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Felipe Portales: “Es probable que este estallido le hubiese tocado a Guillier, en caso de haber triunfado”

Según el historiador, los gobiernos concertacionistas legitimaron, consolidaron y perfeccionaron el conjunto de las estructuras legadas por la dictadura a la proyección de su democracia "tutelada" o "limitada".

Paul Walder

  Sábado 9 de noviembre 2019 15:20 hrs. 
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El sociólogo e historiador Felipe Portales es, probablemente, uno de los principales investigadores de la transición chilena. Y ha sido también uno de sus grandes críticos, como podemos observar en los numerosos artículos publicados en Internet bajo el título de la “Concertación nos debe explicaciones”. El consenso de las élites, la traición programática de la Concertación y sus contorsiones no sólo ideológicas sino en su debilidad moral ante las violaciones de los derechos humanos hasta la abierta corrupción, actualmente aparece como causa bastante evidente del estallido social y la ira ciudadana contra la clase dirigente.

Felipe Portales es también un estudioso de la historia chilena. Y un gran crítico a una historiografía que ha llamado, no sin un poco de triste ironía, como nuestra mitología. Como esa que nos contaba hasta 1973 que Chile contaba con ejército constitucionalista, o a esa otra que hablaba de la “pacificación” de la Araucanía para esconder un genocidio, podemos añadirle en los últimos años el de “Chile, el modelo económico latinoamericano, el oasis en la región”. Es autor de numerosos libros, entre ellos títulos fundamentales como Chile una democracia protegida, Los mitos de la democracia chilena y la serie Historias desconocidas de Chile.

Ha investigado y escrito numerosos artículos y ensayos sobre la transición chilena. ¿La catástrofe, la explosión social que vemos hoy es una derivación de tales consensos?

Sí, cualquier análisis desapasionado concluirá que hay una clara línea de continuidad entre la proyección de la obra de la dictadura (¡no de la dictadura propiamente tal que, de acuerdo a su propio itinerario, legalmente se acababa de todas maneras a partir de los 90!) y la obra gubernativa de la Concertación.

Más allá del notable crecimiento económico de los 90, de la significativa disminución de la pobreza y del incremento de las oportunidades educacionales para los más pobres, los gobiernos concertacionistas legitimaron, consolidaron y perfeccionaron el conjunto de las estructuras legadas por la dictadura a la proyección de su democracia “tutelada” o “limitada”: Constitución del 80, ley minera, privatización de servicios públicos, Plan Laboral, AFP, Isapres, educación escolar segmentada, universidades con fines de lucro, sistema tributario favorable a la “elusión” de los más ricos, desmantelamiento o minimización de las organizaciones sociales de sectores medios y populares, sindicatos, juntas de vecinos, colegios de profesionales y técnicos, cooperativas), etc.

Con el gran crecimiento de la economía chilena de los 90 aquel modelo “chorreó” mucho a los sectores populares y medios. Pero lentamente comenzó su decadencia (¡no estaba cimentado en un desarrollo científico-tecnológico ni en una mayor incorporación de valor agregado a las materias primas, sino en su exportación como tales!) y todos sus elementos estructurales de profundas injusticias y abusos tendieron a provocar un creciente malestar que estalló como una olla presión el 18 de octubre.

Hay observadores que ven aquí un reventón social por la presión de un modelo de exclusión sobre varias generaciones. Compartes esta observación en cuanto las protestas, que se iniciaron con la chispa de un alza menos en las tarifas del metro, son hoy un reclamo generalizado contra el modelo neoliberal desde sus bases económicas a las culturales. La población demanda un cambio de régimen. ¿Cuál es la magnitud del estallido y sus proyecciones?

 Creo que “la manifestación más grande de Chile” del 25 de octubre (se estima como un millón y medio de asistentes) sin duda que demuestra un gigantesco rechazo al modelo que cambia el cuadro político y social. Ya el conjunto de la sociedad chilena se percibe a sí misma como contraria al “sistema”, cualquiera sea la definición que tenga de él. El gran problema es que un cambio político-social de envergadura requiere de actores político-sociales que estén a la altura, los que todavía no están presentes. El Frente Amplio es, sin duda, el más promisorio en este sentido, por su juventud, su cuestionamiento al sistema y su carencia de itinerario entreguista y corrupto, que es lo que descalifica claramente al conjunto de los partidos concertacionistas para tales efectos. Sin embargo, se aprecia todavía muy débil en el diagnóstico y propuestas de transformación, en su vinculación con la base social y en una sólida conformación orgánica. Y quizás lo más grave, no ha “separado aguas” con claridad respecto del liderazgo (¡no de las bases!) de la antigua Concertación, ni ha denunciado el “giro copernicano” que lo derechizó completamente. Esto explicaría  por qué el FA es también mirado negativamente por gran parte de la población. Esta no lo distingue mucho de la Concertación.

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¿Por qué en el gobierno de Piñera?  ¿Por haber profundizado hasta nuevos extremos las contradicciones propias del capitalismo? ¿Por qué no sucedió durante el gobierno de la Concertación o Nueva Mayoría? En este momento, tras el colapso, ¿es posible ver una diferencia, separar aguas?

