En sus primeros años, los niños, niñas y adolescentes son dependientes de sus padres o cuidadores y altamente permeables a la realidad de su entorno más cercano. Numerosos estudios de Unicef y otras organizaciones dedicadas a la protección de la infancia han demostrado que, incluso en breves periodos de privación y pobreza, las consecuencias y efectos en el desarrollo cognitivo, nutricional, físico, social y emocional de la población infantil son permanentes.
La pandemia de coronavirus ha generado graves consecuencias económicas en la población mundial y, particularmente en el caso de América Latina, la Cepal en su estudio “El desafío social en tiempos del COVID-19” prevé tres posibles escenarios: en el peor, el porcentaje de personas en situación de pobreza a nivel regional pasaría del 30,3% registrado en 2019 al 35,5% en 2020. El nivel medio llegaría a 34,7% y en el bajo a 33,7%.
En el caso de Chile, la pobreza podría ascender de un 9,8% en 2019 a hasta un 13,7 por ciento en el más negativo de los escenarios, retrotrayendo la situación socioeconómica a la que teníamos en 2013.
Según los datos de Unicef, en términos netamente monetarios la pobreza en América Latina y el Caribe tiene un claro sesgo intergeneracional. “La incidencia de pobreza para el grupo de niños, niñas y adolescentes de hasta 14 años es mayor en 19 puntos porcentuales que la del grupo de personas entre 35 y 44 años, y 31 puntos porcentuales más con respecto a personas de 65 años o más. De no tomarse en cuenta esta condición de privación de la población infantil en el diseño de políticas sociales, se corre el riesgo de repetir los ciclos intergeneracionales de la pobreza en la región”, se lee en una de sus publicaciones relativas a los efectos del COVID-19 en la infancia.
El representante de esa organización internacional en Chile, Paolo Mefalopulos, analizó las cifras estimadas de pobreza que afectarán a niños, niñas y adolescentes post pandemia. “86 millones de niños se van a sumar a los que ya están viviendo en lugares pobres alrededor del mundo. Esto va a presentar muchos problemas, sabemos que a nivel global se va a entrar a una recesión, hay número diferentes según el país y sabemos que en este tipo de crisis, las familias que tienen menos recursos son más vulnerables y sabemos que dentro de esa familia, los más vulnerables son los niños y niñas”.
“El problema no es solo económico, es social y hay muchas acciones que deberían tomarse: empezar con las transferencias monetarias a las familias más pobres y asegurar ingresos familiares para todo el periodo de la emergencia y hasta que las consecuencias hayan pasado. Este puede ser una oportunidad para aprobar un ingreso seguro mínimo universal que responda no solo a esta emergencia, sino en general apoye a familias con niños y niñas más allá de la situación actual”.
Los niños y niñas, entonces, son más vulnerables a los efectos de la pandemia, pero dentro de ellos hay un grupo que sufre con mayor intensidad los efectos y, además, éstos son más permanentes. Se trata de la primera infancia, los niños en edad parvularia que se han visto absolutamente privados de asistir a jardines infantiles debido a los riesgos que ello conlleva en materia sanitaria.
“Los resultados son muy claros: la pobreza hasta antes de la pandemia había ido en una clara tendencia a la disminución, pero históricamente, en todos los años de medición, son los tramos de los niños los que enfrentaban mayor incidencia en la pobreza y sobre todo el tramo de los preescolares”, señala Nicolás Conteras, investigador del Observatorio de Niñez y Adolescencia.
“En Chile prácticamente el 14 por ciento de los NNA viven en situación de pobreza y un 22, 9 en una situación de pobreza multidimensional, la que no solo considera el ingreso sino que educación, salud, vivienda, trabajo y seguridad social de la familia; y entorno y redes. Al cruzar estas dos variables, llegamos a una cifra tremenda: de cada 10 NNA, tres viven en situación de pobreza, ya sea por ingreso o multidimensional”, explica.
La evidencia es contundente en cuanto a que es durante los primeros años de vida se da el máximo potencial de aprendizaje de las personas, pues es entonces cuando se produce el desarrollo neuronal. La prueba PISA arrojó como resultado que los niños con educación inicial tienen más de 20 puntos de diferencia en relación a los que no la tuvieron. Por otra parte, el estudio de James Heckman, premio Nobel de Economía, demostró que cada dólar invertido en primera infancia reditúa siete veces en comparación a la Educación Superior.
Entonces, la asistencia continua y permanente a jardines infantiles propicia aprendizaje significativo en los párvulos, sin embargo, incluso en ese mismo universo, existen enormes desigualdades dependiendo de donde provengan los niños.
Claudia Fasani, Jefa Nacional de Jardines Infantiles y Salas Cuna del Hogar de Cristo, señaló que la participación de los niños en los jardines infantiles públicos es muy disímil en los distintos deciles de ingreso. “Hay diferencias de hasta 30 puntos porcentuales entre la cantidad de niños entre 0 y 4 años que asiste a un jardín infantil que pertenecen a los deciles más acomodados, con los que asisten a nuestro jardines”.
