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Cultura: repartir poco para que se peleen los muchos

Columna de opinión por Álvaro Morales y Edurne Rankin
Viernes 15 de mayo 2020 18:15 hrs.


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Estado de catástrofe, pandemia, tragedia, desastre humanitario. Estas son algunas de las palabras que intentan contener en su magnitud, la dimensión inabarcable de la cruda realidad mundial por la que estamos atravesando.

Como siempre ante estados de catástrofe y tragedias, los costos humanos son enormes y las sociedades se ven remecidas y fragilizadas desde sus bases, ya que aparte del dolor y abatimiento por las vidas perdidas, se suman los cientos de miles de pérdidas de puestos de trabajo y de infraestructura fundamental para el funcionamiento del país, lo que aumenta el miedo, la inestabilidad y la incertidumbre frente a cómo sobrevivir y reconstruir hacia el futuro, tanto nuestras vidas como nuestra sociedad. Ante ese panorama, surge naturalmente la necesidad de apoyarnos y contenernos unos a otros, pero por sobretodo, esperamos que nuestro propio país, esa sociedad que entre todos hemos construido a lo largo de generaciones, sea capaz de darnos apoyo real, concreto, sólido y perdurable, para poder reinventarnos y salir adelante con dignidad, fortaleza y entereza ante tragedias que están por sobre lo humano y nada podemos hacer por impedir.

Así ha sido como ante inundaciones, erupciones o terremotos, el país rescata y apoya a los sectores más damnificados con ayudas directas, que van en la dirección de la solidaridad, la reconstrucción y el bienestar para quienes han perdido todo. Incluso en catástrofes no naturales, sino que netamente humanas, como las crisis financieras mundiales, los países se hacen cargo de rescatar rápidamente a la banca, creando leyes “express” que así lo permitan, y de esta manera impedir que caigan los sistemas financieros. Es decir, ante catástrofes, existen fondos, recursos y voluntades políticas para poder legislar, rescatar, apoyar y entregar recursos a los sectores más damnificados.

Actualmente, dentro de los sectores más seriamente damnificados por esta tragedia, está todo el sector de las Artes y la Cultura, que por su carácter social, colectivo, presencial y vivo, ha tenido que suspender y cancelar todas sus actividades, creando un efecto dominó de caída en picada sin precedentes, que se lleva consigo a todos por igual, desde los grandes espacios culturales a las agrupaciones y colectivos artísticos, pasando por técnicos, gestores, músicos, bailarines, artistas circenses, actores, directores, etc. que han visto cómo de la noche a la mañana todas sus agendas del 2020 se derrumban, precipitándoles al desempleo y a una incertidumbre brutal, que es abismante incluso para un medio acostumbrado a la precariedad laboral, la falta de recursos y la inestabilidad.

Ante esta incertidumbre, se esperaría de parte del Gobierno y más aún del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, una postura clara, decidida y firme, en dirección al rescate del sector cultural, que no sólo aporta conocimiento, identidad, reflexión, imaginación, creatividad, ingenio, emociones profundas, salud mental y espiritual a la humanidad, -no olvidemos que recientemente la OMS recomendó a los países incluir  las artes y la cultura en los sistemas sanitarios-, sino que también aporta a la economía (alrededor del 2,8% del PIB en Chile) y crea empleos para miles de trabajadores.

Han sido muchos los países desarrollados que así lo han entendido y han aplicado medidas contundentes para no dejar caer al sector cultural y de paso resguardar el patrimonio espiritual de esas naciones. Sin embargo, en Chile, el Gobierno y el Ministerio insisten en restarle preponderancia al sector y obcecadamente continúan con el plan de “Fondos Concursables” como única manera de apoyo al sector, a pesar de que se les ha demostrado contundentemente cómo ese sistema ya está obsoleto, pues perpetúa la inequidad y, sobretodo en este caso, no soluciona directamente el problema inmediato que requiere esta urgencia sanitaria. Si entramos en la lógica de los fondos concursables, sólo un porcentaje muy pequeño del sector se verá relativamente beneficiado, ya que no todos podrán acceder a esas “ayudas”, pero quienes sí las obtengan, tampoco recibirán lo suficiente como para solucionar la raíz de los problemas dejados por la pandemia. Más encima, se anuncia que estos fondos estarán disponibles a partir de agosto en adelante, es decir con la mitad del año ya ahogando a miles de trabajadores.

Claramente, estos fondos no son rescates para el sector y la postura del Gobierno sigue siendo repartir poco para que se peleen los muchos. No se aprecia voluntad política de crear soluciones potentes que vayan a la base de los problemas y resuelvan no sólo la urgencia inmediata que requiere la pandemia, sino que también vayan de una vez por todas en dirección de fortalecer al sector cultural y dignificar a sus trabajadores como se merecen; por su profesionalismo y aporte a la identidad espiritual y al imaginario del país.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.