 “Es difícil decirlo porque no se pueden hacer experimentos en la historia. El primer “reventón” (2006) le tocó a Bachelet, esto es la “revolución pingüina”. El segundo, bastante mayor (2011), le tocó a Piñera: el movimiento universitario. Y este gigantesco le ha tocado a Piñera. Sin duda que con todo su deterioro, la Concertación-NM tiene bastante más llegada a dirigentes sociales y es probable que ello haya “salvado” a Bachelet en su segundo gobierno. Pero también es muy probable que este estallido de igual modo le hubiese tocado a Guillier, en caso que hubiese triunfado. Por cierto, también es muy probable que, al menos, hubiese mostrado mayor independencia de los grupos económicos, algo que ni siquiera intentó hacer por demagogia en la segunda vuelta de su elección presidencial al negarse a asumir la bandera de “NO a las AFP”, ¡pese a que le hubiese traído mayor apoyo del FA y, sobre todo de la mitad del electorado que no fue a votar, entendiendo que las diferencias entre Guillier y Piñera eran irrelevantes!

¿Crees que es posible una reforma al modelo? En el caso que nos demos una oportunidad, ¿es posible que la clase política puede volver a los consensos y engañar una vez más a la población? ¿O Chile esta vez sí despertó?

Si nunca es posible predecir el futuro, debido al libre albedrío y las contingencias humanas,  hay que agregar que el período que se abre ahora será especialmente complejo, dada las circunstancias descritas hace un momento (en la segunda pregunta) . Por cierto que si el FA “se pone las pilas” y van surgiendo también otros movimientos políticos con “las pilas puestas” y con conexión estrecha con la base social, será posible pensar en un plazo no tan largo, que haya un profundo cambio democrático en la sociedad chilena. De otra forma, podemos entrar en un período mucho más oscuro que el actual. Respecto de un nuevo engaño del duopolio derecha-concertación, se ve bastante difícil, dado el despertar reciente, condensado en el lema: “No son treinta pesos, son treinta años”…

En este momento no se ve una salida a la crisis. El Gobierno solo reprime de forma sistemática, con decenas de muertos y cientos de heridos, pero sin ofrecer ninguna salida negociada. Esto es porque no tiene nada que ofrecer en cuanto las demandas, como fin de las AFP o estatización de servicios públicos, entre muchas otras,  ponen en jaque el modelo de mercado y las inversiones, muchas de ellas extranjeras. Desde tu punto de vista, ¿crees que un gobierno neoliberal puede salir de este trance?

 “Las circunstancias son extremadamente complejas para un gobierno -que como todos desde 1990- es básicamente un administrador. Los dos actores básicos del poder en nuestro extraño sistema político son, por un lado, las FF. AA. y Carabineros que, como todos lo han reconocido, “se mandan solas”. Y el otro actor fundamental para la definición de las políticas concretas son las decenas de gigantescos grupos económicos que controlan la economía chilena. Piñera es solo una de muchas cabezas que rigen dichos grupos. “No se manda solo” en ese contexto. Y para qué decir respecto de las FF. AA. y Carabineros, como se ha demostrado con la feroz represión focalizada en los manifestantes pacíficos desde el 18 de octubre, la que con toda probabilidad no solo no fue ordenada por Piñera, sino que le debe haber molestado, dada sus credenciales contrarias a la dictadura de Pinochet. Por ello resultó patética la desafortunada alocución presidencial de que estábamos “en guerra” con un enemigo muy poderoso, que solo podía entenderse como una penosa forma de Píñera de “demostrar” que era él quien había ordenado la represión. Y que terminó al día siguiente con las expresiones casi burlescas del general del Ejército a cargo de la Zona de Emergencia: “¡Yo soy un hombre feliz y no estoy en guerra con nadie!” Por cierto, el general bromista no fue reprendido públicamente, ni menos destituido.

¿Puedes precisar un poco más aquello de que las FF.AA. y Carabineros no se mandan solas? ¿Qué significa eso y qué alcances puede tener en un momento como el actual?

“Es claro que operativamente las FF. AA. y Carabineros se mandan solas, en función de lo que establecen la Constitución y las Leyes Orgánicas Constitucionales de dichas ramas. Esto quedó meridianamente claro cuando después de los escándalos financieros, el caso Huracán y el de Catrillanca, diversos dirigentes políticos reconocieron explícitamente, a fines del año pasado, en entrevistas televisivas en CNN aquello: Jorge Brito (RD) de la comisión de Defensa de la Cámara; Carlos Bianchi (independiente de derecha) de la comisión de Defensa del Senado; Jorge Navarrete Poblete (ex DC) ex subsecretario general de Gobierno de Lagos; y José Miguel Insulza. Además, todos los cientistas políticos dedicados al tema lo reconocen. Particularmente Augusto Varas, Felipe Aguero y Claudio Fuentes.

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Estamos ante una crisis política de proporciones históricas. ¿Qué debiera hacer Piñera? 

 (Entre risas) ¡No me convertiré en asesor de la derecha a estas alturas!

 El problema no radica solo en el Ejecutivo, sino en el Legislativo y todo el sistema de partidos. Un acuerdo o negociación entre ellos posiblemente tampoco calme la indignación ciudadana. ¿Crees que la clase política no tiene credibilidad para bajar la crisis?

“Claro, como señalé hace unos momentos, el duopolio que nos llevó a la crisis -y que además engañó durante muchos años al conjunto de la sociedad chilena- está virtualmente imposibilitado moral y políticamente de sacarnos de ella.”

La población demanda hoy una asamblea constituyente. Pero el movimiento, que es muy heterogéneo, no tiene líderes visibles. ¿Quién o quiénes debieran ordenar este proceso y en quién debiera estar el poder constituyente?

“Una democratización real del país -cuyo primer paso sería establecer una Constitución Política a través de una Asamblea Constituyente- requerirá, como es obvio, la conformación previa de organizaciones políticas que luchen efectivamente por los derechos y legítimos intereses de las grandes mayorías, obteniendo su real confianza, y estructurándose de modo realmente democrático y con controles efectivos de manera de impedir toda elitización o distanciamiento por el camino.

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