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Javiera Mena, Lucho Gatica y el pop como forma de memoria

Piensa en mí como soy es el nuevo libro de Álvaro Bisama: una crónica sobre Javiera Mena que donde se conjugan recuerdos, conciertos, sesiones de estudio y reflexiones sobre música popular. Radio Universidad de Chile presenta acá uno de sus capítulos, con un encuentro en México entre la cantante y la fundamental figura del bolero.

Diario Uchile

  Sábado 15 de febrero 2020 14:30 hrs. 
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De la vez que fui a Guadalajara, recuerdo esto: la cantidad de hoteles que parecen multiplicarse ad nauseam; la imagen de un sándwich sumergido en una sopa de salsa roja en un local del centro de la ciudad; las calles cerradas en el domingo por donde dan vueltas cientos de ciclistas y skaters; la piscina sin bañistas del hotel; los locales cerrados del shopping de Ciudadela; el rumor de que Carlos Slim aprueba personalmente todo el menú de Sanborns; los problemas para activar la tarjeta Redbanc; el regateo con los taxis; un tipo que cita la Biblia y habla del Apocalipsis, la mujer y la serpiente en el pabellón de Chile; el cuadro de Guayasamín que hay en el comedor de la casa del licenciado Padilla, que es el presidente de la FIL y cuya colección de arte contemporáneo es impresionante y el momento en que Javiera Mena saluda a Lucho Gatica y canta una canción suya.

Mena canta “Contigo en la distancia” a la hora en que la feria termina y la gente empieza a irse a su casa. Mena canta cuando todos se van. Pero Mena se queda ahí y canta el bolero delante de Lucho Gatica, quien fue quien lo popularizó durante la década del cincuenta. El bolero es famoso: el bolero es una canción de amor que tiene más de medio siglo y habla de las imágenes que los amantes conservan de sí mismos y de su deseo cuando están lejos. Como todo bolero, es triste y tiene algo de ominoso. No sabemos por qué los amantes están lejos, qué los separa. Lo único que les queda es la canción, que es una especie de mensaje lanzado al vacío, una voz perdida en la madrugada. Es fácil entender, por lo mismo, por qué es tan popular: es el dolor lo que la vuelve insoslayable, es la nostalgia de los cuerpos que aumenta el deseo hasta volverlo perturbador y convertirlo en un lamento donde el sonido de los coros parece fantasmal. 

Gatica se hizo famoso por eso. Gatica cantaba como si pudiese exprimir el dolor que había en las canciones y lanzárselo al público, creando un efecto de cercanía. Cuando Mena tomó la canción captó eso: el hecho de que “Contigo en la distancia” fuese uno de esos temas que parecían no tener dueño, como si proviniese de un lugar indeterminado. Mena entendió la condición arqueológica de la canción. El bolero era una especie de templo abandonado, una ruina que se visitaba para habitar de nuevo en ella. Mientras cantaba, Mena entendió a Gatica. Supo que era el símbolo de otra época, que venía de un mundo desaparecido, de una Latinoamérica que ya no existía y que quedaba en pie solo por medio de la canción. 

Pero, con Gatica en el público, Mena se dio cuenta de que podía cantar “Contigo en la distancia” porque hablaba de ella misma. Es lo que sucede con los clásicos. Nunca son tumbas, sino espejos. Los clásicos son voces de otro tiempo que permiten que los artistas se vuelvan médiums. Pero en la voz de los otros está agazapada la voz propia, el modo en que la música del pasado se convierte en puro presente. 

Y en Guadalajara, en medio de las luces, Mena lo entiende. 

La canción queda intacta: Mena no le cambia el género al destinatario, que es femenino. 

Y de este modo la canción cambia. 

Porque la canción de Mena es sobre una muchacha que extraña a otra a través de distancias insondables. Ahí, en el escenario de la Feria del Libro de Guadalajara, Mena suena como si el pasado y el presente se confundieran, como si existieran fuera de cualquier línea cronológica y buscaran una forma privada de representar al tiempo. En “Contigo a la distancia”, el pop es una forma de memoria: la comunidad del presente se une a la del pasado, actualizándola, haciéndola participar de una historia común, de una tradición. El sonido es una especie de patrimonio: el bolero resucita en los teclados, las luces disco de la FIL son los de un salón de baile donde se abrazan los cuerpos en la oscuridad y la voz de Mena (grave, siempre al borde de quebrarse) contiene a la de Gatica. La canción es sintética e inesperada. 

Todo está ahí, esto es pop: canciones que atraviesan las décadas para volver convertidas en otras, convirtiéndose en la caja de resonancias de los múltiples materiales que componen la identidad, haciendo del presente un lugar donde el pasado es un eco vivo. 

Todo está ahí: la pulsión sexual que se estrella con el aire frío de la distancia, los afectos de los cuerpos que no pueden encontrarse, la vida de los chilenos durante la primera década del siglo xxi, los ecos de lo que sonaba en la radio mientras crecían.

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Piensa en mí como soy está disponible a través de la Editorial Montacerdos. Más información acá. 

Foto: Javiera Mena en la FIL de Guadalajara 2012 / Ministerio de las Culturas. 
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