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Modernización, consumo y resistencia popular: libro revela la historia del Mercado Central de Santiago

En el texto, los historiadores Claudia Deichler y Simón Castillo abordan cómo el edificio patrimonial pasó de un periodo de esplendor a una etapa de abandono. En él también presentan una serie de imágenes que revelan las distintas fases de la construcción.

Abril Becerra

  Sábado 22 de febrero 2020 13:46 hrs. 
Pila de agua en el interior del Mercado Central, 1915.

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El 15 de septiembre de 1872 fue un día especial para los santiaguinos de la época. Desde hace casi tres años, esperaban la inauguración del moderno edificio que empezaba a levantarse en el terreno donde, antiguamente, estaba situado el “Basural de Santo Domingo” y que ahora por fin abría sus puertas: se trataba del Mercado Central de Santiago.

El proyecto había sido rigurosamente planificado y pretendía renovar la zona aledaña al río Mapocho. La iniciativa implicaba una nueva etapa para el consumo local: si en el periodo colonial los productos eran comercializados en situaciones precarias, la nueva construcción aseguraba una renovada fiscalización de los alimentos.

En definitiva, correspondía a una compleja construcción que venía a reformar las relaciones existentes entre los ciudadanos y que tenía un claro espíritu civilizador en el sentido elitista del término. Así lo refleja el libro El Mercado Central de Santiago. Historia visual, consumo y patrimonio urbano (1872-1984) que, recientemente, fue publicado por los historiadores Claudia Deichler y Simón Castillo.

En el texto los autores abordan distintos hitos del Mercado, pasando por el espíritu modernizador detrás del proyecto, la importancia que las autoridades le dieron a la higiene y a la fiscalización del comercio, la convergencia social existente en torno Mercado, la resistencia de las clases populares en el sector y la posterior privatización del inmueble durante dictadura. A ello se suman una serie de imágenes que proponen un relato respecto de las diferentes transformaciones del entorno urbano y social del edificio patrimonial.

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Vista del Mercado Central desde el Puente de Palo, por la ladera norte del río Mapocho, c.1870.

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Vendedoras de camisas en las afueras del Mercado Central, en la esquina de Puente con San Pablo, c.1910.

“El Mercado Central es el edificio metálico más antiguo de la ciudad de Santiago. Se mandó a hacer a Gran Bretaña y fue traído en barco desde Escocia a Santiago y se demoró tres años en construirse. La edificación buscó que el lugar cambiase su carácter y dejase de ser tan popular”, comenta Claudia Deichler, una de las autoras del texto.

“Su creación estuvo enfocada en la higienización, es decir, dentro del Mercado Central hubo un incipiente control de los productos que se vendían. Se inspeccionaba la venta de carne, cuestión que no siempre pasaba, por ejemplo, en el barrio Franklin. Aquí estaban controladas las carnicerías, las pescaderías y las pollerías. Eso hacía que los precios subieran”, explica la investigadora, quien además afirma que en ese momento se dio una variada oferta alimenticia.

“El Mercado significó una incorporación de alimentos que antes de su creación no eran muy comunes en la dieta. Por ejemplo, que se vendiera pescado en Santiago era algo poco usual. Hay fuentes que hablan de la venta de sardina, atún, congrio, langostas, machas y piure. También empiezan a llegar alimentos de zonas como Puerto Montt, Talcahuano e incluso, Argentina”, sostuvo.

Vista panorámica de la Plaza Venezuela y el Mercado Central, desde la Estación Mapocho, c.1930.

Vista panorámica de la Plaza Venezuela y el Mercado Central, desde la Estación Mapocho, c.1930.

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Pescadería al interior del Mercado Central, c.1970.

El libro también reúne una serie de anécdotas en torno al Mercado. Una de ellas tiene que ver con los planes de erigir el edificio de La Moneda en dicho sitio, proyecto que fue descartado por las inestabilidades del suelo. Otro hito tiene que ver con los altos precios de los productos en contraste con La Vega y la relevancia del comercio ambulante.

Para el historiador Simón Castillo no es casual que el Mercado Central se emplazara en la zona aledaña al Mapocho. Según comenta, existió una intención de darle cierta centralidad al espacio: “Hay que tener presente que llegaba mucho extranjero desde la Estación Mapocho. Entonces, eso contribuía a posicionarlo como un lugar turístico”, dice.

“Entonces, el Mercado Central estaba mucho más cerca de la ciudad y del casco histórico, por lo que forjó también una identidad más distinguida si se quiere. Diría que se convirtió en un lugar de convergencia social de distintas clases sociales que iba a degustar los platos, sobre todo a los restaurantes. Después de 1890, cuando se canaliza el río y se construyen las riveras sur y norte, Santa María y Balmaceda, cambia el panorama de este espacio arrabalero”, sostiene.

El texto concluye repasando cómo el espacio fue privatizado durante dictadura, decantando en un abandono del inmueble que en 1984 se transformó en Monumento Histórico. “Hoy, lo que podemos ver es una continua disminución de los pequeños puestos de venta, una continua retirada o expulsión. Lo que ha habido es un verdadero monopolio de uno de los restaurantes y un énfasis en cuestiones de ese tipo”, cierra Castillo.

El texto fue publicado por RIL Editores en diciembre recién pasado y, actualmente, puede encontrarse en las principales librerías del país.

Imagen principal: Pila de agua en el interior del Mercado Central, 1915.
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