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Un antiguo pensamiento eurocéntrico: la filosofía dominical de El Mercurio

Columna de opinión por Maximiliano Salinas Campos
Miércoles 17 de junio 2020 19:25 hrs.


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En un reciente programa dominical de El Mercurio junto a ICARE (Instituto Chileno de Administración Racional de la Empresa) se ha entrevistado al rector de la Universidad Diego Portales desde 2007, y columnista dominical de El Mercurio de Santiago. Su formación académica, admite, se ha hecho exclusivamente en Santiago de Chile. Con el rigor, nos dice, del sociólogo católico Pedro Morandé y el filósofo kantiano Roberto Torretti. No tantos más. Ni un asomo de vivir -ni menos pensar- en América latina, ni en el Chile del extremo norte al extremo sur, ni menos en el ancho y colorido mundo de la Tierra. El entrevistador intenta retratarlo junto a Nicanor Parra. Le lee un fragmento de Soliloquio del individuo: “Debía producir. / Produje ciencia, verdades inmutables, / Produje tanagras, / Di a luz libros de miles de páginas, / Se me hinchó la cara, /…”. (Poemas y Antipoemas). Interpretación del entrevistado: “Es la indigencia radical que nos constituye”, se limita a decir. ¡Increíble! No hace ninguna alusión a la crítica formidable de Nicanor Parra al individuo y al individualismo de la modernidad burguesa. “Nuestro destino es la decrepitud”, añade el rector. Recurre a Heidegger, recurre a Camus. “Estamos cercados por la muerte”. “Tenemos los días contados”. Para tal destino tristón recomienda el estoicismo. Generaliza: “La cultura humana tiene por objeto eludir la finitud de la existencia, es un gigantesco esfuerzo por eludir la decrepitud, la finitud.” Las religiones, los mitos, nos ilusionan frente a “este hecho fundamental”. Por eso, las “fiebres ideológicas”, como mitos, son, a su juicio, peores que el coronavirus. Al fin enuncia su propia utopía no utópica, el pronunciamiento solemne de su senilidad: la virtud de las sociedades modernas y liberales. Las que entienden la “polis” como un acuerdo entre caballeros, como una deliberación entre semejantes. La democracia no es más que la disputa pacífica del poder. Admite sí con desencanto: “A los jóvenes nuestro parecer puede ser fantasioso”.

La visión política del entrevistado consiste en un elogio a rajatabla de la transición chilena, reconociendo que los políticos han tenido que “pactar con el Diablo”. Como fuere hay que reconocer que el “saber técnico” sacó a los chilenos de la ‘pobreza’. Mejor dicho: de los peligros y las incomodidades del desorden y el malestar social acumulados durante la dictadura militar. Admirablemente la política de los acuerdos eligió lo preferible, eludió lo detestable. ¡Para qué más! El rector se concede también un discreto, pero oportuno, elogio al actual gobierno de derecha: “No son grandes políticos, pero estamos en manos de personas eficientes”.

¿Cuál es su visión del estallido social del 18 de octubre? La irrupción de un mundo irreal, la quimera de una epopeya que no puede ser tal. Por favor, es su consejo, no caigamos en los “ánimos apocalípticos”. En otras palabras: mantengámonos en el buen pensar, y el buen pasar, liberal chileno. Desde los tiempos del ministro Diego Portales hasta los tiempos de la Universidad Diego Portales. Las instituciones supuestamente republicanas funcionando. Mejor, la buena república de los señores. Nada, nada, pero nada, nuevo bajo el sol. Ni se advierten ni mencionan los desafíos históricos que vivieron José Manuel Balmaceda o Salvador Allende, estadistas enfrentados a las urgencias sociales y políticas de la historia viva de Chile. Para qué nombrar los desafíos étnicos y culturales que comenzó a enunciar Gabriela Mistral en el siglo XX. De todo ello, nada. ¿Se encarnarán allí “ánimos apocalípticos”?

Lo que el mesurado rector ha brindado es el elogio de la vieja y remendada ‘polis’ grecolatina de los “ingleses de América del Sur”. “Yo creo que el capitalismo va a seguir tan vigoroso como siempre”, asegura. ¿Quién ha inspirado su filosofía de la ‘polis’? Ha citado, elegante, a Raymond Aron, a Platón, a Aristóteles y su “Ética nicomaquea”. Todo su pensamiento es una expresión insistente entre la civilización, que es, claro está, su propio planteamiento, y la barbarie, que es el pensamiento del otro, el de sus adversarios. La civilización: el individuo, el consumo, el Estado. La barbarie: las masas, el hambre, el caos. ¡Qué antiguo! ¡De caballero antiguo! Su mentalidad se asemeja demasiado a la tradicional política eurocéntrica heredada de… Tucídides. El esfuerzo por defender una forma republicana de gobierno aristotélico destinado a neutralizar los conflictos entre ricos y pobres desde la ilusa plataforma de Occidente. A propósito de Nicanor Parra. El entrevistado ha terminado entregado a las “siutiquerías grecolatinas” que denunciara el antipoeta como inaceptables en el siglo XXI (Nicanor Parra, Mai mai peñi. Discurso de Guadalajara, 1991; Marshall Sahlins, La ilusión occidental de la naturaleza humana, México: FCE, 2011).

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.