#GuatonesConHambre, la ignorancia de un hashtag: obesos y pobres tienen mucho más riesgo de morir por Covid-19

El problema alimentario se atribuye a una situación multifactorial, que escapa de la toma de decisiones individuales.

El problema alimentario se atribuye a una situación multifactorial, que escapa de la toma de decisiones individuales.

“El estallido del hambre”. Así se denominó a la manifestación popular que se levantó el lunes 18 de mayo en la comuna de El Bosque, ante la escasez de alimentos que se abre paso en el marco de la crisis sanitaria y que afecta, no solo a la comuna en cuestión, sino a gran parte de las zonas periféricas de la región Metropolitana y, extendidamente, a los sectores populares del país.

La paralización de los servicios y actividades no esenciales para el sistema de respuesta ante el Covid-19 y la adopción de las medidas de cuarentena, que en el caso de la RM, pasó de ser segmentada a total, ha repercutido severamente en la economía de las familias más vulnerables del país, quienes derechamente han sido desvinculados por parte de sus empleadores, han tenido una reducción considerable de sus jornadas laborales, o bien se han visto imposibilitados de echar a andar las principales fuentes de sus ingresos. Como consecuencia directa e inevitable, esto se ha asociado a una incapacidad de mantener abastecidas las despensas.

Paralelamente a esto, y como un fenómeno colateral a la crisis alimentaria que materializó la revuelta ciudadana, se dio a conocer la burla de un sector que, a través de sus redes sociales, difundió las imágenes de personas en situación de obesidad protestando bajo la consigna del hambre. Una situación que se dio a conocer peyorativamente con el hashtag #GuatonesConHambre”.

Lo ocurrido es una evidencia de la incomprensión ante las dimensiones que guarda el concepto de “hambre” en una sociedad como la nuestra, y en la que la a diferencia con otras regiones del mundo no se relaciona necesariamente con inanición o déficit calórico, sino con una idea más amplia: la de malnutrición.

“Parece una paradoja” señaló la representante en Chile de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, en sus siglas en inglés), Eve Crowley, a esto que personas obesas puedan padecer hambre, “pero lo cierto es que es una nueva cara de la malnutrición”.

Para desmitificar, Crowley aseguró que alimentarse de forma adecuada y permanente es una necesidad que debe ser saciada, independientemente de la condición de los individuos.

“¿Cómo uno puede tener calorías en exceso y sufrir de hambre? Una persona obesa o no, si no come todos los días, va a pasar momentos muy graves. Cada persona requiere comer algo todos los días, entonces una persona obesa que no tiene ingresos, que no puede comprar algo para comer, sí va a tener problemas de hambre. Esa persona tiene que poder comer”, manifestó.

Hambre de nutrientes

La diputada integrante del Frente Parlamentario contra el Hambre, Cristina Girardi, señaló de este modo a la problemática alimentaria que tiene una afectación mayoritaria en los sectores populares del país.

La FAO define el hambre como también la malnutrición, hambre de nutrientes, entonces la gente que tiene obesidad claramente está ingiriendo una alimentación que no es la correcta. El exceso de carbohidratos, de comida chatarra, es tan nociva como la desnutrición. Ese hashtag es de una ignorancia brutal porque las personas que son obesas, sobretodo en sectores populares, claramente tienen que ver con una mala ingesta de nutrientes y no están comiendo lo correcto.”

Para esclarecer este concepto, la representante de la FAO explicó que la mala nutrición se manifiesta de formas diferentes. Una de ellas, se asocia al consumo de calorías por exceso.

“Hay la parte que es un déficit calórico, que se manifiesta a través de inanición y a otras formas de hambre que vemos en las fotos internacionales. Hay otra malnutrición asociada con la deficiencia de micronutrientes, por ejemplo, en aquellas mujeres que les falta hierro y que les puede generar problemas de mortalidad durante el parto. También otro que está asociado con el Covid que es la falta de Vitamina D, por no estar expuestos al sol y, por último, hay otra dimensión asociada a las calorías por exceso, que es algo que impacta en la obesidad”.

En Chile existe una guía alimentaria que posee consensos y similitudes con las establecidas en otros países del mundo y en la cual se determina el consumo apropiado de alimentos, entre las que se cuenta una ingesta permanente de frutas y verduras, la reducción de hidratos de carbono y el consumo de proteína animal durante algunos días de la semana. No obstante aquello, afirmó Crowley, en Chile la práctica dista de lo recomendado.

El 95 por ciento de los chilenos no sigue esta guía. Solamente un 15 por ciento come las frutas y verduras al nivel indicado, uno de cada diez come el pescado adecuadamente y uno de cada cuatro las legumbres. Un 50 de los chilenos toma gaseosas todos los días. La mitad no toma agua y ése no es un tema de costos, porque el agua es gratuita y transferible, pero pocos consumen la consumen, que no tiene calorías. Un 98 por ciento consume demasiada sal, casi toda la población. Un 88 por ciento es sedentario y dos tercios de la población no tiene ninguna actividad física. Todos son factores que explican que aquí, el fenómeno de malnutrición se exprese en forma de obesidad y sobrepeso, y que es más agudo en las personas pobres”, detalló.

