Con un total de 28.131 muertos registrados hasta el sábado, Reino Unido es el segundo país con más fallecidos por la epidemia en Europa, muy cerca por detrás de Italia.
En una entrevista al tabloide The Sun on Sunday, Boris Johnson, de 55 años, relata al detalle su experiencia con la enfermedad COVID-19, y se declara “impulsado por el deseo” de volver a poner “en pie” a su país, tal como él mismo superó el trance tras su hospitalización en cuidados intensivos.
“Fue un momento difícil, no lo voy a negar”, explicó. Los médicos “tenían una estrategia para lidiar con un escenario del tipo muerte de Stalin”.
“No estaba en un estado particularmente brillante y sabía que había planes de contingencia en marcha. Los médicos tenían todo tipo de preparativos sobre qué hacer si las cosas salían mal”, agregó.
Boris Johnson anunció el 27 de marzo que había contraído la enfermedad, diciendo que solo tenía síntomas leves. El 5 de abril fue transportado al hospital para someterse a pruebas como precaución, pero en 24 horas fue trasladado a la unidad de cuidados intensivos.
Johnson admite que se instaló en la “denegación” sobre la gravedad de su estado.
“Echando la vista atrás, [los médicos] tenían razón al obligarme” a ir al hospital, reconoció. Y se dio cuenta de la situación cuando los médicos consideraron intubarlo y colocarle un respirador artificial.
El líder del Partido Conservador pasó tres días en los que se le suministró oxígeno. Cuando le dieron el alta del hospital, el 12 de abril, dijo que el desenlace “podría haber ido tanto hacia un lado como hacia el otro”.
Contó al periódico que nunca pensó que fuese a morir pero se sintió frustrado porque no mejoraba.
Johnson califica, emocionado, su curación de “algo extraordinario.
El primer ministro se reincorporó al trabajo el lunes, dos días antes de que su prometida diera a luz a su hijo, cuyo tercer nombre -el niño se llama Wilfred Lawrie Nicholas Johnson- rinde homenaje a dos de los médicos que lo atendieron, Nick Price y Nick Hart.
– ¿Viajeros en cuarentena? –
El primer ministro tiene previsto anunciar esta semana una “hoja de ruta” para aligerar las restricciones en vigor desde el 23 de marzo, y prolongadas hasta el 7 de mayo.
La población solo puede ahora salir para hacer compras, ir al médico o hacer ejercicio una vez por día.
Pero las autoridades temen que una flexibilización del confinamiento acarree un rebrote de la enfermedad.
Una de las pistas estudiadas es colocar en cuarentena a los viajeros procedentes del extranjero. “Es importante que garanticemos que los sacrificios que hemos pedido a los británicos, como la distancia social, sean realizados también por quienes llegan a este país” dijo el ministro de Transportes, Grant Shapps, a la BBC.
“Estoy analizando activamente este asunto para que cuando los indices de infección estén bajo control en el país no importemos” la enfermedad del exterior, agregó.
Ante el futuro desconfinamiento, el gobierno ha previsto contratar a 18.000 personas hasta mediados de mayo para consolidar su estrategia de efectuar tests y seguimientos de personas infectadas, mediante una aplicación de contactos desarrollada por los servicios de salud británicos
Según un sondeo Opinium realizado el domingo para el diario The Observer 67% de los británicos consideran de momento prematuro reabrir escuelas, restaurantes y estadios.