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No más subordinación. La Constituyente es con nosotras

Columna de opinión por Mesa Feminista de violencia económica
Miércoles 15 de enero 2020 17:36 hrs.


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En el grupo de feministas reunidas en el espacio que aborda violencia económica desde la Fundación Nodo XXI y la Fundación Friedrich Ebert Stiftung, ponemos el acento en el proceso constituyente en curso pues en él vemos la oportunidad de cambiar la estructura que nos discrimina y que se ha mantenido intacta. Es un proceso abierto para empujar otro rumbo en el modelo de desarrollo chileno, mediante grandes consensos sociales y políticos que construyan salidas al sistema neoliberal que produce desigualdad contra la mayoría de la sociedad y violencia machista hacia las mujeres. En este sentido, develar la violencia económica específica que vivimos las mujeres, es tarea urgente y fundamental. Para ello, se requiere la mirada feminista en la constituyente, una mirada que repudia exclusiones y que permite cimentar una constitución a la altura de este milenio.

Cursamos una crisis por la supervivencia de las personas, donde la organización del trabajo dejó de responder, en su mayoría, a los designios del siglo XX, es decir, con sindicato y con contrato. En Chile -desde la dictadura en adelante, en particular durante los 90- el sindicalismo tiene escaso peso, excepto en el sector público y la minería. La mayoría de la gente tiene contrato pero de diversas índoles, donde las mujeres tienen más contratos parciales o a plazo fijo que los hombres, están más a honorarios, además de estar ubicadas en el trabajo reproductivo no remunerado y en el remunerado informal.

En este sentido, derribar los muros de “lo privado” para poner el foco en el reconocimiento del trabajo reproductivo nos  permite abrir un debate en esencia constituyente en nuestra sociedad. Permite cuestionar esa organización que invisibiliza y no valora el trabajo de las mujeres en la familia, permite ver la división sexual del trabajo que desborda las puertas del hogar impregnando la educación formal que nos instruye para ser madres y cuidadoras, insertándonos en trabajos feminizados (calificados y no calificados), menos valorados social y culturalmente, destinados a la precarización y a la dependencia de jerarquías masculinas.

El pensamiento feminista ha hecho visible a la población envejecida, a la infancia, a los enfermos, a los cuidados en general como el trabajo impuesto a las mujeres en la sociedad neoliberal (en educación, en salud y en el hogar), que hoy estalla en un profundo malestar incubado por una extrema mercantilización de las condiciones de reproducción de la vida cotidiana.

Abrir la discusión sobre qué se entiende por trabajo -visualizando el trabajo reproductivo y la feminización constante del trabajo productivo remunerado-. y cuál es el lugar que va a tener en la sociedad, es clave para avanzar en una constituyente con nosotras, si no volveremos a vivir -en la historia- un pacto social a costa de las mujeres.

Romper con la doble explotación de ser trabajadora y mujer, la cual marca nuestra historia vital desde niñas a ancianas, nos convoca a trabajar juntas para meternos en el debate constituyente de fondo. Para que no sean otros los que vuelvan a firmar nuestra subordinación. Nuestra tarea no es arreglar un poquito más o un poquito menos las instituciones que existen hoy, porque actualmente no existen políticas públicas que reconozcan el trabajo que hacen las mujeres, y menos aún que lo reconozcan como responsabilidad social, claro ejemplo de ellos son los cuidados. Tenemos espacio para disputar políticamente y de forma radical una nueva organización social, cuya respuesta la trae el feminismo.

El género debe dejar de ser administrado por el Estado como un tema más, puesto que es una forma de análisis y de diseño político de todos los problemas que se nos plantean en la sociedad. Por ejemplo, la socialización de los cuidados como parte del derecho a la educación, y no guarderías donde se va a dejar a los niños y niñas dependiendo de cuánto trabajas. El sueldo mínimo desde una perspectiva feminista, debido a que lo cobran muchas mujeres en sectores del trabajo que están feminizados, muchas de ellas jefas de hogar en las familias monomarentales.

