para las finanzas reales.
Toda esta debacle en Arabia Saudí contrasta con los avances del bloque de la resistencia en las últimas semanas: por una parte Líbano se pronunció a favor de sostener esta alianza; Hezbollah ha dicho que ante cualquier agresión a Irán, el bloque va a responder; así mismo, esta organización derribó dos drones israelíes que violaron el espacio aéreo de El Líbano y destruyó un vehículo militar israelí en territorio de este país, causándole graves bajas; las fuerzas armadas iraquíes y la presidencia de ese país por su parte, anunciaron que cualquier avión que viole su espacio aéreo será derribado, incluyendo los de Estados Unidos apoyando de esa manera a las brigadas populares Hashd al-Shaabi que habían sido amenazadas por Israel; igualmente Siria anunció que está negociando el sistema de defensa antiaéreo iraní Bavar 373, equivalente al S-300 ruso. En el mismo contexto tanto desde Gaza como desde Siria se han producido ataques con misiles contra las fuerzas militares israelíes en Palestina y en el territorio ocupado del Golán, todo lo cual es expresión de un cambio en la correlación de fuerzas militares en la región a favor del eje de la resistencia.
En una mirada más amplia, esta situación tiene incidencia directa en Estados Unidos y en su panorama electoral. En Afganistán, el acercamiento de Rusia e Irán al conflicto en la búsqueda de una salida negociada, obligó en primera instancia a Estados Unidos a seguir el mismo camino, pero la exigencia del destituido consejero de Seguridad Nacional John Bolton en sentido contrario llevó al presidente Trump a abandonar la mesa de negociaciones con el Talibán.
En Israel, el primer ministro Benjamín Netanyahu no logró la mayoría en las elecciones y tiene enormes dificultades para formar gobierno, creando una suerte de parálisis interna que afecta la cotidianidad del Estado sionista, lo cual indirectamente también perturba a Trump en sus ambiciones reeleccionistas.
El presidente de Estados Unidos se ha manifestado en disposición de negociar con Irán, sin embargo tanto su colega persa Hasán Rohani, como el máximo líder del país el ayatollah Alí Jamenei han dicho con mucha vehemencia que su país no va a dialogar mientras esté sujeto a las sanciones de Estados Unidos. Hoy, la fortaleza de Irán le permite ir a una negociación sin condiciones con Estados Unidos, sobre todo tras la salida de Bolton y la debilidad política interna de Netanyahu.
Estas circunstancias hacen prever que en una virtual negociación entre Irán y Estados Unidos no se va a hablar solo del retorno del primero al grupo 5+1, lo cual además tendrá que hacerse de forma paulatina dada la baja credibilidad de Estados Unidos en el cumplimiento de los compromisos adquiridos, la potencia norteamericana también se verá obligada a tratar con el país persa la situación de Afganistán, Yemen y Siria, dándole a Irán el espacio que se ha ganado como potencia protagónica en la región.
El cuadro general es de superior acercamiento en el bloque de la resistencia y mayores contradicciones en el bloque pro estadounidense, sobre todo después de los ataques hutíes en las refinerías y en Najrán que además han significado un quiebre de la alianza de Arabia Saudí con los Emiratos Árabes que temen que estas acciones se comiencen a realizar en su territorio.