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Luis Eduardo Aute, el que trajo la belleza de regalo

La partida del artista español deja una obra multifacética, única, a un extraño medio camino entre el erotismo y la espiritualidad. Un entretejido de música, artes plásticas y visuales que hizo y hará esta vida mejor y más verdadera, menos vulgar y menos fea.

Patricio López

  Sábado 4 de abril 2020 13:07 hrs. 
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Es un acto de candidez e inutilidad la escritura de un artículo que pretenda hacer justicia a una de las grandes personalidades artísticas de su tiempo. Luis Eduardo Aute (Manila, Filipinas, 1943- Madrid, España, 2020) no fue solamente un cantautor, como dicen muchas notas urgentes a esta hora, sino poeta, pintor, escultor, cineasta, actor y todo eso para dar cuenta de un mundo sutil; bello y etéreo; divertido y sagrado; espiritual y erótico al mismo tiempo.

Fue parte de una generación que hasta la primera adultez debió vivir la dictadura de Franco. En esos años sombríos y de esperanza, fue primero pintor. De hecho su inicial presentación internacional como artista fue con tres cuadros en la Bienal de Sao Paulo, en 1966. La influencia de poetas-cantores que despuntaban entonces, como Bob Dylan, hizo que compusiera sus primeras canciones, entre ellas Aleluya N°1 y Rosas en el Mar, esta última convertida en gran éxito en la voz de Massiel.

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Se ha dicho de Aute, hasta convertirse en un cliché para describirlo, que se trató de una suerte de renacentista, de un artista que buscaba expresarse a través de diversos formatos y disciplinas. Esto, que en décadas posteriores concilió con naturalidad, fue al principio un dilema. Se concebía esencialmente como un pintor y a sus primeras y exitosas grabaciones como un desvío transitorio. Este lírico enredo, unido a su desaparición de la música durante cinco años, hasta 1973, y a su negativa a cantar en vivo que mantuvo hasta finales de esa década, fueron haciendo de él una suerte de mito: un artista tan consagrado a su obra como ajeno a la exposición. Sus canciones hicieron lo propio: composiciones de alto vuelo poético y de sutilmente ambiguas lecturas, donde la belleza de su mirada podía hacer obras trascendentes incluso con asuntos tan púdicos como la masturbación masculina (Dentro). Esta canción ha sido distinguida por uno de sus grandes amigos, Silvio Rodríguez, como la preferida.

 

 

Otro tanto ocurrió con Al Alba. Canción originalmente compuesta sobre el desamparo nocturno por la inminente ausencia de una mujer (Si te dijera, amor mío/ Que temo a la madrugada/ No sé qué estrellas son éstas/ Que hieren como amenazas) fue reinterpretada en 1975 por la cantante Rosa León, a propósito de las últimas condenas a muerte de la dictadura de Franco. El estupor que produjeron los fusilamientos masivos antes del amanecer convirtió a la canción de Aute en un himno de la lucha contra el Régimen:

Miles de buitres callados

Van extendiendo sus alas.

¿No te destroza, amor mío,

Esta silenciosa danza?

Maldito baile de muertos,

Pólvora de la mañana

Presiento que tras la noche

Vendrá la noche más larga.

Quiero que no me abandones,

Amor mío, Al Alba.

Luego de esta época donde compuso varios de sus clásicos (Anda, Las Cuatro y Diez, De alguna manera) la década del 80 supuso su llegada a los escenarios y el éxito masivo. Sin perder el aura de sus primeras composiciones, los discos de entonces muestran una disposición a asuntos más mundanos y a la ironía. Mira que eres canalla (1982) y Slowly (1992), la primera canción de Aute que sonó masivamente en Chile, en especial en radios de música romántica, son dos ejemplos. Las coordenadas, en todo caso, siguieron siendo las mismas: la poesía, el amor y el erotismo. Fue también el tiempo de sus primeras visitas a Chile, al programa Martes 13 para cantar Slowly, devenida en éxito pop, y para dar conciertos ante un público reducido que seguía atesorándolo como un secreto bien guardado.

En paralelo, Aute siguió buscando incesantemente maneras de expresarse a través de la poesía, el dibujo, la pintura, la escultura y el cine. Prueba de ello es la extrañísima película  Un perro llamado dolor (2001), obra experimental de 4 mil dibujos que realizó durante cinco años. Se trata de siete historias cuyo hilo argumental es la relación entre artista y modelo. El nexo entre los episodios es el perro que los protagoniza.

 

 

Esta sucesión de creaciones fue haciéndose parte de la biografía de muchos hispanoamericanos hasta 2016, cuando un infarto cerebral lo alejó para siempre de los escenarios. Ya entonces había empezado a participar de un documental sobre su vida, el que cambió drásticamente en las nuevas circunstancias. Según se señala en Aute Retrato (2019), de Gaika Urresti, de común acuerdo con la familia y con el propio artista, la obra giró hacia la influencia de Aute en las nuevas generaciones. La pieza, que insiste en la idea del cantautor por accidente, convocó a los muchos que han musicalizado pedazos de su vida con esas melodías, transformándose en éxito de taquilla en España y en candidata a mejor documental en los Premios Goya del año recién pasado.

A la hora de la escritura de este artículo, miles de personalidades artísticas, dirigentes políticos y personas de distintos países y edades expresan su pesar por la partida de Aute en las redes sociales. Sus canciones vuelven a sonar en el encierro y la palabra que más se repite es quizás más necesaria que nunca: belleza. Como el título de esa canción que bien podría ser el manifiesto de un artista extraordinario: “reivindico el espejismo/ de intentar ser uno mismo/ ese viaje hacia la nada/ que consiste en la certeza/ de encontrar en tu mirada/ la belleza”.

 

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