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La tortura como problema de salud pública

Columna de opinión por Felipe Alfaro V.
Miércoles 6 de noviembre 2019 8:51 hrs.


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En las últimas semanas, hemos sido testigo de la violencia desmedida por parte de agentes del Estado a la población chilena. Son numerosos los casos donde la tortura vuelve a ser el mecanismo de represión utilizado en las personas que ahora protestan por sus demandas ciudadanas. Por otro lado, durante la dictadura militar, los golpes físicos, el maltrato psicológico, la desaparición forzada y la violencia sexual, fueron algunos de los mecanismos utilizados por fuerzas armadas, carabineros e incluso civiles. Al parecer, tras 30 años del retorno de la democracia, los mecanismos de represión no han cambiado mucho.

Discutir y reflexionar en torno al daño físico y mental que provoca la tortura en las personas es de suma importancia, siendo un grave problema de salud pública, que no sólo se concentra en el individuo afectado, sino que se expande a su círculo familiar y cercano. La discusión en torno a la temática de la tortura y sus consecuencias, ha sido históricamente desarrollada en el país, no obstante, aún estamos lejos de tener un Estado que garantice la no repetición de estas prácticas.

Tras el estallido social en Chile de estas últimas semanas se conoce el siguiente caso: “traumatismo encéfalo craneano” (TEC), fue el diagnóstico médico de la brutal golpiza que recibió de parte de carabineros Álex Andrés Núñez Sandoval de 39 años al ser capturado en las cercanías de una estación de metro. La magnitud de las lesiones fue tal, que falleció luego de dos días. Iniciándose una investigación que lo confirmó como la primera víctima fatal de las manifestaciones a manos de agentes del Estado, según fiscalía.

Posterior a este caso, son numerosas las denuncias de golpes físicos con lesiones musculoesqueléticas que evidencian tortura. Así también, impactos de perdigones y balines, traumatismos oculares con pérdida parcial y/o total de la función visual. El impacto de este daño corporal es impredecible, siendo esencial visibilizar la alteración en la salud mental de las personas lesionadas durante este conflicto social y a partir de esto, fomentar la rehabilitación integral.

Considerando el contexto histórico, durante la dictadura militar la rehabilitación física fue invisibilizada y escasamente registrada desde la investigación científica. El contexto sociopolítico de aquella época, el miedo, desconocimiento y los escasos recursos para realizar investigación, pueden ser algunos de los factores del porqué no existió trabajo sistematizado en rehabilitación física en víctimas de tortura. No obstante, existe testimonios de la comisión Valech que luego fueron recuperados por la organización “desclasificación popular” de profesionales kinesiólogos que contribuyeron en la rehabilitación física, disminución de la sintomatología dolorosa y mejora de la movilidad corporal de esta población.

En términos generales, es complejo medir el impacto de la tortura (física, mental y sexual) y de los tratos degradantes en la salud de quien ha sido víctima y/o sobreviviente. Las investigaciones internacionales en poblaciones afectadas por estos actos, demuestran relación con trastorno de estrés post traumático, depresión y síntomas físicos múltiples asociados a dolor musculoesquelético persistente que impactan negativamente en la calidad de vida.

Actualmente, en base al contexto histórico de la dictadura y a los hechos ocurridos durante estas semanas, es un gran desafío para los profesionales de la salud conocer y ejecutar herramientas que contribuyan a la rehabilitación integral, para esto es vital comprender el contexto, la historia personal y, sobre todo, empatizar con la persona desde su concepto y mirada del conflicto. Por otra parte, sigue siendo un problema del Estado garantizar la no perpetuación de estas prácticas.

 

El autor es kinesiólogo e Investigador de dolor crónico musculoesquelético en víctimas de tortura.  Alumno Mg. Salud Pública.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.