En ese sentido, el profesor titular y ex director del Instituto de Nutrición y Tecnología de los Alimentos de la Universidad de Chile (INTA), Fernando Vio, afirmó que la mala nutrición es una práctica que se encuentra arraigada en la construcción de los malos hábitos de alimentación.

“El desayuno en Chile prácticamente no existe, es decir, es comerse un pedazo de pan y tomar una taza de té o café muy rápido. Después en la mañana, como se comió poco al desayuno, da hambre y empieza a haber el picoteo de cosas envasadas, tipo galletas, chocolates, cualquier cosa que se encuentre a la mano y a la pasada”.

Si bien el almuerzo esta instituido en Chile, el experto explicó que generalmente las personas suelen ingerir alimentos “a la rápida” con bajos aportes nutricionales.

“Se ha ido logrando que se dé una hora para almorzar, un lugar, hay empresas que dan almuerzo y ahí se pueden comer un plato de comida, pero muchos no alcanzan a hacerlo bien y se comen una empanada, un completo, unas papas fritas, pizzas y es clásico, por ejemplo, en el caso de las universidades, almorzar un completo y una bebida gaseosa azucarada”, señaló.

Como un hecho singular en el mundo, el académico del INTA puntualizó en el mal hábito de los chilenos de sistematizar la “once” en reemplazo de una cena, que da lugar al consumo exacerbado de pan, en lugar de un plato rico en macronutrientes.

“La gente sigue medio con hambre, porque no ha comido bien ni al desayuno, ni al almuerzo y llega a la casa, desde las seis o siete de la tarde en adelante y en Chile existe algo que es único en el mundo. No hay ningún país en el mundo que haya cambiado la cena de un plato de comida en la noche, por la once, que es pan en grandes cantidades, con agregados muy poco saludables, como margarina, mantequilla, queso, mortadela o cecina en general, además de mermelada y manjar”.

La obesidad, más allá que una suma y resta de calorías

Ésta es una situación que supera a las decisiones personales, afirmó la académica del Programa de Nutrición de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Chile, Lorena Rodríguez, en cuanto la obesidad es un tema multifactorial, basado en los determinantes sociales de salud que rodean a los sectores populares.

“Esto tiene que ver con la cultura, con la historia, con lo que llamamos los determinantes sociales de salud, en este caso, los determinantes sociales de los estilos de vida. Prácticas de menor actividad física y la alimentación menos saludable, se asocian a una serie de factores que van mucho más allá de las decisiones personales y se relacionan con la oferta de alimentos, con el marketing, con el precio de los alimentos y de la disponibilidad y acceso que tienen las personas en un momento y lugar determinado”, afirmó.

La Encuesta Nacional de Salud ha demostrado que las personas que tienen menor nivel educacional- menos de ocho años- y menor nivel socioeconómico, tienen mayor cantidad de personas con exceso de peso.

Al respecto, Rodríguez afirmó que “es esperable que esas personas se quejen del tipo de alimentos a los que están accediendo, es absolutamente licito. En situación de pandemia es evidente que estas desigualdades injustas, evitables y que son de responsabilidad del Estado, se exacerben, se remarquen y se pongan encima de la mesa. Si hay personas que normalmente están accediendo a una mala calidad de los alimentos y a menos alimentos, evidentemente en situaciones de crisis como la que estamos viviendo, se van a exacerbar estos problemas. Va a haber menos acceso, menos disponibilidad y si además están aumentando algunos precios de los alimentos, especialmente de los más saludables, porque hay problemas de distribución y de acceso, pone de relieve las diferencias que ya existen, pero que se exacerban en estas condiciones de crisis”.

Otro condicionante a los malos hábitos alimenticios, que cruza las diferencias de clases, se relaciona con el tiempo que las personas pueden dedicar a la preparación y manipulación de los alimentos. Algo que Fernando Vio explicó con los periodos de permanencia en las zonas de trabajo y en las horas de desplazamiento.

“Este fenómeno se ha ido produciendo porque en la década del 90, saliendo de la recesión que hubo entre el 82 y el 87, donde hubo crecimiento económico, la gente ingresó a trabajar y empezó a ir a lugares de trabajo que no estaban cerca de su casa. Los trabajadores de la construcción, por ejemplo, viven en la periferia de Santiago y tienen que viajar al sector oriente, o los que trabajan en servicios, tienen que viajar al centro de la cuidad desde Puente Alto, desde San Bernardo, desde Maipú. De este modo se fue creando un hábito con dos elementos, uno de tiempo de permanencia en el trabajo, que se ha medido y en donde Chile es uno de los que más tiene esta situación. En la Región Metropolitana son aproximadamente diez horas de permanencia con baja productividad y con una a tres horas de traslado, en ida y vuelta, eso significa un total de 13 horas. Al llegar a la casa, se toma once, que es comida altamente calórica, se ve televisión y se van a dormir”.

