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Vamos por un nuevo Proyecto de Sociedad

Columna de opinión por Paula Vidal y Rodrigo Silva
Miércoles 13 de noviembre 2019 15:43 hrs.


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La crisis de nuestros días no puede entenderse fuera de la crisis estructural omniabarcante del capitalismo que pone en cuestión su propia existencia en tanto complejo global, que Meszaros señalaba desde fines de los años sesenta del siglo XX. Esta se expresa en cada sociedad de un modo particular, en ese sentido, la rebelión que cruza hoy a la sociedad chilena se articula bajo tendencias globales (lógica del capital para la valorización del valor, producción destructiva, guerras, etc.), como también procesos propios, derivados de la dinámica de formación sociohistórica del país y su coyuntura (la constitución heredada de la dictadura cívico-militar, la institucionalidad del Estado, el sistema de salud, educación, laboral, político,las alzas, abusos, economía monoexportadora, etc.). Dicha articulación nunca es lineal, simple o inmediata, sino contradictoria, mediada, combinada y compleja.

Bajo esta dinámica, la coyuntura latinoamericana muestra un ascenso de las luchas populares que están modificando el mapa político de la región. En Chile, mucho se ha dicho en los últimos días acerca de las consecuencias sociales nefastas del neoliberalismo como un modelo de despojo que entrega soluciones privadas a problemas públicos: a) promoviendo y fortaleciendo altos niveles de desigualdad social, pobreza y endeudamiento, b) una segmentación social rígida, c) concentración de poder, d) exclusión política y nula aceptación de la autodeterminación de los pueblos originarios, e) una depredación y apropiación privada de recursos y f) contaminación ambiental de territorios y comunidades creciente (entre tantas otras cosas), todo lo cual ha producido una acumulación de malestares profundos en la población, sentimientos de indignación e injusticia social que gestaron un estallido social inesperado, que desbordó todos los límites y nos tiene frente a una rebelión popular.

Este proceso da cuenta de los límites del modelo implantado en nuestro país y obliga a una discusión sobre la transformación de nuestra sociedad, especialmente, sobre los mecanismos y procedimientos para ello, por ejemplo, a través de una Asamblea Constituyente, y también cuáles caminos avanzar para alcanzar un cierto horizonte como sociedad. Los mecanismos y conceptos que vuelven a la palestra son los de asamblea y proceso constituyente, modelos de desarrollo o gobernanza, entre otros. En el contexto de la discusión respecto de la creación de una nueva Constitución, por medio de una Asamblea Constituyente, estimamos que es la vía política que permitirá discutir respecto del horizonte social, económico, político, ambiental y cultural, hacia el cual debería orientarse nuestro país, aunque no se agota en este. Dicha discusión nos enfrenta con el debate, especialmente, sobre el o los Modelos de Desarrollo, ya que el de gobernanza no se plantea cambios estructurales de la sociedad capitalista en su conjunto. Por ello, debemos problematizar la idea de modelo de desarrollo, para evitar caer en un uso acrítico o ingenuo de esta.

¿Qué implica el desarrollo en los países?, fue la pregunta que se hicieron fuertemente economistas, sociólogos e intelectuales, especialmente después de la crisis del año 29 del siglo XX y sus consecuencias a escala mundial. En esta ocasión no podemos entrar en la innumerable producción que surgió -por ejemplo- en latinoamérica respecto de esta cuestión, pero a modo de crítica, podemos plantear 5 problemas de la idea de modelo de desarrollo, al considerar su  uso:

1.- Cuando se habla de modelos, pareciera ser que refiere a propuestas que ya vienen preestablecidas a las que los países adhieren o no, como una suerte de programa de medidas a implantar o -al menos- a adaptar, especialmente en los que fueron denominados como países del tercer mundo, subdesarrollados, poco desarrollados, periféricos, etc.

