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Teletrabajo: profundización del modelo neoliberal de relaciones laborales

Columna de opinión por Tamara Muñoz Valenzuela
Viernes 25 de septiembre 2020 10:04 hrs.


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El teletrabajo puede entenderse como una nueva fase de organización del trabajo, en el modo de producción neoliberal, antecedido por la tercerización, la subcontratación y la deslocalización. Pareciera no tener por objetivo la “eficiencia” o “productividad”, sino más bien un despojo de derechos o traslado de costos de mano de obra desde la empresa principal a las y los trabajadores.

La actual pandemia de COVID-19 nos ha golpeado muy duro y se ha notado aún más con el teletrabajo, que ha fomentado la precarización, sin permitir hacer efectivos los derechos a las y los trabajadores, y además, son estos mismos quienes han debido asumir los costos de esta crisis con sus ahorros del seguro de cesantía o sus ahorros previsionales.

En este sentido, se puede sostener que el “teletrabajo” es una profundización del modelo neoliberal de las relaciones laborales y tiene por objetivo seguir bajando los costos laborales de las empresas mediante la precarización y despojo de los derechos laborales, por lo tanto, el teletrabajo no busca una mejor eficiencia, mayor productividad o protección de salud laboral; lo que busca el teletrabajo es reducir los costos de la empresa, traspasándolos a las y los trabajadores.

No podemos desconocer ni olvidar que, desde los inicios del movimiento obrero y sindical, uno de sus objetivos de lucha fue la protección de la vida y salud de los trabajadores, a través de normas relativas a la higiene y seguridad y la protección por accidentes del trabajo y enfermedades profesionales y esta lucha del movimiento obrero dio como fruto una normativa y regulación de aspectos y derechos fundamentales de los trabajadores, de sus derechos humanos.

Lo mismo ocurre con la jornada laboral, cuya limitación y regulación es parte principal desde el surgimiento de la cuestión obrera, y que, ha dado lugar a la regulación y limitación de la misma, encontrándose actualmente en 45 horas, y hasta en 36 horas en otros países.

No obstante, en la ley del teletrabajo, al establecer únicamente como límite diario de desconexión 12 horas continuas; en la práctica lo que está ocurriendo es la instalación de una nueva jornada laboral de 12 horas diarias, pero ahora sin pago de horas extras.

Vemos día a día, por ejemplo, en las empresas de Call-Center requisitos de contratación impuestos a las trabajadoras para el teletrabajo: un notebook apto, (a costo del trabajador) una conexión apta a internet (a costo del trabajador), un escritorio y su silla apta (a costo del trabajador) en un espacio apto y que cumpla con las condiciones a costo del trabajador. ¡¡Debemos pagar para trabajar!!

Esto podría ser explicado, tal como ya estamos constatando en Chile, las dificultades absolutas de poder separar el trabajo (lo que se logra en la empresa y la industria a la que se concurre únicamente a trabajar) con el cuidado y trabajo doméstico, etc. Que además en un alto porcentaje recae sobre los hombros de las trabajadoras. Nosotras, en esta sociedad patriarcal, somos las que nos hacemos cargo del cuidado de los niños y de las labores domésticas, además del teletrabajo, haciendo triples jornadas de trabajo, que han generado un incremento de enfermedades profesionales y, en consecuencia, mayores costos laborales y sociales sobre las trabajadoras.

La situación anterior, mirada desde el aspecto individual de la organización del trabajo, en el que para precarizar y rebajar las condiciones laborales se va atomizando la relación, a través de la subcontratación  (interna en la que se dispone de un grupo de trabajadores propios y otros tercerizados con distinto empleador y condiciones) o en la deslocalización, en la que esos otros trabajadores están fuera del país, y mediante el teletrabajo en el que cada uno está en sus hogares asumiendo los costos y riesgos del trabajo.

Eso desde el aspecto individual, pero que evidentemente tiene una faz colectiva, en los efectos provocados en la organización sindical y en la negociación colectiva, es así que mediante la atomización se debilitan los sindicatos, se minimiza el movimiento sindical y la fuerza del mismo, para generar procesos colectivos o defender derechos fundamentales.

El teletrabajo viene a ser la fase culmine de dicha atomización del trabajo, y del movimiento sindical, en la que se pretende eliminar toda posibilidad de ella, al impedir el contacto personal en entre los trabajadores, encapsularlos en sus casas a objeto de que no puedan organizarse ni negociar colectivamente y que aún más grave será el de hacer efectiva una huelga.

Lo anterior es de una importancia capital para las políticas neoliberales de reducción de costos laborales, ya que es un hecho demostrado teórica y prácticamente que es la negociación colectiva y las políticas tributarias las únicas que pueden incidir en la forma de distribución de la riqueza.

En suma, resultan claros los objetivos de esta forma de organizar el trabajo, que tiene como única finalidad precarizar las condiciones laborales de los trabajadores, desde su esfera individual y colectiva, pero por otro lado resulta claro que están destinadas al fracaso, al igual que el sistema neoliberal, basado en la codicia y sin ningún compromiso social ni de eficiencia, que viene haciendo quiebre y dando lugar a la protesta social en el mundo, y en chile, mucho antes de la pandemia del covid 19 que nos azota, por eso es esencial reflexionar sobre el proceso constituyente que se acerca y la construcción de una nueva constitución en la cual seamos capaces como sociedad de poner al centro el valor del trabajo y el valor de de las y los trabajadores.

*La autora es Presidenta Federación Nacional de Sindicatos de Call-Center y Vice-Presidenta de Relaciones Internacionales de la CUT

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.