Seguramente ya no la tildaría de “gripecita”, pues el Covid-19, hace tiempo, le pasó la cuenta al presidente de Brasil, Jair Bolsonaro.
No es lo más terrible. El escenario político pasa a segundo plano cuando son las vidas las que, literalmente, están en juego. Este martes, el gigante sudamericano superó las mil muertes diarias debido al coronavirus. No fue el único día, pues, este jueves, las víctimas mortales ascendieron a 1.188, registrándose 20.047 fallecimientos en lo que va de pandemia.
Además, los contagiados superan los 310 mil, dejando a Brasil solo por detrás de Estados Unidos y Rusia en cuanto a casos confirmados. Como si fuera poco, los contagiados podrían ser el doble de lo que reportan las autoridades, tomando en cuenta que no todos tienen acceso a los exámenes pertinentes.
La situación sanitaria ha venido a coronar una crisis precedente y que ahora, evidentemente, se ha agudizado: la crisis política, económica y social que, hace años, enfrenta Brasil.
Es cierto, la ex mandataria Dilma Rousseff y el ex presidente Michel Temer vivieron momentos complejos al mando de la nación, pero ninguno al nivel de lo que vive Jair Bolsonaro. El ultraderechista se ha visto involucrado en casos de corrupción, ha minado las relaciones internacionales del país, ha negado la gravedad del Covid-19, y no ha sido capaz de sostener a su propio gabinete: su ex ministro de Justicia, Sergio Moro, renunció en medio de acusaciones al mandatario; y dos ministros de salud han dimitido con diferencia de un mes. Hoy el titular de salud es nada menos que un militar.
Le llueve sobre mojado al mandatario. Incluso, gobiernos ideologicamente cercanos al de Brasil le han deslizado críticas. Es el caso de Colombia, país que se ha visto afectado gravemente por el Covid-19, sobre todo, en la zona fronteriza con Brasil.
Y es que desde el gigante sudamericano se ha propagado el virus a otras regiones. Por lo mismo, el Ejecutivo colombiano ha tratado de coordinar junto a Brasil medidas para enfrentar el coronavirus, sin embargo, las cosas han resultado bastante complejas.
El ministro de Salud cafetalero, Fernando Ruiz, declaró que es “absolutamente difícil” una interlocución con las autoridades brasileñas, pues “hemos tratado de establecer con ellos la posibilidad de hacer acciones conjuntas, de que la estrategia en el área de Leticia-Tabatinga, sea integrada y única, (pero) eso va absolutamente lento”, dijo Ruiz.
Al respecto, la analista internacional y académica del Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad de Chile, Paz Milet, enfatizó en que las relaciones internacionales del gobierno de Bolsonaro ha sido uno de sus tantos problemas y la situación con Colombia no es más que el reflejo de lo que ha profesado el ultraderechista.
“Esta incapacidad de generar consensos es algo que se está evidenciando en los más distintos ámbitos desde hace mucho tiempo. Ya lo vivieron Brasil Argentina, Uruguay y Paraguay cuando se debió negociar el acuerdo con la Unión Europea, en ese entonces Bolsonaro fue un actor particularmente difícil, y lo está viviendo ahora Colombia respecto de la necesidad de coordinarse para hacer frente a una amenaza que, desde el punto de vista sanitario, en esa zona, es muy difícil de abordar”.
Milet también asevera en la alta expectación que tuvieron, en su momento, los votantes de Bolsonaro, y que se ha ido desvaneciendo con el tiempo, pues su falta de liderazgo, su poca capacidad de maniobrar y los escándalos de corrupción, entre otros, han hecho que el apoyo al Presidente caiga a alrededor del 30 por ciento.
Otro punto importante que ha influenciado en la caída de su apoyo es el manejo que ha tenido con respecto del coronavirus. Los números delatan la paupérrima gestión del Ejecutivo. Lo recalca la prensa internacional, la misma Paz Milet, y el analista internacional y doctor en Ciencia Política, Mladen Yopo, quien sugiere, incluso, que el mandatario brasileño, en un futuro, podría enfrentar a la justicia por genocidio.
“Bolsonaro puede ser acusado de genocidio, en la medida de que él, como jefe de Estado, no toma las precauciones para la defensa de las personas, y permite, e incluso incentiva la situación. Por lo mismo, puede ser acusado de genocidio. Tal como lo dijo el Papa, en esta dualidad que hoy se está tratando de adoptar entre la apertura económica por un lado y el cuidado sanitario por el otro, se puede generar un genocidio según la opción que se tome, y Bolsonaro está caminando ese camino”.
Yopo hizo hincapié en la situación de los pueblos indígenas del Brasil, aquellos que viven en la Amazonía, que con mayor razón debiesen ser objeto de protección y, sin embargo, el Ejecutivo brasileño ha sido indiferente.
Por todo esto y más, es que el jefe de Estado brasileño podría no terminar su mandato, en eso coinciden la casi plenitud de los analistas, incluyendo a Milet y Yopo. Quien también lo cree así es Fernando Estenssoro, académico del Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Santiago.
Estenssoro tiene una hipótesis: la destitución de Bolsonaro es inminente, sin embargo, la derecha no está dispuesta a perder las riendas del país. Por lo mismo esperan que el mandatario cumpla los dos años en el poder para aplicarle un proceso de impeachment, pues, si se hace antes, están obligados a competir en elecciones, donde la izquierda también tendría posibilidades de ganar.
“Bolsonaro todavía no cumple dos años en el gobierno, por tanto, si hay un impeachment y lo sacan ahora, de acuerdo a la Constitución, el vicepresidente tiene que llamar a elecciones en 30 o 40 días, no puede asumir, no puede hacer lo que Michel Temer le hizo a Dilma Rousseff, que él se quedó como Presidente. Después de dos años, si tú sacas al Presidente vía impeachment, ahí el vicepresidente asume durante lo que queda del periodo. Entonces, mi hipótesis, es que la derecha que está gobernando a Brasil, no tiene un candidato para reemplazar a Bolsonaro”.
La situación en el gigante sudamericano es más que compleja, algunos sostienen que incluso los militares se están sintiendo incómodos ocupando puestos en el Gobierno, pues afectaría la imagen de su institución.
Pero Bolsonaro sigue ahí, apoyado por la derecha más conservadora y grupos de fanáticos religiosos. El mandatario brasileño declaró que él no es el mesías, algunos parecen no creerle.