A finales de febrero, el Museo Violeta Parra vivió una situación compleja: 19 compañías de bomberos acudieron al edificio ubicado en Vicuña Mackenna #37 para contener el tercer incendio que se producía en menos de un mes y en el marco del estallido social, destruyendo el auditorio Antar y toda la primera planta del inmueble.
A partir de ese episodio, los trabajadores del espacio patrimonial debieron trasladarse a las oficinas del Centro Cultural La Moneda para iniciar una labor que, posteriormente, fue puesta a prueba por el brote de coronavirus. Fue en ese contexto, en el que el Museo debió adaptarse a las plataformas digitales, manteniendo una programación en base a conferencias, talleres y conciertos online, entre otros.
“Fue bastante duro para todos. Afortunadamente, reaccionamos a tiempo en cuanto a la obra plástica de Violeta. Todos sus óleos, arpilleras y todo su material fue trasladado antes, cuando la situación se hacía peligrosa”, reconoce Juan Pablo González, miembro del directorio del Museo y académico de la Universidad Alberto Hurtado.
“Este proceso de adaptarse a la virtualidad tuvo varios elementos. Nos sumamos un poco a lo que está ocurriendo en otros ámbitos. Hemos estado bastante activos en esta época”, comenta el musicólogo, advirtiendo que luego del 4 de octubre, fecha en que se conmemora el quinto aniversario del Museo, el proyecto comenzará a vivir una nueva etapa.
Este ciclo, que iniciará con la renovación de su página web y un concierto virtual protagonizado por Javiera y Ángel Parra desde el Teatro del Bío Bío, estará marcado por el traslado de las funciones del Museo a las dependencias del Instituto Nacional. Allí, se habilitará un espacio para tareas administrativas y para la exhibición de obras. “La idea es continuar, estar presentes en los espacios que son de todos los chilenos”, dice González.
“El Instituto tiene una especie de centro cultural y un teatro que no habían sido terminados de habilitar. Eso tiene un ingreso independiente al propio Instituto. Ahora, todo esto tiene que anunciarse formalmente, pero estamos bastante avanzados como para poder desplegarnos en el Instituto Nacional, mientras dure el largo proceso de reconstrucción del Museo”, explica el investigador.
Según González, la reconstrucción del Museo podría extenderse, por lo menos, dos años. Lo inmediato, advierte, es lograr determinar las causas del incendio y que se hagan efectivos los seguros contratados para el resguardo del edificio.
“En base a eso debemos debatir si vamos a mantener la misma arquitectura, si vale la pena mantenerla o si es mejor demoler y reconstruir de nuevo. Es un proceso largo, por eso el Instituto Nacional nos tiró este salvavidas que nos va a mantener a flote durante dos años”, recalca.
Violeta, el estallido mismo
En este nuevo contexto, el Museo Violeta Parra también deberá hacer frente a una crítica surgida de manera previa al “estallido social”, es decir, cómo fue abordada la figura de la compositora en la misma institución. Aquí las observaciones sostuvieron que sólo se había presentado una imagen “amable” de Violeta, desvinculando de aspectos como la injusticia o la desigualdad.
Al respecto, Juan Pablo Gonzalez afirma que “las canciones de la Violeta y su obra plástica siguen existiendo y siguen anunciando lo que va a ser el estallido social. Eso nadie lo puede borrar y menos nosotros”.
“No podemos hacer otra cosa que estar al servicio de una obra que ya existe y que sigue desparramada por el mundo, o sea, hace poco logramos adquirir una arpillera que estaba en Europa, lo cual no es fácil (…). Ahora bien, existen tantos curadores como personas. Entonces, vuelvo a repetir, se exhibía la obra que se tenía. No hay nada de la Violeta que esté oculto o que no se quiera exhibir. Lo que hay es lo que la gente ve”, cierra el investigador.
Las críticas hacia el Museo reflejan, en parte, cómo se ha ido configurando la imagen de la compositora durante los últimos años. Maximiliano Salinas, historiador y académico de la Universidad de Santiago, quien fue testigo de cómo, durante la celebración del centenario de la autora, se simplificó su legado, señala que esto no puede sino explicarse por el hecho de que Violeta Parra sigue siendo una figura incómoda.
“En general hay un deslavamiento de la Violeta. Siento que incluso ese fue el clima de la celebración de su centenario. Entonces, sentí un cierto vaciamiento de Violeta. Una especie de extrañamiento. Se hablaba de ella en tercera persona, no había una intimidad”, rememora.