Respecto específicamente de las consecuencias que acarreará para los niños, particularmente los más vulnerables, el no poder acceder a ese especio educativo por causa de la pandemia, la Educadora de Párvulos manifestó que pueden ser irrecuperables.
“Este periodo en que los jardines están cerrados tendrá un efecto muy complejo, sumado a las cuarentenas. Aquí no solamente estamos hablando de la interrupción de los servicios de educación, que son espacios protectores y de alimentación saludable, sino que también hablamos que al interior del hogar puede ser devastador el no tener el lugar que les garantiza cuidados y alimentación, porque los padres se están preocupando del tremendo desafío de mantener el empleo, a los niños saludables y seguros y lidiando con un estrés que no es menor. Los niños están viviendo un estrés tóxico que, las educadoras sabemos, traerá deterioros en su desarrollo”.
Tanto Unicef como Save the Children y también el Comité de Derechos de la Niñez de Naciones Unidas y Human Rights Watch han señalado que en materia de infancia los retrocesos serán muy retrocesos importantes
A eso se refiere el psicólogo Camilo Morales, Coordinador del Programa de Estudios Interdisciplinarios en Infancias de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile, quien advierte que el peligro de interrumpir la educación parvularia no solo podría extenderse durante la emergencia sanitaria. “Se genera el riesgo que los niños queden expuestos al hambre y, además, el hecho que las familias estén sometidas a este nivel de precariedad y vulnerabilidad puede ser un gatillante de que muchos niños no regresen a la escuela porque la familia tendrá que ponderar: si falta la fuerza laboral para sobrevivir, todo lo otro pasa a segundo plano. Y a eso hay que agregar que Chile ya tiene índices de pobreza alto y es el país a nivel OCDE que está en peor situación en comparación a otros países desarrollados o en vías de desarrollo”.
Claudia Fasani concuerda absolutamente con el planteamiento de Camilo Morales. “Las investigaciones y las neurociencias han demostrado que este es el periodo más crítico del desarrollo de los niños y, frente a esa evidencia, no podemos dejarlo de lado. La primera infancia es la población en la que menos se invierte en Chile y, en tiempos de crisis y post crisis, son los niños pequeños los que más estrés experimentarán. El sistema de protección que tenemos es el Chile crece contigo y hoy más que nunca hay que fortalecerlo para apoyar a los niños, lo que significa que hay que atender a la familia, porque son los papás los que están cumpliendo el rol fundamental de proteger, promover el desarrollo, salud y bienestar de los niños, pero el cuidado de los niños no es responsabilidad solo de los papás, es del Estado, de la comunidad. Ahí se hace la diferencia más importante de cómo abordamos el cuidado a los niños”.
Es por todas estas razones que Unicef ha llamado urgentemente al Estado de Chile a proveer de un Sistema de Protección enfocado en la infancia, y además a aprobar cuanto antes la Ley de Garantías y Protección Integral de los Derechos de la Niñez y Adolescencia.
“Es fundamental, la cosa más importante que hay que hacer. No es que haya que hacerla mañana u hoy, sino que debió ser ayer o antes de ayer. Chile es el único país de la región en Latinoamérica que no tiene una ley de protección integral para la niñez y nosotros estamos abogando para que pueda tenerla lo más pronto posible. El paso de los servicios especializados y de reforma del Sename va en la dirección correcta, pero es fundamental el contar con una ley de protección integral, sin esta no habrá un marco para proteger la niñez en Chile”, aseguró Paolo Mefalopulos.
El que el Estado no considere a los niños, niñas y adolescentes, de acuerdo a sus distintos niveles de desarrollo y de autonomía progresiva, como sujetos de derecho afecta a la larga a la sociedad completa. Así lo han demostrado los estudios del Observatorio de Niñez y Adolescencia a través de sus distintos informes Infancia Cuenta. “Hay muy pocos espacios de participación y muy pocos instrumentos de medición en los que se le pregunta la opinión a los NNA y esto tiene consecuencias dramáticas. Los adolescentes creen y valoran muy poco la democracia en parte porque no sienten que son parte de ella. Sin embargo, previo a octubre de 2019, observamos que pese a que los adolescentes manifestaron no tener interés en la política, fueron quienes dieron inicio a las acciones que finalmente detonaron el estallido social”, explica Nicolás Contreras.
“La pobreza tiene rostro de niño” nos dice el representante de Unicef en Chile y el Estado entrega la menor inversión precisamente a la primera infancia, muestra de ello es la falta de políticas enfocadas en la primera edad lo que, según señalan los expertos, afecta a futuro en los niveles de participación, repercutiendo en la calidad de la democracia y el tipo de sociedad chilena en los años que vienen.