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COVID-19: ¿Qué podemos hacer mejor?

Columna de opinión por Cristián Rebolledo
Jueves 2 de abril 2020 8:35 hrs.


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El año 2009, la Organización Mundial de la Salud publicó el informe Preparación y respuesta ante una pandemia de influenza con las lecciones aprendidas en epidemias anteriores de este tipo de virus. En fase de pandemia, los gobiernos nacionales están llamados a implementar medidas que son vitales en el manejo de la crisis sanitaria y social. Las medidas más relevantes son las siguientes: mantener la confianza de todos los organismos y organizaciones y del público mediante un compromiso de transparencia y con medidas creíble; tomar las medidas especiales necesarias, como por ejemplo, declarar el estado de emergencia; liderar y coordinar los recursos multisectoriales para mitigar las repercusiones sociales y económicas de una pandemia; y velar por un acceso racional, ético y transparente a los recursos.

Vamos por parte. La primera medida y una de las más importantes es mantener la confianza de todos los organismos, lo que ha presentado un desafío importante para el gobierno. La información que hemos obtenido del gobierno ha sido  escueta y a veces incorrecta, además de tardía para la toma de decisiones en el nivel local. Una de las cosas que más nos preocupa a la comunidad científica es no tener los datos de cuántos exámenes se realizan diariamente, ya que sin este dato es imposible saber si los casos reportados se acercan a los que realmente existen el país o son muchísimos más. Tomar decisiones en base a datos que no son precisos puede tener consecuencias desastrosas.

Tomar medidas especiales también ha sido complicado para el gobierno. En una epidemia tan reciente, desconocida y agresiva como la que estamos viviendo, no existen medidas basadas en evidencia o un camino claro a seguir. Si bien el Gobierno convocó a un grupo de renombrados expertos para asesorar al Ministerio de Salud, esta asesoría fue perdiendo su valor frente a la comunidad científica dado que no conocíamos lo discutido en sus encuentros, las medidas que se sugerían y la real aplicación de las mismas. Por ejemplo, miembros del consejo asesor proponían la detección y seguimiento estricto de los casos y no establecer el confinamiento de la población. El problema principal es que el reporte desde “las trincheras” hacía sospechar que esta medida no se estaba cumpliendo correctamente, lo que hacía necesario el confinamiento temprano con el fin de aplanar la curva. El distanciamiento social pone en tensión la actividad económica y los ingresos de un porcentaje importante de la población, y pone en evidencia la fragilidad de los mecanismos de seguridad social. ¡Cuánta complejidad enfrentaron los profesionales de la salud en el otorgamiento de una licencia para aquel que tuvo que guardar cuarentena por estar en contacto con un contagiado!

También se necesita una coordinación de los esfuerzos multisectoriales, ya que son muchos los sistemas que deben activarse para poder hacer frente a esta catástrofe, en tanto sanitaria, social y humana. Se necesita coordinación no solamente en la comunicación, sino también en la planificación. En la última semana, si bien se han sumado otros sectores, como Educación, Trabajo e Interior, no se observa una coordinación centralizada en los esfuerzos, una especie de relato que permita avizorar un plan liderado desde el sector Salud. Este esfuerzo debiera hacerse asimismo a nivel de regiones o provincias, donde se requiere la implementación de salas de comando intersectoriales para el manejo de la crisis lideradas por gestores en terreno.

Tal vez el acceso a los recursos sanitarios de manera justa y ética es la tarea que más se puede asociar al rol de la autoridad sanitaria. En este caso, la correcta articulación de la red asistencial pasa por la gestión de las camas en sus distintos niveles de complejidad, así como de los lineamientos respecto del recurso humano, resulta una tarea fundamental.

Lamentablemente, las características de este cuadro, ponen el foco en la respuesta de los servicios de urgencia, así como en la atención cerrada por la necesidad de hospitalizar pacientes. La consecuencia inmediata de esto es la descoordinación con la atención primaria de salud (APS), la cual además se ha visto sobrecargada por la campaña de vacunación, quedando offside respecto de la verdadera crisis. Creemos que la APS, como siempre, debiese tomar un rol central, tanto a través de los SAPU como en presencia en el territorio para detección y seguimiento de casos. Esta sería una manera de avanzar en la justa distribución de los recursos en la población

Un aspecto crítico respecto del recurso humano ha sido la disponibilidad de elementos de protección personal para todo el personal. Hasta el momento se ha instalado como un obstáculo mayor, generando por ejemplo la necesidad de poner al personal de turnos completos en cuarentena, arriesgando la salud de estos trabajadores y generando un sobreesfuerzo por parte de otros, además de aumentar el gasto asociado a contrataciones de reemplazo.

Estamos frente a un desafío mayor como sistema de Salud y autoridad sanitaria tiene un rol protagónico para sortear este desafío.  Al revisar la experiencia disponible en la literatura, vemos que hay aún muchas cosas por hacer; fortalecer el rol de la Atención Primaria, coordinar los esfuerzos intersectoriales y dotar de un tronco conductor a las distintas medidas especiales que se deban tomar y de esta manera a contribuir a la confianza entre los distintos organismos. En el punto que nos encontramos, estos son ajustes que se deben llevar adelante sobre lo ya realizado y cuyo beneficio será mucho mayor al esfuerzo.  

Finalmente, es importante recalcar que el mundo académico también está embarcado en este desafío y siempre disponible a colaborar. 

El autor es académico Escuela de Salud Pública Universidad de Chile. 

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.