“Violeta siempre fue incómoda, en vida también. Esa incomodidad permanece porque si uno la toma en serio, realmente, es muy explosiva y es muy radical”, advierte el investigador, añadiendo que la autora es una de las artistas que mejor refleja el malestar contenido en el movimiento social que irrumpió en octubre del año pasado.
“La propia Violeta es un estallido. Ella tiene esta conciencia de un país oprimido, sometido y la necesidad de liberarse de eso. Pensaba en una canción que puede servir mucho en este sentido: Hace Falta un Guerrillero (…). En el fondo está llamando a otra forma de convivir. Dice ‘quisiera tener un hijo brillante como un clavel’. En el fondo, ella quiere tener un hijo como Rodríguez, o sea, se siente la madre de esta gesta liberadora”, reflexiona.
El investigador también advierte que las críticas de Violeta respecto del sistema surgen a raíz de su experiencia bajo la dictadura de Carlos Ibáñez del Campo y que, en buena medida, esto quedará plasmado en su autobiografía. Allí, ella escribirá: “Fue tanta la dictadura/ que practicó este malvado,/que sufr´ el profesorado/la más feroz quebradura”.
De acuerdo a ello, Salinas comenta que la revuelta está contenida en Violeta desde el amor y el diálogo con el otro. No se trata de una confrontación, sino más bien “de encuentro con los pueblos”. “Es la metáfora del jardín. El jardín es la posibilidad de encontrar un mundo donde la humanidad en su diversidad puede ser reconocida, humanamente, dignamente”, afirma.
“En ese sentido, se recupera, se revuelve. En Volver a los 17 hay una metáfora que está planteada en términos personales, pero también es algo colectivo. En el fondo dice que mientras unos avanzan, ella retrocede, porque hay que volver a una etapa plena, que no está al final, sino que está al principio. Ella más bien encuentra que hay que regresar al amor”, comenta el académico.
Los desafíos de la puesta en valor
El artista visual, académico de la Universidad de Chile, Arturo Cariceo, también es uno de quienes se suma a las críticas respecto de cómo la figura de Violeta Parra ha sido puesta en valor durante los últimos años. El docente señala, por ejemplo, que la arquitectura del Museo Violeta Parra sólo dificultó la puesta en valor de la obra de la artista.
Sin embargo, en medio del movimiento social que vive el país, alerta que es importante situar la obra respecto de dos temas: la multidisciplinariedad de su obra y su relación con el descontento ciudadano.
“Violeta Parra es una artista política y es una de las mejores exponentes del arte político a nivel latinoamericano. Cada uno de los estratos que tiene su producción artística está cruzado por la contingencia y lo coyuntural. O sea, cuando va a hacer investigación en terreno sobre folcloristas, que tiene una carga socioantropológica valiosísima, es una situación performática que hay que entenderlo como una preocupación política en cuanto a hacer visible una presencia silenciada”, dice el académico.
“No se trata de que la obra de Violeta se instrumentalice para un lado o para otro. Ella siempre tuvo una obra con un gran interés en lo coyuntural y lo contingente y usa los medios que entregan los lenguajes de las artes para dar cuenta de sus necesidades comunicativas y expresivas que están cruzadas por esta realidad. No le da espalda a la realidad, sino que enfrenta la realidad con el arte”, añade.
El artista también indicó que Violeta Parra es un “símbolo” para la ciudadanía chilena que tiene directa relación con las demandas de la población en todas sus dimensiones. De acuerdo a ello, señala: “Es muy difícil que su figura se debilite o pierda vigencia, todo lo contrario, en la medida que pasa más el tiempo su figura tiene más visibilidad”.
“Era una creadora que estaba muy preocupada por la mediación de la cultura popular en la ciudadanía. También era una artista en todo el sentido de la palabra, que estaba investigando sobre los paradigmas que articulan la cultura en nuestro país. Por ejemplo., cómo romper las fronteras en las divisiones de clases, que hasta el día de hoy existen en nuestro país de manera muy marcada”, comenta.
Este nuevo aniversario del Museo Violeta Parra marcará, sin duda, un nuevo camino respecto de la protección de la obra de la compositora. En ese porvenir figuran no sólo las críticas sobre cómo abordar, de cara a la contingencia, el legado de la cantautora, sino que también se trazan debates sobre cómo robustecer la colección de la compositora sobre todo pensando en las piezas que se encuentra en manos de los herederos de Nicanor Parra. Sin embargo, la evaluación apunta a que el Museo debe volver a redefinir su rol y mirar hacia lo más profundo de Violeta Parra.