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Jóvenes latinoamericanos: vulnerables y poco resilientes a la crisis económica del COVID-19

Columna de opinión por Tatiana Aguirre
Jueves 23 de julio 2020 16:41 hrs.


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Ocupación de jóvenes en Chile, Perú y Colombia disminuyó un 15, 28 y 37%, respectivamente. No atender a esta joven generación la pone en riesgo de quedar varada.

El COVID-19 se expandió por todas las regiones del planeta, dejando al descubierto situaciones de vulnerabilidad y levantando temas urgentes, como las consecuencias que se comienzan a sentir en materia laboral para las personas jóvenes en América Latina, quienes han visto en riesgo su inclusión e independencia económica.

Si bien las y los jóvenes presentan una menor tasa de letalidad ante el virus, sí están más expuestos a la crisis socioeconómica producto de la pandemia. Esto se debe a que normalmente enfrentan una serie de obstáculos laborales que, sumado al contexto actual, los convierte en una población especialmente vulnerable y poco resiliente

Antes de la crisis, la juventud ya enfrentaba dificultades para su inclusión económica. ¿Por qué? Los jóvenes parten de una realidad desventajosa: enfrentan mayores niveles de desempleo e informalidad laboral. En lo inmediato, esto se traduce en menor capacidad de subsistencia y recuperación del confinamiento y/o desocupación, además de menos acceso a redes de seguridad social.

Y ahora, a raíz de la pandemia, las personas jóvenes se han visto fuertemente afectadas, en parte, porque se emplean –formal o informalmente– en los sectores de la economía que se han visto especialmente golpeados por la crisis sanitaria: el comercio, las industrias manufactureras, las actividades inmobiliarias, empresariales y administrativas, y la hostelería y alimentación. 

A esto se suma su escasa experiencia laboral, por lo que tienen menores ingresos y/o menor acceso a activos productivos –y volvemos al problema inmediato de la subsistencia y redes de seguridad social–. Además, su escasa experiencia laboral los posiciona como empleados prescindibles en comparación a sus pares con mayor experiencia y trayectoria laboral. 

La población joven, entonces, es la primera en ver sus oportunidades laborales mermadas, reducidas sus jornadas laborales y quedar desempleada. Así lo constata el análisis de coyuntura N°9 de Rimisp – Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural, que estudió el comportamiento reciente del empleo joven en Chile, Perú y Colombia. 

Según el estudio, en Lima, Perú, los jóvenes ocupados (14-24 años) disminuyeron un 28% en el trimestre febrero-abril de 2020, en comparación al mismo trimestre para el año anterior. En Chile, en tanto, y para el mismo periodo, los jóvenes ocupados (15-24 años) descendieron un 15%. Y en Colombia, entre abril 2019 y abril 2020, los jóvenes ocupados (10-24 años) decrecieron un 37%. 

Además, la reducción en la tasa de jóvenes ocupados son 5, 10 y 14 puntos porcentuales mayores a las sufridas por los adultos ocupados en Lima, Chile y Colombia, respectivamente.

En tanto, para las mujeres jóvenes la situación es aún más complicada. Según el mismo análisis, previo a la pandemia ellas ya presentaban mayores tasas de inactividad laboral, de desempleo, de informalidad laboral y menores ingresos –en comparación a sus contrapartes masculinas–. Asimismo, tienen mayor participación en los sectores económicos afectados por la crisis.

Considerando estos antecedentes, al plantear la recuperación económica en América Latina, se debe velar por la inclusión económica de la juventud. Para la juventud, las primeras experiencias laborales delinean la trayectoria laboral en la edad adulta, influyendo en las condiciones laborales e ingresos durante décadas. Para los países, es capital humano y personas más preparadas, que cuentan con mejores herramientas para enfrentar la creciente tecnologización del mundo laboral. 

Aunque esta es la mayor generación de jóvenes que se ha visto y cuenta con mayor escolarización y formación, la región enfrenta el fantasma de la desocupación e inactividad juvenil. En América Latina, las personas jóvenes que no estudian ni trabajan, los estigmatizados ninis, representan alrededor del 22% de los jóvenes, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT). 

A pesar de las políticas y los esfuerzos en educación e inserción laboral, no se han logrado avances en la materia. No es menor que las mujeres doblan a los hombres en inactividad, principalmente producto del trabajo doméstico y de cuidados que realizan. Esto habla de la fuerte exclusión de la juventud por parte de la estructura de oportunidades y se asocia con dependencia económica, violencia y marginalización.

No caben dudas que América Latina en su conjunto enfrenta un complejo escenario, donde urgen las soluciones y sobran los problemas. Pero la región no debe darse el lujo de desaprovechar el talento y capacidad de las y los jóvenes. No atender y preocuparse de esta joven generación, la pone en riesgo de quedar varada.

Tatiana Aguirre es socióloga de la Universidad Alberto Hurtado y asistente de investigación de Rimisp – Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.