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Año XVI, 18 de abril de 2024


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Los contenidos primero, después las candidaturas. O los bueyes delante de la carreta.

Columna de opinión por Diego Díaz González
Viernes 30 de octubre 2020 16:23 hrs.


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Sin duda alguna, el Domingo 25 de Octubre pasará a los libros de historia debido al triunfo de la idea de escribir una nueva Constitución en nuestro país y así terminar con un texto impuesto en dictadura, una de las principales demandas tras el estallido social y el principal paraguas de todas las otras demandas levantadas allí. La imposición de la opción Apruebo con más de un 75% es un claro mensaje para materializar las demandas sociales en un orden constitucional e institucional que permita revertir las crudas realidades de desigualdad e injusticia que vive Chile.

Lo lógico sería que la prioridad para todos los sectores políticos sea pensar en ideas para cambiar las cosas, y es que incluso quienes votaron “rechazo” sentían que hay cosas que se deben reformar. Sin embargo, el día siguiente a las celebraciones ciudadanas, tras los resultados del plebiscito, el único tema de conversación fueron las candidaturas para el órgano constituyente. Todos los medios de comunicación se volcaron a la conversación de candidaturas, pasando por alto que la conversación más importante, a mi juicio, son los contenidos para esta nueva Constitución.

Esta situación es un error de los medios de comunicación, pero también de los partidos políticos, y es que la distancia entre la clase política y la ciudadanía es precisamente que la disputa por el poder (candidaturas y alianzas electorales), nubla la posibilidad de hablar de los problemas reales de la gente. Allí, una salida para revertir los escenarios de ilegitimidad y desaprobación de los partidos, es que el enfoque en el contenido sea el vínculo esencial entre lo político y lo social, y por ningún motivo la conversación en base a nombres y apellidos.

Por ejemplo, uno de los nudos críticos del régimen presidencialista es que la centralidad del poder reside en la Presidencia de la República, por lo cual en sus respectivas elecciones su candidatura es igual o más importante que su programa, y los factores o elementos que aseguran su elegibilidad, lamentablemente pesan más que las ideas o programas. Otro ejemplo y uno mejor, para reforzar esta idea es precisamente el plebiscito del pasado 25 de Octubre, donde una de las frases más repetidas en las filas hacia las urnas era que “en este plebiscito no se vota por una persona, se vota por una idea”, y quizás ese factor fue determinante en el aumento de la participación y su votación histórica.

Creo que aquella frase/sentencia debiera ser urgentemente abordada por los partidos políticos, ya que eso es lo que espera la ciudadanía: la necesidad de que esa idea -del Apruebo- se materialice en un programa real con propuestas concretas que apunten a terminar con los abusos de los 30 años, denunciados fuertemente en Octubre, (y también muchos años atrás) A mi juicio, tras el plebiscito el siguiente paso lógico debería ser la discusión de contenidos, antes de las candidaturas y no al revés, o terminaríamos con la carreta delante de los bueyes.

Patricio López, en su columna “la idealización de los independientes”, comenta que la idea de la centralidad de la selección de candidaturas en individuos en vez de programas es un peligro para la democracia y no puedo estar más de acuerdo. Quienes nos representarán en el órgano constituyente es una discusión relevante, y no cabe duda alguna. Sin embargo, lo que uno esperaría es que precisamente la discusión central ahora sea en un programa constituyente, en contenidos, propuestas e ideas, y no en nombres.

De hecho, a propósito de la conversación sobre independientes, es también relevante la conversación de contenidos, para precisamente fijar los límites de aquellas conversaciones, ya que los pactos y listas entre candidaturas se conforman a partir de ideas. Los partidos políticos deben definir sus márgenes para ponerse a disposición como herramienta para los independientes y viceversa.

Hay mucho en juego en este proceso constituyente, por lo cual lógicamente las candidaturas toman peso en la búsqueda de alcanzar los ⅔, más aún considerando el fuerte rechazo a la opción de una Convención mixta, que refleja una impugnación a los parlamentarios en ejercicio y a la clase política en su conjunto, pero eso no significa que los contenidos constitucionales deban ser la última prioridad de conversación. El órgano constituyente es una oportunidad histórica. Nunca antes la ciudadanía había tenido la oportunidad de pronunciarse sobre si quiere o no una nueva Constitución y menos sobre su mecanismo, por lo cual el proceso no debe ser cooptado por los mismos de siempre o por los mismos errores de siempre: concentrarse en la conversación de candidaturas, antes que un programa e ideas.

 

El autor es estudiante de Derecho y parte del Comando Constituyente Fech.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.