En este orden de ideas debemos empujar en el debate público la desnaturalización de la familia nuclear/patriarcal como base de la sociedad, consagrada por la constitución del 80. Una forma perversa de hacer familia que nos impusieron las clases privilegiadas del capitalismo, mediante armas y políticas públicas que administran nuestras necesidades básicas -como los requisitos para acceder a la vivienda social-, con el objeto de normalizar la subordinación y violencia (física, sexual, psicológica y económica) de mujeres e infancia. Una forma de familia que se sustenta en la explotación gratuita de las mujeres y sostiene el capitalismo neoliberal mediante los cuidados a los niños y niñas, a las personas desempleadas, discapacitadas, enfermas, ancianas y que no pueden pagar en el mercado de los servicios públicos la supervivencia, de la cual el Estado se desentiende.

Los empresarios dueños de nuestro país, riquezas y derechos reproducen sus fortunas por medio de sus familias patriarcales. Los Matte, los Larraín, los Angelini, etc concentran y traspasan su poder a través de sus familias mediante herencias. Actúan como personas individuales en lo público pero son familias que se hacen presente en todos los sectores económicos, políticos y culturales.

Por el otro lado, en la población de menores recursos la familia es una cuestión fundamental para la supervivencia. La red de sostén y apoyo la constituyen madres, hermanas, tías, abuelas; y nuevamente, en base a su explotación gratuita. Las mujeres renuncian a sus trabajos remunerados para poder sostener las crisis familiares mientras el hombre sigue siendo el proveedor. Una especie de retroceso en términos de modernización a la que se ve obligada a la mujer, debido a la carencia de servicios sociales que se hagan cargo de los cuidados. Mediante todo tipo de malabares la mujer igual sigue siendo la que permite que la familia se mantenga, incluso siendo víctima de violencia de género al interior de la familia. Encontrándose en una posición de mayor vulnerabilidad y subordinación, precisamente, porque ha tenido que dedicar su vida a trabajar impaga cuidando, porque tiene trayectorias laborales discontinuas por lo mismo, porque queda embarazada a pesar de su voluntad de no ser madre, no existiendo el derecho al aborto libre, ni educación sexual que lo prevenga. Porque no puede escapar de la violencia por su dependencia económica con una unidad familiar que la mantiene encerrada y aislada en base a esa violencia económica.

Todo esa perversión contiene esta forma de familia que se nos ha impuesto y de la cual dependemos subordinadamente.

Es imperativo que como feministas aportemos para que este proceso constituyente desnaturalice estas instituciones, para que podamos abrir camino a otro modelo de desarrollo y de familia. Una familia colectiva, que no sea necesariamente restringida a vínculos sanguíneos ni por contrato de matrimonio, que no se sustente en relaciones de poder a costa de la vida y la muerte de lo femenino.

La cancha de la desigualdad es más compleja que la que se está planteando en el relato del gobierno y la política masculina. Como feministas debemos estar en las discusiones estratégicas que reconfiguran el Estado, la economía y la sociedad donde se redistribuye el poder, las formas de participación, las reformas estructurales: por ejemplo, ¿Queremos mantener el SERNAMEG después del mayo feminista 2018, de los últimos e históricos 8 de marzo, del movimiento impulsado por el colectivo Las Tesis, con una gran cantidad de mujeres que se sienten y se asocian con el feminismo contemporáneo?. Nosotras creemos que tenemos derecho y obligación a mayores conquistas, y debemos comenzar a darlas de a una. Por ello, como feministas invitamos a tomarnos la constituyente para abrir el debate sobre el modelo de desarrollo neoliberal que reproduce la violencia de género. Conquistar la paridad -hoy en disputa- nos abre la puerta para poner en el centro los cambios estructurales por los cuales luchamos. Que no sean otros -esos mismos- que siempre han firmado nuestra subordinación con pluma masculina a nombre de la república. Seamos nosotras y la historia que portamos las protagonistas de la constituyente. No más subordinación. Será con nosotras o no será.

Las autoras de la columna son Daniela López,  Directora Nodo XXI, Antonia Orellana,  Convergencia Social Frente Amplio, Rocío Avalos Economista, Catalina Miranda Cientista Política, Marcela Sandoval, Revolución Democrática, Frente Amplio, Valentina Saavedra. Partido Comunes. Frente Amplio, Javiera López. Revolución Democrática. Frente Amplio, Javiera Cabello. Convergencia Social. Frente Amplio y el Centro de Estudios de la Mujer y la Fundación Friedrich Ebert Stiftung.

 

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.