2.- Dicho concepto tiene una visión temporal o lineal, donde la idea de un progreso continuo aparece con fuerza. En concreto, los países deben avanzar para alcanzar un cierto tipo de sociedad que brindará bienestar y tranquilidad a su población cuando se alcance la meta

3- No se cuestiona el tipo de recursos necesarios para avanzar hacia ese horizonte. En esta trayectoria, el desarrollo -como concepto- no se hace cargo del agotamiento de los bienes comunes naturales, producto de un modelo de industrialización capitalista basado en la explotación de dichos recursos, ni del daño al medio ambiente asociado a ello, sino que al contrario, agrava dicha situación al enfatizar aspectos como el “productivismo”, “extractivismo” y el “consumismo”.

4.-Se trata de un concepto que no puede ser ecológicamente sostenible, si es que todos los países considerados “subdesarrollados” o en “vías de desarrollo” se plantearán como objetivo lograr los niveles de consumo de los países centrales. En este mismo sentido, es un concepto que no considera el énfasis en la defensa de los derechos de la naturaleza y de la soberanía sobre bienes comunes imprescindibles para la preservación de la vida, por ejemplo el agua o semillas.

5.- Desde la noción lineal de progreso, todo lo nuevo se encuentra revestido de características positivas, mientras que lo antiguo, la tradición, se asocia a aspectos negativos, a lo atrasado, a lo arcaico y desechable. Por ello, el desarrollo como concepto, no considera las demandas de los pueblos originarios como las de autonomía, participación y autodeterminación, dado que desde aquella perspectiva se considera a los sectores subalternos como carentes de potencial para plantear o construir alternativas.

En este sentido estimamos que no se trata de buscar un nuevo “modelo de desarrollo” con adjetivos “verde”, “humano”, “sostenible”, tampoco se trata de re-editar un Estado de Bienestar liberal democrático, al estilo europeo, ni de intentar nuevas versiones de desarrollismo o neodesarrollismo que se han dado en los países latinoamericanos, pues todos ellos, no han superado las contradicciones que planteamos anteriormente.

Se trata entonces de salir de la idea de Modelo de Desarrollo para ampliar los marcos del debate, a través de acuñar la noción de proyecto de sociedad, el cual entendemos como un espacio o campo político abierto que define horizontes posibles, desde y donde emergen las contradicciones y pugnan diversos intereses y actores, situados histórica, material y socialmente, cruzados por relaciones desiguales de poder y momentos en la construcción del horizonte.

En el caso y la coyuntura chilena, nos parece que la noción de proyecto de sociedad nos permite incorporar como parte de sus principios al menos lo siguiente:

1.- cubrir las demandas por igualdad y justicia social para toda la población y sectores subalternizados, partiendo por garantizar los derechos sociales, políticos, culturales y ambientales

2.- de reconocimiento y autonomía de naciones y pueblos originarios,

3.- la centralidad de la naturaleza para la vida a diferencia de la apropiación privada de ella para su explotación irracional,

4.- el desarrollo tecnológico y científico en función de mejorar las condiciones de vida de la población y de las necesidades para mantener la vida del planeta y no para la destrucción y dominación de pueblos.

5.- el intercambio económico no ponga en su centro la valorización del valor

6.- la toma de decisiones respecto de la vida en común, en territorios y comunidades incorpore procesos democráticos y participativos.

Con todo, reafirmamos la idea de que no existe una matriz o modelo a copiar y adaptar a los países, y menos bajo la hegemonía mundial del capitalismo en su fase neoliberal. Por ello, un proyecto societario es un horizonte a construir que quiere poner bajo otra lógica y principios las relaciones sociales, romper con la idea de etapismo, de modelo de países centrales, de capitalismo, de concentración del poder y la riqueza, de naturaleza como objeto, de invisibilización de la diversidad y de subordinación de los pueblos originarios, de verticalismo en la toma de decisiones, entre otras cosas. Así, hoy como sociedad tenemos una oportunidad histórica para reflexionar sobre estas cuestiones desde un horizonte que está emergiendo en Chile: un nuevo proyecto societario.

 

Los autores:  Dra. Paula Vidal Molina, académica del Departamento de Trabajo Social y  Rodrigo Silva,  Mg (C) N°1190866, Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.