El riesgo sísmico es parte de las vidas de quienes habitan en Chile, como también de las regulaciones de construcción de las viviendas. Pero, contradictoriamente, el 55 por ciento de la superficie de la Falla San Ramón está hoy construida como parte del crecimiento exponencial que ha tenido Santiago en las últimas cuatro décadas.
Ya en el 2018, los investigadores del Programa de Reducción de Riesgos y Desastres de la Universidad de Chile (CITRID) Gabriel Easton del Departamento de Geología de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas; Jorge Inzulza y Catalina Jiménez Yáñez del Departamento de Arquitectura de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo; Sonia Pérez del Departamento de Psicología de la Facultad de Ciencias Sociales; y Daniela Ejsmentewicz Cáceres del Departamento de Enseñanza Clínica del Derecho de la Facultad de Derecho, publicaron el estudio transdisciplinario “¿Urbanización fallada? La Falla San Ramón como nuevo escenario de riesgo sísmico y la sostenibilidad de Santiago, Chile” en la Revista de Urbanismo, advirtiendo los riesgos de construir en las zonas aledañas, especialmente en las comunas de Las Condes, La Reina, Peñalolén, La Florida y Puente Alto.
Al respecto, Gabriel Easton explica que la Falla San Ramón atraviesa todas las comunas situadas a los pies del frente cordillerano, en el piedemonte de Santiago, a lo largo de más de 25-30 km, e incluso 50 km si se considera también Pirque y Lo Barnechea, profundizando hasta unos 10-12 km en la corteza terrestre. Zona que estudian desde hace casi dos décadas, primero determinando la ubicación en superficie de esta falla y demostrando su carácter activo a través de su estudio paleosismológico, y luego incrementando las capacidades de su monitoreo sísmico.
“Actualmente desarrollamos un proyecto Fondecyt (1190734), sobre la planificación urbana en riesgo de la Falla San Ramón, con lo cual estamos precisando aún más su ubicación a partir de datos topográficos de alta resolución LiDAR y la próxima realización de nuevas trincheras paleosismológicas. Cada vez, los antecedentes que recabamos nos confirman su importancia en cuanto estructura geológica activa, capaz de generar terremotos corticales y con posibilidad de ruptura en superficie”, aclara Easton.
Población sobre la zona de ruptura y el plan regulador
Con estos antecedentes, los investigadores e investigadoras alertan respecto del riesgo de construir sobre la Falla San Ramón. Hasta 1960 la ciudad de Santiago se planificó supeditada al valle central, pero en 1979 esa concepción cambió, a partir de la ampliación del territorio urbanizable hacia el piedemonte cordillerano, con un desarrollo cada vez mayor sobre la falla. En cuatro décadas, detalla el profesor Easton, “el crecimiento de la población que habita las comunas por donde pasa la falla cambió desde unas 500 mil a más de 1,7 millones de personas; de ellos, la población que vive directamente sobre la potencial zona de ruptura, en caso de un sismo mayor, serían estimativamente varias decenas de miles de personas”. Todo esto, advierte, “configura un escenario de riesgo creciente, sumado a los antecedentes que sustentan cada vez más que se trata de una falla activa e importante en cuanto a su estructura geológica”.
Easton aclara que son al menos dos aspectos cruciales a considerar respecto del riesgo: “la seguridad de la población y la disponibilidad de información pertinente y transparente por parte de toda la comunidad”. En cuanto a lo primero, “es necesario que el Plan Regulador Metropolitano de Santiago (PRMS) y los comunales, consideren la Falla San Ramón porque es urgente evitar que se siga construyendo directamente sobre ella, independientemente de cuándo ocurrirá un próximo gran terremoto con ruptura superficial”. Esto, prosigue el especialista, permitiría que la población acceda a información transparente y oficial, sustentando decisiones individuales, como por ejemplo dónde comprar o arrendar su vivienda.
En el mismo sentido, “es necesario también que la normativa sísmica (NCH433) incorpore ésta y otras fallas geológicas, asumiendo que ocurrirán terremotos en estructuras activas, porque en fallas de este tipo los terremotos ocurren mucho más espaciados en el tiempo que por ejemplo aquellos de subducción, por ende su probabilidad de ocurrencia es menor, pero de todos modos ocurren y su impacto potencial puede ser localmente mucho mayor”, alerta Easton.
Sonia Pérez, académica de la Facultad de Ciencias Sociales y actual vicerrectora de Asuntos Estudiantiles y Comunitarios, explica que sin información, las personas tienen menos posibilidad de enfrentar el riesgo. “La planificación urbana debiera entregar esa información para que las personas puedan tomar decisiones autónomas respecto de dónde y cómo quieren vivir. En la zona hay que convivir con el riesgo y eso implica tener estrategias comunitarias para hacer frente a los problemas que ocasionaría un terremoto. Estrategias que no pueden ser planificadas si no se informan dónde y cómo estamos expuestos a la amenaza”.
Al respecto, el académico del Departamento de Arquitectura e investigador principal del proyecto Fondecyt 1190734, Jorge Inzulza, considera que en términos de planificación es un tema de multiescalaridad y multidimensional donde cada comuna tiene su plan regulador propio y cada comuna debiera incorporar este riesgo geológico para lo cual la coordinación del Plan Metropolitano Regulador de Santiago cobra un rol fundamental en esa materia.
“La planificación urbana debiera incorporarlo en los instrumentos de planificación urbana de nivel local, intercomunal y también operativo. Podrían haber acciones de corto plazo, como medidas de mitigación, coacción o colaboraciones entre municipios, para generar sistemas de evacuación o diseños de educación cívica y resiliencia para que la gente conozca más de este riesgo geológico, para aminorar el miedo y el temor y acrecentar la seguridad de cómo enfrentar este riesgo en caso de detonarse, en caso de tener que evacuar, cuáles son lugares más adecuados, entre otros”, concluyó el especialista.