“Soy Mesías, pero no hago milagros”. Aquella frase para el bronce pronunciada por el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, hace algunos días, tiene al menos una, de las dos afirmaciones, correcta: no hace milagros. Pues, si los hiciera, el mandatario no estaría enfrentado a una crisis política que lo tiene entre la espada y la pared.
Crisis política que se amalgama con la sanitaria del Covid-19. Brasil es la nación latinoamericana con más contagiados, quienes alcanzan los 80 mil, y es también el país con más fallecidos por esta causa, alzándose por encima de los cinco mil.
La “gripecita” del coronavirus –como la llamó burlescamente Bolsonaro hace un tiempo- le pasa la cuenta al Presidente, que se empecina en desobedecer las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y, más aún, atacarla.
Pero el mandatario se desentiende y culpa a los gobernadores y alcaldes de la magnitud de la crisis. Sin embargo, el comodín de atacar a otras autoridades no lo puede utilizar con la otra crisis a la que está enfrentado: la política.
Y es que al jefe de Estado le ha llovido sobre mojado. Sus inoportunas declaraciones ya le han valido numerosos enemigos políticos, no solo dentro de Brasil, sino que también fuera de sus fronteras.
A esto debe sumarse el despido que hizo a su ex ministro de Salud, Luiz Henrique Mandetta, por las profundas diferencias que tuvieron en relación al coronavirus.
Como si fuera poco, su ministro estrella, el de Justicia, renunció a su cargo anunciando “interferencia política” de Bolsonaro. Sergio Moro dimitió ya que el presidente brasileño reemplazó al jefe de la Policía Federal por un amigo.
La renuncia de Moro causó un terremoto político en el gigante sudamericano, y no solo eso, sino que los antecedentes fueron a parar a la Justicia, de hecho, la Corte Suprema de Brasil ordenó investigar las acusaciones de Moro.
Y si de Justicia se trata, un hijo de Jair Bolsonaro, Carlos Bolsonaro, fue vinculado a una red criminal de noticias falsas. Según la prensa brasileña, el mandatario destituyó al jefe de la Policía Federal porque esta institución sabía de los pasos de su hijo.
Por todo esto, en Brasil ya se ha comenzado a hablar de una posible destitución de Jair Bolsonaro, presidente que ha bajado sus índices de apoyo a alrededor del 30 por ciento.
Para la Académica del Instituto de Asuntos Públicos de la Universidad de Chile, Lorena Oyarzún, la disminución del apoyo al jefe de Estado se explica por muchas razones, pero la crisis sanitaria ha sido especialmente influyente, pues su tozudez le ha jugado en contra.
“Muchos líderes en el mundo, en un principio, fueron de la misma línea de Bolsonaro, pero después tuvieron que recular –como en el caso de Gran Bretaña-, y Bolsonaro aún no lo hace, teniendo la cifra que tiene de muertos. Si bien en la mayoría de los casos el coronavirus ha dado un respiro o ha fortalecido la posición y la figura de los presidentes –pensemos en el mismo caso de Chile-, pero en el caso de Brasil yo creo que ha sido de los pocos liderazgos que no ha tenido un alza en la percepción”.
Y si bien es un hecho que en Brasil ya se comienzan a barajar opciones para acabar anticipadamente con el mandato de Bolsonaro, Oyarzún lo ve, por ahora, poco probable. Pues superar la pandemia –pese a Bolsonaro- es el objetivo urgente de las autoridades y políticos brasileños. Luego, cuando todo pase, se avaluará su destitución.
“Vamos a tener que esperar las últimas semanas para ver cómo se va gestionando la crisis. Lo menciono porque creo que será esencial el resultado que tenga no solamente en términos de la crisis sanitaria, sino también en los efectos económicos”.
De todas maneras Oyarzún no titubea en calificar como “mala” la gestión de Bolsonaro durante la pandemia. Similar opinión tiene el doctor en Sociología y experto en política brasileña, Alexis Cortés.
Para el también académico de la Universidad Alberto Hurtado, la situación de aquel país se vuelve cada vez más lamentable, pues el presidente solo vela pos sus intereses a corto plazo.
“Realmente la situación se está volviendo cada vez más dramática y los brasileños van a pagar un alto costo por el hecho de haber elegido a un presidente que, en realidad, lo que está viendo es su interés de corto plazo, y su interés de corto plazo es mantener una base de apoyo que, ideológicamente, no solo se identifica con la derecha sino que, sobre todo, con concepciones del mundo que se basan en teorías conspirativas, en la desconfianza respecto de la ciencia, la desconfianza respecto de organismos como la ONU o la OMS, es hacia ese sector al que Bolsonaro está hablando”.
Según Cortés, todo indica que el mandatario brasileño será destituido, lo que aún falta por dilucidar es el mecanismo.
El sociólogo ve tres opciones, de la cual una tiene mayor fuerza. La primera es un golpe de Estado, sin embargo es poco probable tomando en cuenta que hay funcionarios militares trabajando en el gobierno. La segunda es a través de los legisladores, lo que aún se ve improbable pues el centro político simpatiza con Bolsonaro y tiene un peso suficiente como para frenar todos los intentos.
La opción que Alexis Cortés ve más probable es la vía de la Corte Suprema, pues los jueces han sido quienes han parado en seco las pretensiones del jefe de Estado.
“Lo que hoy se ve con más fuerza para llevar a cabo una destitución o una salida anticipada de Bolsonaro de su cargo es la vía de la Corte Suprema que, aunque el presidente ha dado señales en una dirección contraria, la mayor parte de los ministros del Supremo Tribunal Federal han sido los que se han puesto en la primera línea de la restricción legal en contra de las medidas arbitrarias que viene tomando Bolsonaro como, por ejemplo, lo fue recientemente el nombramiento de la persona responsable de la Policía Federal, pues nombró a un amigo de la familia en momentos donde tanto Bolsonaro como sus hijos tienen que ser investigados por la Policía Federal”.
Además de la venidera batalla judicial, el presidente brasileño debe enfrentar la cohesión de la oposición, la que se ha unido después de muchos años para enfrentar a su figura.
Entre la crisis política y sanitaria navega el gigante Brasil. Quien lleva el timón parece no tener un rumbo cierto, pero el timón está. Será decisión de los tripulantes quién lo maneje.
Al parecer, Bolsonaro se juega sus últimos cartuchos.