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Chile: ¿ Un país polarizado?

Columna de opinión por Pablo Salvat
Viernes 6 de noviembre 2020 11:05 hrs.


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Usted lo sabe, lector/lectora. Una de las estrategias que adoptó el proceso de globalización neoliberal de fines de los setentas y comienzos de los ochenta, fue influir e incidir en el sistema cultural-comunicacional-educacional, es decir, en los valores, normas, hábitos sociales, creencias, en el ethos ciudadano. Y vaya si no han tenido éxito ¡Pero, también sabemos, no todo espejismo dura para siempre. Entre otros instrumentos muy importantes para ese logro, las élites de poder han usado los medios de comunicación (radios, tv, redes) así como establecimientos educacionales (colegios, universidades, institutos técnicos). Y entre sus logros ha estado el descrédito de lo público, de todo lo relacionado con lo comunitario, lo colectivo, el bien común, los bienes comunes, lo social, lo relacional. Ha sido un intento –afortunadamente no logrado totalmente como ellos quisieran, y la votación del domingo 25 de octubre lo evidencia-, por desacreditar todo lenguaje que pueda tener que ver con propuestas alternativas, con ecologismo o defensa del medio ambiente, feminismo, pueblos originarios, con lucha por los intereses colectivos, con Estado Social, con socialismo, etc.

Ese ha sido un trabajo sin descanso. Lo peor: basado en la ignorancia y los consignismos vacíos (si gana el “Apruebo” seremos Venezuela, por ejemplo) que alientan un odio irracional. Mucha gente que guiada por sus “líderes” de opinión, políticos, televisivos , radiales o en redes, lo único que hace es repetir frases vacías, como si fuesen realidades dadas o autoevidentes. Bien dice Francisco Iero en su Fratelli Tutti : “Palabras como libertad, democracia o fraternidad, se vacían de sentido. Porque el hecho es que “mientras nuestro sistema económico y social produzca una sola víctima y haya una sola persona descartada, no habrá una fiesta de fraternidad universal”. Lo sabemos, a las derechas –más o menos neoliberales- no le interesan los pueblos cultos y bien informados, leídos, organizados, cuestionadores e inquisitivos.

No pues, quédese con los opinólogos, los noticieros, y con la farándula que ayuda para banalizar la política, la economía y el acontecer nacional. Todo esto no ha sido obra de la pura casualidad. Ha sido fraguado por partidos, medios, ong´s que, basados en la ideología neoliberalista endiosa al mercado y la racionalidad del cálculo costo-beneficio; apoyados por intelectuales (como Hayek, Fukuyama, Mario Vargas Llosa, entre otros), o incluso, sin quererlo, por los mismos posmodernos con su cuestionamiento a los metarrelatos y a los proyectos de sociedad para, de paso, promover que no se puede creer ya en nada ni en nadie, porque no hay sentido. No solo ellos. También ha contribuido la cohorte de “arrepentidos” que surgieron particularmente después de la implosión de los socialismos históricos a fines de los ochenta. Muy bien lo expresa Mario Benedetti, allá por el año 94: “Hoy el arrepentimiento (ya no religioso, sino político) se ha convertido en una industria lucrativa. Ahora, cita a Baudrillard, “todo el siglo completo se arrepiente, el arrepentimiento de clase (o de raza) se impone por doquier al orgullo y a la conciencia de clase”. Sigue Benedetti, “En compensación, el Big Brother y otros pastores de almas les van entregando el codiciado carnet de demócrata. (…) En vez de elaborar el duelo de algún legítimo desencanto, reniegan allí de su pasado solidario, de su faena por causas justas, de su defensa de los derechos humanos, de su asco hacia la tortura”.

Entre las consignas hay algunas que dicen bueno tal país (Bolivia, por ejemplo, con Evo) es “una dictadura”. ¿Por qué? Porque lo dice la Casa Blanca, la OEA y los medios, y eso es suficiente. Acá, antes del domingo 25 se decía que teníamos un país “polarizado”, pronunciado como una fatalidad. Pero los que polarizan ustedes saben dónde están: en las tres comunas con más alto estándar de vida de todo Chile y su actual gobierno. Es decir, 80/20 no es una polarización. Es la comprobación de que estamos ante una elite minoritaria y anti-democrática, porque no tolera perder sus cuotas de poder fáctico –viene desde antes de 1990-, y devolver la secuestrada soberanía popular. Otra consiga típica: “Cuando Chile crece, todos crecemos”. Un lindo sofisma. No olvidemos –otro ejemplo- las palabras de la Sra. Thatcher cuando le preguntaron por las protestas sociales en su país contra las medidas de ajuste, decía: “Esto no tiene alternativa” (TINA). Algo que, junto con la implosión de los socialismos históricos, fue seguido como un mantra por las élites neopinochetistas y también algunas concertacionistas, los cuales siempre han tenido dudas respecto a la necesidad y pertinencia de redactar desde abajo una nueva constitución.

Frente a este continuo esfuerzo por manipular las mentes ciudadanas, y mantenerlas en la ignorancia, más se refuerza la justa apreciación de un J. Martí cuando escribía: “Ser cultos es el modo de ser libres”. A no olvidarlo.
El poeta nos aporta al respecto: “Yo no sé muchas cosas, es verdad. Digo tan solo lo que he visto. Y he visto: que la cuna del hombre la mecen con cuentos… Que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos… Que el llanto del hombre lo taponan con cuentos… Que los huesos del hombre los entierran con cuentos. Y que el miedo del hombre… ha inventado todos los cuentos (…) (León Felipe).

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.