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Año XVI, 19 de abril de 2024


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Salud mental, el otro flanco que ataca el COVID-19

El deterioro emocional del personal de la salud y de la población sometida a cuarentena son parte de las consecuencias que arrastra la pandemia mundial. Algo que ya se ve en nuestro país, cuya población, además, ya venía con un importante deterioro en salud mental debido a los altos niveles de estrés evidenciados por los chilenos.

Maria Luisa Cisternas

  Viernes 3 de abril 2020 8:13 hrs. 
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Más de un millón de casos de contagio en 206 territorios diferentes, al menos 52 mil fallecimientos, según las cifras oficiales,  producto de esta nueva cepa de coronavirus que mantiene al mundo sin posibilidad de planificación futura y se avizora como la mayor crisis sanitaria y, quizás incluso económica, de los últimos cien años.

Silenciosamente, hay otros efectos de este virus que corren tan rápidos y peligrosos como la infección misma, pero que son aún más complejos de cuantificar pues afectan a la salud mental  tanto de la población en general como del grupo de médicos, personal de enfermería y de hospitales.

Tanto en España como Italia, que han sufrido fuertes estragos en términos de mortalidad por COVID-19, se ha evidenciado un colapso emocional de los médicos y el personal sanitario. Muchos de ellos ya presentan síntomas de estrés postraumático severos, afirmó la psiquiatra española integrante del directorio de la Fundación Salud Mental Chile, María del Mar Rojas.

María del Mar Rojas

María del Mar Rojas

“En España empieza a haber un desgaste muy grande en lo que son los profesionales de la salud en general. Hay psiquiatras dispuestos a dar algún tipo de prestación a los compañeros que están trabajando con horarios súper largos, agotadoras jornadas y sobre todo por el desgaste emocional que esto implica ante situaciones que tienen que deliberar por la vida de un paciente u otro. Está generando cuadros de estrés y ansiedad importantes, trastornos de tiempo fóbico. Es un gran desafío en todos los sentidos”.

Estresores del Covid-19

La pandemia del coronavirus ha generado una multiplicidad de estresores en cuanto ha implicado la adopción de rutinas extraordinarias y la búsqueda permanente de soluciones cotidianas.

La académica del departamento de psicología y experta en neurociencia de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile, Vanetza Quezada, identificó el riesgo de infección y el miedo al desabastecimiento de insumos básicos como los principales elementos que inciden en la salud mental de las personas.

Vanetza Quezada

Prof. Vanetza Quezada

“Hemos visto que el miedo a desabastecerse es bien recurrente. Ocurrió también en el estallido social cuando las personas pensaban que esto iba a ser un problema que se iba a perpetuar, que probablemente no íbamos a tener acceso a los bienes básicos que son finitos como el confort o los alimentos no perecibles. Vimos que las góndolas de los supermercados estaban vacías de esos elementos, entonces son fantasmas que movilizan a las personas”, explicó.

Además de estos factores, los expertos coindicen en que existe una multiplicidad de elementos que perturban la estabilidad mental. Uno de ellos guarda relación con la necesidad de informarse ante la excesiva oferta de contenidos disponibles en los medios tradicionales y los dispositivos inteligentes y la frustración de no poder discernir la confiabilidad de una fuente u otra.

La doctora en psicología de la facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile, Michele Dufey, declaró que estos escenarios llevan generalmente a un consumo excesivo de contenidos informativos, con la finalidad de amenorar la ansiedad y la incertidumbre.

“Los seres humanos tenemos, por lo general, una muy mala relación con la incertidumbre. Por naturaleza no nos gustan estos escenarios que están configurados de manera ambigua o que no tienen una resolución clara en el corto y mediano plazo. Si bien no está cortada la cadena de suministros básicos, no está tan accesible ni tan a la mano. Desde el modo de aprovisionamiento hasta la certidumbre de conservar los trabajos son factores que están abiertos donde no tenemos respuestas claras y las personas las tienen que ir resolviendo en su día a día, repercutiendo en estrés, ansiedad y otros elementos que se pueden ir complejizando”, advirtió.

Incluso antes del estallido social, en Chile las personas venían expresando incertidumbre, cuadros de pánico y síntomas de angustia, es decir,  la sintomatología del estrés  ya era propia del ciudadano chileno contemporáneo. Así lo constató Mario Véjar, psicólogo clínico y director de la Fundación Salud Mental Chile.

Mario Véjar

Mario Véjar

“La tolerancia al estrés al cual está sometido el ciudadano de Chile es muy alta y puede hacer que genere mayor vulnerabilidad ante determinados procesos. Me refiero a un estrés visual, a un estrés de sonido, a un estrés respecto a las medidas del actuar de nuestro actual Gobierno, a la desolación que ha manifestado de alguna manera el pueblo chileno al nivel de conciencia y los procesos de cambio que queremos como ciudadanía (…) Estamos expuestos por nuestro modelo socioeconómico a vivir con un alto nivel de estrés,y eso  conlleva, entonces, a los excesos de consumo de alcohol, de contenidos de internet y la televisión”, afirmó Véjar.