Este aumento del tiempo fuera de casa, ha repercutido en la ingesta de alimentos ultra procesados, señalo Eve Crowley.

“Hay poco tiempo para las personas pobres de cocinar, donde las mujeres trabajan y los hombres no asumen el rol de cocinar en la casa, no se redistribuyen los roles y cuando eso pasa, pueden comprar alimentos ultra procesados, que parecen alimentos, pero no nutren, no tienen los valores nutritivos necesarios, y también en Chile han perdido la cultura de cocinar en algunas partes”.

A diferencia de los sectores altos, señalo la diputada Girardi, los sectores bajos y medios no tienen la capacidad de contar con trabajadoras particulares que suplan este rol.

“Es un factor muy relevante  el tiempo que uno le dedica a la cocina, que salvo ahora en pandemia y en cuarentena, es muy limitado. Obviamente las personas que tienen ayuda en la casa, que tienen a las trabajadoras de casa particular, son las que pueden cocinar. Las otras mujeres, que trabajan todo el día, tienen escasas posibilidades de tener tiempo para eso”.

Asimismo, la parlamentaria denunció una falta de políticas públicas ante la excesiva propaganda de la industria alimentaria de comida chatarra, otro factor que repercute en la calidad nutricional.

“Prácticamente no hay educación versus una industria alimenticia que invade los hogares a través de la publicidad, la publicidad en la comida chatarra, las bebidas azucaradas. Esos son los referentes de la supuesta nutrición que tiene la gran masa de la población. En términos de diabetes e hipertensión, los índices se duplican en los sectores populares. Si tú tienes un 20 por ciento de enfermedades asociadas a la obesidad en los sectores más acomodados o que tienen más de doce años de educación, en los sectores que tienen menos de ocho años se duplica o triplica. Por lo tanto hay un factor educacional y cultural, pero también hay una falta relevante de política pública en relación a la información que tienen las personas para acceder a una alimentación de calidad”.

Una pandemia más grande que el Covid-19

Las patologías y enfermedades tales como la hipertensión, la diabetes y la obesidad, implican una condición de doble vulnerabilidad ante el riesgo de muerte frente al Covid-19, señaló la representante de la FAO, considerando que estas afectaciones que se relacionan a la mala alimentación, ya generan por sí solas una ola de fallecimientos importantes en el mundo.

“Sabemos que el Covid-19 tiene mayor impacto y riesgo de mortalidad si las personas tienen estas enfermedades, entonces los obesos y pobres tienen mayores riesgos de morir por el Covid. En el 2016 las enfermedades no transmisibles mataron a 41 millones de personas a nivel mundial, un 71% de los muertos estaban asociados con estas enfermedades relacionadas con dietas no saludables. En Chile mueren cada año 15 mil personas por esto, mucho más que lo que provoca el Covid”.

Una situación que se recrudece en términos de afectación de la pandemia, teniendo en cuenta que Chile es el segundo país, después de Estados Unidos, con mayor índice de obesidad en la población, alcanzando un 34%. Sin embargo, sumadas las cifras de sobrepeso y obesidad, Chile registra un 74,4% de la población, mientras que Estados Unidos un 71%.

“Es un tema gravísimo, una pandemia tanto o más grande que el coronavirus, pero no se visibiliza, no está vista, porque en los sectores bajos no consideran que éste sea un problema y en el sector alto se ríen del problema. Estamos en una situación de que no hay política pública frente a esto y por último, uno de los temas más graves que tiene la mortalidad por coronavirus es que es tres o cuatro veces más alta en las personas que tienen sobrepeso o obesidad, que en las que no la tienen. No son los adultos mayores, allá están muriendo los jóvenes, porque entran a las Unidades de Cuidado Intensivo con sobrepeso y obesidad”, señaló Fernando Vio.

Ante el grave diagnóstico, la académica de la Universidad de Chile, Lorena Rodríguez, enfatizó en la importancia de las ferias libres, que, siendo diversificadas, pueden significar una solución ante lo que Crowley denominó como los “desiertos alimentarios”, vale decir aquellas zonas cuya oferta alimentaria carece de un aporte nutricional.

“Contar con más ferias libres, con más mercados, con pequeñas verdulerías, probablemente permitiría que la gente tomara decisiones más saludables y si además existe algún tipo de subsidio a la producción de esos alimentos, al transporte y la movilización, favorecería que la gente compre alimentos que tienen un precio razonable, que son saludables y que están disponibles en cualquier momento”, señaló.

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