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Cómo encontrar nuevas canciones en la poesía de Alejandra Pizarnik

Después de musicalizar a Gabriela Mistral, Florencia Lira ahora publica siete canciones con versos de la escritora argentina, que pueden cobrar nuevo sentido en el presente. “Lo que estamos viviendo tiene una gran fuerza destructiva, pero también es como un gran invierno y se puede gestar algo potente”, dice. 

Rodrigo Alarcón L.

  Jueves 11 de junio 2020 6:59 hrs. 
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Alejandra Pizarnik tenía 36 años cuando escribió “no quiero ir/nada más/que hasta el fondo”, sus últimos versos antes de la sobredosis de barbitúricos que le quitó la vida en septiembre de 1972, en Buenos Aires. Ahondar, encarnar, vivir: son verbos que ocupa Florencia Lira, cantante y compositora que suma exactamente la misma edad, para describir cómo fue capturada hace una cantidad indeterminada de años por los versos de la escritora argentina.

“No soy demasiado lectora ni conocedora, pero sentí una conexión especial, había algo ahí en lo que necesité meterme. Era algo especial que tenía que ver con ahondar, ahondar y ahondar y vivir, encarnar totalmente la poesía. Eso me llama la atención y me revitaliza. Aunque siempre se la ve oscura y depresiva, de alguna forma me ha dado un espíritu muy… de vida, de encarnar algo, el arte”, explica.

El próximo lunes 22 de junio Florencia Lira dará una prueba de eso con la publicación de Alejandra (Cápsula Discos), su sexto álbum y el segundo en el que trabaja con poesía: ya lo había hecho con Gabriela Mistral en La caminante (2016). “No fueron lineales, no musicalicé a una primero y luego a la otra”, precisa. “Aparecieron juntas y ambos discos tienen un trayecto largo en mi vida. Fui componiendo lento, a través de los años, al principio sin pensar en un disco”.

Tres canciones han adelantado por ahora el nuevo registro: “Mis aguas”, basado en el poema “L’obscurité des eaux” (“Las oscuridad de las aguas”); “Amor de Diana”, sobre el vigésimo poema de Amor de Diana; y “Del otro lado”, una colaboración con Niña Tormenta para el poema homónimo. 

Algo que también me llama la atención es encontrar algo muy amplio en lo femenino. Realmente entrar en la naturaleza femenina y no verla desde un solo punto de vista, sino que con todo lo que se abre. Es como sumergirse en un mar gigante”, detalla”. “En La caminante visualicé un aspecto diferente de la mujer en cada canción y en este disco también también hay distintos aspectos de lo femenino”. 

Ese álbum mistraliano estaba basado en su voz, su guitarra y el acompañamiento del guitarrista Cristóbal Menares, con sutiles arreglos de Felipe Cadenasso y Antonio del Favero, los dos integrantes de Matorral que se han adjudicado varios premios Pulsar por su rol como productores. Aunque ahora la partida fue similar, el trayecto fue distinto: “Primero trabajé desde lo acústico, pero necesitaba otro aire, como volver a mis inicios y a algo más electrónico. Compartimos mucho las ideas y ellos trabajaron separados después. Yo grabé estando embarazada y en el proceso tuve a mi hijo, la cosa se dispersó un poco, así que todo fue de forma lenta e intuitiva”. 

Valga un ejemplo para ese proceso: “Hubo un Año Nuevo que decidí pasar sola. Estuve tocando guitarra y cantando y después de harto rato quise hacer una canción. Agarré la Poesía completa de Alejandra Pizarnik, lo abrí al azar y el poema que me salió fue ‘Del otro lado’. Logré armarla durante la noche, al día siguiente me desperté a hacer la segunda parte y fue como si ella, Alejandra, me hablara del otro lado, algo muy hermoso. Cuando canalicé esa canción, pensé que tuvo un sentido haberme quedado sola ese Año Nuevo, pero la idea de hacerla media electrónica y tribal apareció mucho tiempo después. El resultado es muy distinto a cómo partió. Además, la letra dice ‘cae la música en la música como mi voz en mis voces’ y que se haya sumado la Tiare (Niña Tormenta) le da mucha fuerza a esa idea”.

¿Cómo seleccionaste los poemas?

Me pasó parecido con Gabriela Mistral: fue totalmente desde la intuición, no me senté a elegir los poemas por determinadas razones. Hace poco leí un libro en que David Lynch contaba cómo él veía una escena en su cabeza y es como eso, uno va hacia un lugar sin saber mucho a qué. Así se pesca el pez dorado, dice él, uno llega a una idea pero no necesariamente está todo listo en la cabeza, sino que es un terreno un poco inconsciente. Así que la elección de los poemas… no sé. Uno los elige o ellos te eligen a ti, algo así.

¿Y cómo se trabajaban luego las canciones?

Hubo un momento de tirar ideas. Me imaginaba escenas, casi como una película. Me encanta lo que pasa con Felipe y Antonio, hay una recepción muy entregada a mi forma de trabajar, que no es muy concreta. 

¿Cuesta demasiado dejar las canciones en manos de otros?

Me costó, fueron años de soltar, pero ahora creo que eso pasa cuando uno siente que hace algo definitivo. Yo creo que una canción no es algo tan definido, en el disco se hizo una imagen de la canción, pero eso no es “la” canción. Esa entrega, como un amor de esa persona hacia algo que nació de mí, es una colaboración muy bella.

En un contexto tan especial como el actual, ¿cómo crees que se va a escuchar este disco? 

Siento que no podría haber llegado en mejor momento. Me acuerdo que “Mis aguas” la compuse cuando trabajaba encerrada en una galería de arte que se llamaba La Vitrina, era como una vitrina donde estaba yo, y lo de ahora me recuerda eso: estar en esta soledad y encierro en la que surge una creatividad. No es en vano. Lo que estamos viviendo tiene una gran fuerza destructiva y eso nos abisma, pero también es como un gran invierno y se puede gestar algo muy potente. El disco tiene esa carga: sacar a Pizarnik de esto un poco dark, de mártir, hay un mensaje detrás de eso. Ahora estoy leyendo a Juana de Arco y siento lo mismo, es un mensaje que te mueve a generar ideas y cambios. El disco tiene que ver con abrir llaves de lo profundo, abrir llaves femeninas en mujeres y en hombres también. En el fondo, la poesía es realmente un lugar increíble, una fuente muy grande de vida y esperanza.

Foto: Cápsula Discos.
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