El confinamiento 

Un artículo de la revista británica The Lancet da cuenta de los efectos psicológicos negativos de la cuarentena, sobre la base de estudios médicos previos que evaluaron los brotes del Ébola y el H1N1. En la publicación los autores evidenciaron que las personas sometidas a la reclusión generaban síntomas de estrés post traumático, ira y ansiedad, entre otros indicios.

Dado que la calidad de vida depende del contacto social y del acceso que tenemos a relacionarnos con los demás, el confinamiento será por si solo un factor de riesgo para la salud mental, aseguró Michele Dufey.

“El confinamiento puede implicar hacinamiento, falta de espacio físico y aquí lo que está en riesgo es una necesidad básica de intimidad, de tener espacios personales mínimos por lo que el poder diferenciar áreas al interior de las viviendas se vuelve un factor importante. Ocurre un escenario distinto con las personas que viven solas, el aislamiento puede potenciar sentimientos de soledad y cuando las personas tienen mala relación con la soledad se les pueden ir gatillando ciertas sintomatologías que pueden alcanzar un estatus clínico”, explicó la experta. Un hecho que se cruza tangencialmente con el contexto socioeconómico ya que la falta de recursos y la vulnerabilidad psicosocial, se acompaña de peores indicadores de salud mental en general.

Todos somos población de riesgo

Las medidas de confinamiento y aislamiento social alteran de manera sustantiva las rutinas diarias, lo que se vuelven en un estresor de primer orden y generan comportamientos que se pueden advertir en los todos los rangos etarios.

“En los niños es muy común que exista mucha irritabilidad, actitud de mañoseo, que se pongan más demandantes, que tengan problemas para mantener los hábitos alimentarios y de sueño, entonces hay que estar atentos a las señales y dentro de eso es importante mantener las rutinas que son parte de las recomendaciones”, señaló Dufey.

Michele Dufey

Michele Dufey

Un aspecto muy importante es entender que el estrés y la ansiedad  son síntomas que no deben ser patologizados ya que son una respuesta adaptativa esperable ante el estresor que estamos enfrentando, enfatizó la experta.

“Pueden aparecer sentimientos de aburrimiento, rabia, o mucha frustración por las complejidades para realizar las tareas de forma normal o por la interrupción de lleno de estas actividades. También se pueden presentar signos de desesperanza, mucha irritabilidad, ansiedad, cambios en el apetito, alteraciones del sueño y también el consumo de sustancias como alcohol y también otras gamas de sustancias que están muy a la mano en la línea de los ansiolíticos y otro tipo de sustancias psicoactivas”.

En la población universitaria particularmente, los niveles de ansiedad se orientan al estrés académico habitual que hoy adopta metodologías de docencia on line, presentando desafíos a la hora de mantener un rendimiento óptimo. Sin embargo, el segmento que presenta los más altos niveles de complejidad frente a la pandemia son los adultos mayores, tanto  como grupo susceptible de padecer cuadros críticos del virus, como por la importante merma en su autonomía y cuidados.

“Es una población preocupante por la mayor prevalencia de problemas de salud mental, ya sea por cuadros demenciales o depresión y si además tienen antecedentes de problemas de salud, por ejemplo condiciones crónicas como diabetes, hipertensión, problemas cardiacos o de salud mental,  el asunto se agrava aún más. Hay que potenciar las redes de apoyo y el acceso de las personas que los cuidan, o si bien no hay personas que los cuiden, que exista un catastro de las personas de esta población más riesgosa que pueda contar con algún tipo de asistencia municipal”, explicó Dufey.

Los expertos del área de la psicología y psiquiatría han puesto especial énfasis en las personas que tienen condiciones afectivas o mentales de vulnerabilidad previamente diagnosticadas y que se vean acentuadas por el contexto actual. Han sido categóricos al expresar la importancia de conservar la regularidad de los controles y terapias por medio de la telemedicina.

“Existe una compatibilidad garantizada de la psicoterapia con las plataformas digitales, y es que los cuidados psicológicos y psiquiátricos a distancia han mostrado una efectividad que es absolutamente comparable con las sesiones cara a cara”, manifestó el director del Instituto Milenio para la Investigación de la Depresión, Alex Behn.

Alex-Behn

Alex Behn

La conclusión genérica, independientemente de los grupos de riesgo es que el autocuidado es fundamental. Para ello, el mantenimiento de rutinas que otorguen un cierto grado de control  durante las jornadas es clave, entendiendo las propias características de cada familia.

“Hay que atender a las características particulares de cada hogar. Es muy diferente tener una familia con niños pequeños a tener una familia con adolescentes, un grupo familiar constituido por adultos o adultos mayores en situación de dependencia, personas que incluso estén contagiadas, entonces cada familia se vuelve ahora muy singular y de alguna manera tienen que ir encontrando su ajuste creativo al pensar en rutinas. De lo contrario, puede ser muy estresante si no se ajusta bien a las dinámicas de esa familia y sus necesidades”, afirmó Dufey.

Finalmente los profesionales del área de la psicología y psiquiatría coinciden que la crisis del COVID-19 no tiene parangón en la historia y representa un punto de inflexión tanto para los sistemas del mundo, como para la perspectivas de cada individuo. Es una oportunidad para reflexionar sobre la forma en que nos relacionamos con los demás y de hacer sentido común los hábitos que tributen a la salud, en el más amplio de los sentidos.

 

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