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Pablo Salvat por manifestaciones en Chile: “Es probable que decaigan en su intensidad, no en sus motivaciones”

En conversación con nuestro medio, el académico de la Universidad Alberto Hurtado, Pablo Salvat, se mostró a favor de un cambio constitucional y aseguró que es "difícil concebir ya una carta constitucional con más 'parches'".

Paul Walder

  Viernes 1 de noviembre 2019 14:39 hrs. 
P.Salvat

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Tras el estallido social han comenzado a fluir asambleas, cabildos comunales y otras formas de organización ciudadana desde las bases. En general, el diagnóstico está bastante claro: este sistema político y económico no da para más. Reventó y en este momento flota en el aire.

En tanto, no son pocos los académicos, activistas, que le advertían a la clase política que algo grande se incubaba. Uno de ellos ha sido el doctor en filosofía y profesor de la Universidad Alberto Hurtado, Pablo Salvat.

En esta conversación, el académico entregó una visión sobre la magnitud del momento que vive Chile, sus causas y sus posibles escenarios.

En general, las explosiones sociales de multitud sin una organización tienden a decaer. ¿Podemos pensar que pasará lo mismo o hay elementos que digan lo contrario?

En primer lugar, podemos recordar todas aquellas predicciones interesadas hechas desde el poder central de la Casa Blanca a fines del siglo pasado, sobre que la historia y la caída de los socialismos históricos, de que la historia humana había llegado a su fin y de que la alianza entre capitalismo, liberalismo y nuevas tecnologías serían la “solución final” a todos los problemas. La propia historia -que nunca puede ser detenida por nadie- y los sujetos en ella implicados, se han encargado de desmentirlas. La historia no ha terminado.

Ahora, ¿qué podemos avizorar en el caso nacional? En tu pregunta hay un punto de acuerdo contigo: las manifestaciones espontáneas tienden a tener un tiempo de expresión y si en ellas prima la represión indiscriminada o la falta de una mínima orientación reivindicativa y programática en común, es probable que decaigan; aunque solo en su intensidad manifestativa, no en sus motivaciones y causales de fondo que las desatan.

Segundo, lo positivo de esta espontaneidad rebelde ha estado a mi juicio, entre otras cosas, en que la élite de poder no ha podido adjudicársela a algún sector político tradicional; tradicional digo en su visión de mundo habitada por buenos y malos, delincuentes y gente de bien, por una permanente y renovada “guerra fría”. Las derechas, sea en versión soft o neofascistas, no saben vivir sin la creación de enemigos ficticios, inventados, algunos creados por ellos mismos y por tanto, en una lógica de guerra, que es guerra a muerte.

Tercero, preguntas si hay elementos que puedan contradecir la tesis de jugar por parte de la élite de poder al desgaste, a la rutina, al decaimiento, a que la gente vuelva a vivir y sentir como lo hacía antes del estallido del viernes pasado, a la “normalidad”, como es el discurso oficial. En esto creo que la toma de conciencia social y política se ha acelerado de tal forma, que veo difícil que podamos volver atrás, en el sentido de bueno “aquí no ha pasado nada, ha sido un mero azar y coincidencia, pero nada más”. Bajamos este y este otro precio y ya, todo el pueblo contento a sus madrigueras a sobrevivir como se pueda.

pablosalvat

Esta es una movilización empujada por el rechazo a un modelo, no a un gobierno ni a demandas puntuales no respondidas. ¿Podemos hablar de un cambio de régimen, de orden institucional?

Comenzó como el rechazo a una medida puntual: rechazo al alza del precio del Metro. Pero ya en esas expresiones juveniles y en las que vinieron después se va expresando la toma de  conciencia,  tanto los precios de los servicios básicos privatizados como de los bienes sociales fundamentales vendidos a transnacionales, los problemas medioambientales, el sentido de la  educación, la criminalización  del pensar crítico, el valor de los arriendos y de los préstamos bancarios, los medios de comunicación, el agua, de la misma vida, de casi todo, incluido por cierto la despolitización y des-socialización de nosotros mismos, todo ello está en la lógica del neoliberalismo, la lógica del costo beneficio y del cálculo de utilidad y maximización que, obviamente, favorece de manera prioritaria a la élite del 1% del país.

Cuidado. Es también un claro rechazo al actual gobierno de la derecha neopinochetista que ha quedado al desnudo en esta situación con su accionar errático y represivo. Lo que pasa es que hoy por hoy no se cuestiona solamente la política de este Gobierno, sino que se la enmarca en una racionalidad más global, que es la del capitalismo neoliberal globalizado que nos fue impuesto a fines de los años setentas

Segundo, claro que los cambios tendrían que expresarse también jurídicamente hablando. Pero ¿cuál juridicidad sería?  ¿De nuevo la misma Constitución, pero ahora con nuevos “parches”? Difícil concebir ya una carta constitucional con más “parches”. Todo este proceso de cuestionamiento para ser realista y plausible y para garantizar una nueva vida social más o menos estabilizada hacia adelante, debería expresarse en el debate y deliberación participada del conjunto de la población en la construcción de una nueva carta de navegación, es decir, una nueva constitución.

¿Podemos hablar de revolución?

Si se pudiera adjetivar, en todo caso tendría que ser una suerte de revolucionamiento espontáneo del orden actual.  No he visto por ahora esos términos enarbolados en las pancartas de los manifestantes.  No se puede dar por ahora una respuesta concluyente al respecto.

Lo que sí ha sido es la expresión de una rebelión, de una insumisión ante tanto abuso de poder, ante tanto sufrimiento social, ante tanta ignominia política, tanta mentira y manipulación. Es una profunda reivindicación de dignidad colectiva frente a la conjunción de abusos por tantos años.

Al mismo tiempo, se ha comenzado a articular esa protesta, ese reclamo por dignificación del vivir juntos, con un cuestionamiento radical del modelo de desarrollo neoliberal, visto como el principal causante de los abusos y el sufrimiento social.  No puede plantearse la dicotomía reforma social y/o revolución en blanco y negro. Tenemos que aprender de nuestra propia historia.

Desde un punto de vista conceptual, quizá podemos decir que una reforma o varias reformas, serán aquellos actos, decretos, normas legales o políticas que apuntan a remediar los peores efectos de este derechismo neoliberalista sin tocar los pilares fundamentales de ese modelo consagradas en la actual juridicidad constitucional. ¿Son negativas las reformas? Creo que no. Esta evaluación dependerá del horizonte político y normativo en el que cada quien se sitúe. Nos aproximaremos a una revolución si por intermedio de todos estos actos, manifestaciones, expresiones, articulaciones, se logra empujar hacia un nuevo orden sociopolítico, económico y cultural.

¿Cómo se deben articular los pasos siguientes, en el momento y corto plazo?

Lo más importante tendría que ser contribuir a articular desde la base a las cúpulas de la sociedad que se manifiesta y protesta en los espacios públicos. Y en ello creo que responsabilidades tienen y tendrán los nuevos liderazgos que vayan emergiendo. Al mismo tiempo, los liderazgos de las asociaciones actuales, como ACEs, Confech, Colegio de Profesores, sindicatos, trabajadores fiscales, camioneros, medioambientalistas, la articulación entre todas estas expresiones y aquellas expresiones del mundo político que estén dispuestos a sumarse a esta explosión y a contribuir humildemente desde sus posiciones, conocimientos y medios, tendría que ser el reencuentro del mundo social, profesional, académico,  con el mundo político no vendido, no entreguista, que está abierto a una autocrítica.

 

 

 

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